Por Lic. Constanza Bonelli
Qué es y cómo manejar la ansiedad. Desde una lectura psicoanalítica podemos hablar de tres tipos de ansiedad, la realista, la neurótica y la moral. Según Freud, la ansiedad surge a partir de un conflicto mental entre distintas instancias del aparato psíquico. Esto quiere decir, que es el resultado del conflicto entre distintos intereses del individuo. Se trata de uno de los estados de ánimo más desgastantes para el ser humano.
Nuestro Yo tiene que lidiar con los deseos del Ello, es decir, la instancia psíquica inconsciente portadora de todos nuestros deseos; con el Superyó, la instancia moral que se encarga de regular las conductas del Yo; y con la realidad exterior, que es donde vive el sujeto. Es justamente de este interjuego que surgen los conflictos que determinan la constitución psíquica del sujeto, determinando que su funcionamiento sea adecuado o no, es decir, determinando su salud o su enfermedad psíquica. De este interjuego se desprende la ansiedad, que puede ser normal o patológica.
La ansiedad realista es la que surge como reacción ante un hecho estresante de la realidad. Se trata de una emoción normal y necesaria para poder determinar, desde nuestro instinto de supervivencia, si nuestra respuesta más adecuada es el “ataque” o la “huida”, o sus representantes acordes a la situación.
La ansiedad neurótica o secundaria surge como anticipación a circunstancias que no sucedieron aún. Es una reacción frente a hechos que sólo existen en los pensamientos pero no en la realidad exterior. Lamentablemente, estos pensamientos producen los mismos efectos en la mente y en el cuerpo que los que producirían si sucedieran como hechos en la realidad, generando estrés emocional y fisiológico, con las consecuencias que ese estrés tiene.
En tercer lugar, la ansiedad moral. Se trata de la ansiedad que surge por el conflicto entre el Yo y el Superyó, a partir de aquello que el Yo cree que debería haber alcanzado y entiende, según la mirada del superyó, que no logró. Los mandatos y expectativas que teníamos y que creemos no haber desarrollado. Es una mirada crítica negativa sobre nosotros mismos que nos genera altos montos de ansiedad y malestar emocional.
Cómo manejar la ansiedad
La ansiedad puede manifestarse frente a situaciones determinadas o como sensación crónica de ansiedad generalizada.
Ante situaciones estresantes que representan algún tipo de amenaza, es natural sentir ansiedad. En dichas circunstancias se encienden ciertos sensores de nuestro sistema nervioso que determinan nuestra conducta para “huir” o “atacar” según lo que nuestro instinto de supervivencia determine.
Es habitual y normal sentir ansiedad, por ejemplo, al actuar o hablar en público, al rendir un exámen, en una entrevista de trabajo, en competencias, en situaciones sociales y en una innumerable cantidad de ejemplos similares.
Sin embargo, podemos diferenciar claramente la ansiedad normal como una emoción acorde a situaciones de estrés de la ansiedad como trastorno psíquico..
Como trastorno crónico, podemos describirlo como una preocupación constante y excesiva que experimenta el individuo sin un claro acontecimiento estresante que lo esté suscitando. Se trata en estos casos de un tipo de estado de ánimo disociado de elevada duración, que puede presentarse con algunas somatizaciones, falta de atención y angustia.
Podemos definirla como un estado de preocupación excesiva y constante, también denominada expectativa de aprehensión, como una sensación permanente de que algo va a salir mal, sin fundamentos acordes a la realidad que se está viviendo.
Cuando hablamos de este trastorno, nos referimos a un tipo de ansiedad que no se debe a los efectos de sustancias psicoactivas como drogas o medicamentos, ni tampoco se relaciona con algún otro trastorno psiquiátrico. Puede presentarse tanto en niños como en adultos.
Para determinar si un niño o adolescente padece este tipo de trastorno de ansiedad, que se denomina “trastorno de ansiedad generalizada”, es importante observar si su comportamiento se ha transformado volviéndose irritable, agitado, impaciente, si observamos una fatiga fuera de lo normal, si le cuesta concentrarse, si queda como con “la mente en blanco”, si tiene insomnio, excesiva tensión muscular, si presenta episodios de angustia sin motivo aparente. En estos casos es muy importante consultar para poder brindarle la ayuda que está necesitando.
Es frecuente que el desempeño social muestre una desmejora, así como su desarrollo escolar y su rendimiento en general. Por este motivo se da un notable padecimiento que es necesario tratar.
Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA) Mat.: 31906
Psicoanalista Asociación Psicoanalítica Argentina
Para leer más notas sobre Salud.