El efecto pigmalión en la crianza
Por Lic. Constanza Bonelli
Pigmalión es el nombre de un personaje mitológico. La historia cuenta que este antiguo rey de Chipre, terminó enamorándose de una de sus creaciones, una estatua que bautizó con el nombre de Galatea. Este mito explica un fenómeno al que se denomina “efecto pigmalión”, que sostiene que aquello que piensa un sujeto sobre otro puede influir sobre el desempeño del segundo.
El efecto pigmalión describe, metafóricamente, el modo en que los padres, las personas y los docentes pueden influir en la vida de los niños, afectando sus capacidades y sus conductas. Las expectativas que se depositan en ellos, sean buenas o malas, se transmiten de modo verbal y no verbal hacia ellos. Es decir, no sólo se trata de la conducta de los adultos hacia los alumnos o hijos, sino también de la transmisión inconsciente de esas expectativas.
Este fenómeno muestra cómo las expectativas más altas conducen a un mayor rendimiento mientras que las más bajas conducen a uno malo. El efecto puede explicarse como un círculo. Nuestras creencias sobre las habilidades de otra persona influyen en nuestras acciones hacia esta persona. Estas acciones tienen un impacto sobre las creencias de los demás sobre sí mismos. Estas creencias causan las acciones de los demás hacia nosotros, lo que nuevamente refuerza nuestras creencias sobre esa persona. Y así sucesivamente. Se crean así circuitos positivos o negativos.
Se realizaron estudios para corroborar la validez de este efecto sobre dos grupos de estudiantes. Uno de ellos estaba formado por alumnos de inteligencia superior mientras que el otro grupo tenía una inteligencia por debajo del promedio. Se los juntó y el maestro que debía enseñarles fue informado de la diferencia de los grupos pero invirtiendo la realidad. Se le dijo que el grupo superior era el de abajo del promedio y viceversa.
Al cabo de un tiempo se observó que el grupo de alumnos intelectualmente brillantes bajó de modo considerable su rendimiento mientras que el grupo de poca inteligencia había incrementado significativamente su nivel. La conclusión de esta investigación fue muy clara, la creencia del maestro influyó de modo consciente e inconsciente en el desempeño de los estudiantes. A este fenómeno también se lo llama de “profecía autocumplida”
Las expectativas son conscientes e inconscientes. Por ello, van más allá de la voluntad del adulto al educar o criar. Por ejemplo, observamos casos en los que se tienen hijos con anhelos inconscientes de no quedarse solos, o que puedan ayudar a la pareja de los padres a no estar más en crisis, o para darle sentido a la vida, etc. De este modo se desarrollan estrategias inconscientes encaminadas a maximizar las posibilidades para que estos deseos de los padres se cumplan, y así suele suceder. Estas fantasías con las que se espera y recibe a los hijos son de tal magnitud, que los hijos suelen responder siendo como los padres quieren que sean. Para poder correrse de estos mandatos, muy probablemente sea necesario hacer un trabajo de análisis que logre cortar con la neurosis familiar.
Muchos mensajes que les transmitimos a nuestros hijos o alumnos son una mezcla de información consciente e inconsciente, en un lenguaje verbal y otro no verbal, que puede darles información ambivalente. Una cosa es lo que decimos y otra el mensaje implícito.
Las creencias son tan poderosas que pueden llegar a invertir el futuro de una persona. A lo largo de la infancia se van interiorizando mensajes acerca de lo que supuestamente cada uno es. Esos datos van construyendo nuestra identidad y nuestra manera de actuar. Tanto para bien como para mal, la incidencia del entorno familiar determina fuertemente quienes vamos a ser en la vida adulta.
Ser valorados positivamente aumentará nuestras posibilidades de éxito. Una crianza adecuada, que valore al niño, que lo considere capaz de alcanzar objetivos, contribuirá a que el sujeto genere creencias potenciadoras sobre sí mismo, es decir, creencias positivas que les permitirá tener éxito en lo que emprendan. En cambio, si contrariamente se lo educa bajo una mirada descalificadora, creadora de desconfianza en ellos mismos, esto contribuirá negativamente en su autoestima y limitará su futuro desempeño.
Ser responsables afectivamente de nuestros hijos o alumnos, requiere de un trato adecuado con miradas validantes y positivas que influyan en el bienestar y en el buen desempeño que ellos puedan realizar en el camino que escojan para alcanzar sus metas.
Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA) Mat.: 31906
Psicoanalista Asociación Psicoanalítica Argentina
licbonelli@gmail.com
Más notas de Salud