Por Lic. Constanza Bonelli
La autoestima, una especie de sistema inmunológico del psiquismo. Freud utilizaba la palabra alemana “Selbstgefühl” puntualizando que tiene dos significados: el “sentimiento de sí”, que es la conciencia que una persona tiene de sí misma, y “sentimiento de estima de sí” que es la vivencia del propio valor respecto de un sistema de ideales. Esta segunda apreciación es la autoestima que, según el autor, está hecha de muchos materiales. Una parte del sentimiento de sí es primaria, heredera del narcisismo infantil; otra parte deriva del cumplimiento del ideal del yo, es decir, de la omnipotencia corroborada por la experiencia; y una tercera, de la satisfacción de la libido de objeto, esto es, de las gratificaciones por la experiencia.
Luis Hornstein, reconocido psicoanalista argentino, propone entender a la autoestima como una necesidad básica que se comporta como si fuera el sistema inmunológico del psiquismo, proporcionándonos fortaleza, resistencia y capacidad de recuperación.
No se puede pensar la autoestima sin los otros ni contra los otros ni a costa de los otros. No podemos pensar la autoestima por fuera de la intersubjetividad. Se construye en esa relación con los otros, desde la que construimos, además, la identidad. Autoestima, identidad, narcisismo, felicidad y valores sociales están íntimamente ligados.
Autoestima según Freud
La autoestima es, según Freud, el amor propio, cómo nos vemos a nosotros mismos, la conciencia de las capacidades y la tolerancia de las dificultades. Se trata del autoconcepto y de las expectativas sobre nuestras capacidades. Es la seguridad que sentimos y la confianza que esa seguridad nos da para experimentar la vida.
Otras características asociadas son la gestión de emociones, el autorrespeto, la autoobservación, la habilidad de sobreponerse a la adversidad, el autoconocimiento y la clara delimitación entre el mundo exterior y el mundo interior, es decir, el establecimiento de límites claros entre uno mismo y los otros. Por ello, la autoestima es uno de los pilares en la construcción de la identidad.
Una buena autoestima se refleja en aquellas personas que reconocen sus virtudes y sus defectos de modo claro y sin conflicto. Son auténticas y aceptan tanto lo que sí son capaces de hacer como lo que no. Y se ve una baja autoestima en quienes se menosprecian, lo que puede llevarlos, incluso, a un sentimiento de depresión y odio a la propia persona.
La falta de confianza en sí mismos, los sentimientos de inferioridad, el autoboicot, el estado de ánimo deprimido con odio a sí mismos, son todos mecanismos inconscientes que crean lo que se llama “trastornos de la autoestima” que pueden, incluso, alterar la relación con los demás, generando aislamiento por temor al rechazo. En el autoconcepto negativo podemos encontrar, también, sentimientos de culpa por los errores cometidos y altísimo grado de perfeccionismo, que dará siempre un resultado negativo porque nunca se sentirán a la altura de lo que habían diagramado como objetivos a alcanzar.
Como en todo trastorno narcisista, el déficit en la autoestima lo es, no sólo existe una baja autoconsideración sino, también, una excesiva pretensión de alcanzar ideales imposibles, lo que crea una distancia tal que es imposible que la persona no viva ésto como un conflicto.
El narcisista padece de excesivas expectativas sobre sí, es decir, cree ser alguien “superior” que debería poder alcanzar ideales magnificados, y desde esa megalomanía, en una especie de desdoblamiento, desde esa exigencia feroz y desde la imposibilidad de alcanzar ideales para él imposibles, se autocritica severamente. Esta ambivalencia es característica de todo trastorno narcisista y de la autoestima.
En esta actualidad de redes sociales y selfies, el narcisismo exacerbado puesto en la imagen y en la mirada del otro que corrobore quiénes somos, es decir, la autoestima, pende de un hilo muy fino que se puede cortar fácil y rápidamente. Es así que transitamos una epidemia de trastornos narcisistas.
El mito griego de Narciso, que se enamora de su propia imagen en el reflejo del río y que muere al intentar abrazarla tras haberse enamorado, de sí mismo, muestra claramente el lamentable conflicto en el que queda atrapado quien padece de este tipo de trastornos.
El amor a sí mismo, la autoestima, es necesaria para tener una vida psíquica saludable. Pero si se sobrecarga se transforma en patología. El interés, el amor, la libido, tienen que estar equilibradamente divididos entre el amor a sí y el amor a los otros. Si se desregula y se recarga cualquiera de los extremos, entramos en lo que llamamos patología psíquica.
Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA) Mat.: 31906
Psicoanalista Asociación Psicoanalítica Argentina
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