Las fiestas de fin de año

Las fiestas de fin de año

Por Lic. Constanza Bonelli

Fin de año, especialmente el mes de diciembre, está cargado de cuestiones que suelen estresarnos. La culminación del año lectivo que involucra a padres e hijos, las fiestas de Navidad y fin de año, los balances acerca de lo que pudimos y no pudimos hacer en este año que ya pasó, entre otras cosas. No menos importante es considerar el malestar que venimos sufriendo por la situación económica del país que encontró algo de alivio en la felicidad de haber ganado el mundial, lo que pudo observarse en los festejos masivos de los últimos días. 

En cuanto a los festejos navideños y de fin de año, la sociedad se divide entre quienes se entusiasman y disfrutan de los encuentros familiares y los festejos, y quienes se angustian, entristecen, o sienten malestar en las fiestas. Parece que culturalmente existe cierta obligatoriedad de reunirse con familiares más allá de si esos encuentros son deseados o no. Además, también hay que considerar que si hubo pérdidas quedarán más notorias en estas reuniones. 

Hace muchos años, en mi infancia, era más habitual que las reuniones familiares fueran más grandes. Nos encontrábamos con familiares que casi no conocíamos. Primos y tíos lejanos que sólo veíamos para la ocasión. Esas costumbres cambiaron, como cambió la típica reunión familiar de los domingos.  La socialización hoy tiene características bien distintas. Es, principalmente, virtual y global.

Si bien para muchas personas estos encuentros navideños son agradables, para otros, lamentablemente, no lo son. Para ellos, el  malestar no sólo puede aparecer como emociones o ideas negativas, también como síntomas en el cuerpo, como fatiga, dolores de cabeza, dolores estomacales, es decir, todos los síntomas que produce el estrés.  Observamos, también, un notable incremento de consultas en los consultorios de salud mental y sabemos que quienes están atravesando síntomas de depresión o ansiedad empeoran su situación durante estas semanas festivas. 

Los malestares suelen ser ocasionados por la “obligatoriedad” de reunirse con parientes con quienes existen diferencias y alejamientos. También las pérdidas recientes o lejanas de seres queridos quedan más en evidencia y puede entristecer y angustiar a quienes las hayan sufrido. Otros temas más banales, es dónde nos juntamos, qué comemos, los regalos, etc, etc. 

 Las fiestas de fin de año

Podemos pensar las fiestas como lugares simbólicos de la sociedad, que confirman o niegan determinadas ideas, como por ejemplo, esta “obligatoriedad” de ser felices y disfrutar de encontrarnos, cuando sabemos que no siempre y no del todo es así. Sin embargo, mantenemos las costumbres que sostienen todavía esas ideas. Armamos el árbol, nos reunimos, comemos las comidas típicas, esperamos a las 12 para brindar, regalos, cábalas, deseos pedidos de determinada manera, en algunas familias incluso se respetan ciertos códigos de vestimenta, todos de blanco, alegóricos navideños, entre otros. 

Aquí aparece lo que Freud llamaba “el narcisismo de las pequeñas diferencias”. Los conflictos que surgen en estos encuentros se deben a que lo distinto provoca agresión, y en las uniones familiares se evidencian las diferencias y con ello aparecen las desilusiones y se rompe la armonía anhelada.

Si logramos poner el deseo por encima de la felicidad obligada, las fiestas pueden ser vividas como una oportunidad para cuestionarnos esos modos hostiles de percibir las diferencias, para vaciarnos de nuestros aspectos más turbios y hostiles, habilitando encuentros más saludables. 

Finaliza el año y el imaginario social transita el tan conocido balance, lo que se pudo hacer y lo que no, de lo proyectado. Esto significa que nos encontramos en cierto proceso de duelo, todo lo que finaliza nos lleva a ese trabajo psíquico. En este período aparecen consultas exprés en los consultorios de aquellas personas que sienten que quedaron cosas pendientes y que ya no podrán hacer. Una sobrecarga emocional transitoria, pasajera, que no contempla que los cambios se dan gracias a procesos largos de trabajo y no a acciones súbitas en el cierre del ciclo.

También hay que considerar que no para todos los miembros de la familia las fiestas representan lo mismo. Para los más chicos la espera de Papá Noel y los regalos será lo principal. Para los adolescentes, será esperar a brindar con la familia y poder salir al encuentro con amigos a festejar. Los adultos estarán transitando el encuentro familiar según estos modos que antes mencionaba, con alegría o no tanta. Y estarán quienes experimentan angustia por estar en duelo por pérdidas de seres queridos y quienes vivan con alegría la oportunidad de encontrarse con familiares y amigos que no siempre pueden ver. 

Un encuentro es siempre una oportunidad de una experiencia amorosa positiva y enriquecedora.

Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA) Mat.: 31906

Psicoanalista Asociación Psicoanalítica Argentina

licbonelli@gmail.com

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