Pasión por el mundial
Por Lic. Constanza Bonelli
En un país como el nuestro, el mundial es muy significativo. Es un evento que genera expectativas, ansiedades, deseos. Se trata de un entusiasmo saludable que no hay que patologizar. Sin embargo, si se exceden las esperanzas depositadas en el triunfo de la selección, y se espera que del resultado positivo dependa nuestra calidad institucional, nuestra calidad de país, etc., se sobredimensiona el sentido de lo que realmente significa este evento deportivo.
Es importante considerarlo como lo que es, una competencia que reúne a casi todos los países del mundo. Para los argentinos puede suceder que algunos piensen que pueden encontrar alguna gratificación que esté por fuera del torrente de frustraciones continuas que estamos experimentando. El país está en una situación de crisis en la que no se puede desentender ni un minuto de las necesidades que tiene que atender. El mundial sirve como un momento que puede aportar entretenimiento y gratificaciones pero sólo en un área de nuestras vidas y no en todas.
Podemos rescatar características muy positivas de esta competencia. Requiere de un esfuerzo importante para prepararse deportivamente, implica el trabajo de mucha gente en las distintas áreas que se necesitan, el país anfitrión tiene que adaptarse a la situación de recibir a cantidad de espectadores de todo el mundo.
Otro factor importante es la unión de la sociedad en pos de este festejo. Particularmente en nuestro país que siempre está tan dividido, ocurre la unión en el deseo común de ver campeona a nuestra selección.
También podemos observar características muy negativas como la esclavitud, la tortura y la muerte de cantidad de obreros inmigrantes que trabajaron en el país anfitrión para construir estadios y alojamiento, o las políticas que no respetan los derechos humanitarios de dicho país.
Se habla mucho sobre el poder que pudiera tener el sentido de este evento mundial sobre la población. En una época se hablaba de la función narcotizante que podría tener el mundial sobre el pueblo, pero con el tiempo se desestimó esta idea, por ser muy paternalista y hoy eso no sucede. Se pensaba en el fútbol como el opio de los pueblos que los hace olvidarse de todo. Pero esta idea sobreestima el evento a la vez que subestima a los ciudadanos.
Otra fantasía común es pensar que exista algo afuera que cambie algo mío por dentro. Es decir, esperar que el triunfo de la selección resuelva frustraciones internas que nada tienen que ver con este tema. Este es el tipo de pensamiento de las adicciones.
Lamentablemente en nuestra historia, el gobierno dictatorial utilizó el mundial del `78 para distraer al pueblo de los hechos aberrantes que estaban sucediendo. En la actualidad, afortunadamente, esto no sería posible. El manejo de la información al instante, en la palma de la mano, no permitiría esa desinformación.
Más allá de las realidades difíciles que se atraviesan, es posible disfrutar del mundial sin negar y sin sobredimensionar. Para ello es importante poder integrar las distintas situaciones que vivimos y no ser capturados por ninguna de ellas, sabiendo que las alegrías colectivas no pueden ocultar la realidad cotidiana y que las realidades difíciles también pueden tener momentos de disfrute.
Sabemos que la pasión por el fútbol genera emociones muy fuertes que en algunos casos puede llegar a ser perjudicial para la salud generando procesos inflamatorios y segregación de cortisol que es la hormona del estrés. Sin embargo, no todo aquel que se emociona en un partido de fútbol va a generar niveles de estrés que pongan en riesgo su salud. Para otros será una oportunidad de descarga de tensiones y liberación del estrés, con el alivio correspondiente.
Este evento deportivo puede ser experimentado desde la noción de competitividad o desde la noción de hostilidad o rivalidad destructiva. Es decir, si nosotros en un partido de fútbol en donde se compite, se apoya a un determinado equipo, tenemos identificaciones con alguno de los jugadores, nuestra autoestima está también en juego, y a partir de la identificación con el equipo, si sale campeón sentimos que nosotros también somos campeones, eso es saludable y experimentado como competitividad adecuada. En cambio, si la vivencia es de rivalidad destructiva se convierte en todo o nada, mi vida o la del otro, matar o morir, en una lógica polar, ahí estamos depositando nuestro mundo interno en el resultado de un partido.
Otro punto a destacar es la tolerancia a la frustración. Cómo podemos metabolizar el hecho de ganar o de perder, sin convertir a un episodio deportivo en la calidad de nuestro destino. En la actualidad, la capacidad de tolerar las frustraciones es bastante baja. La sociedad actual está acostumbrada a la dinámica digital de respuestas inmediatas. Junto a esto tenemos que pensar en las frustraciones inevitables por la realidad económica y social en la que vivimos. Una combinación difícil que puede llevar al incremento de la hostilidad en cualquier situación.
Vale destacar que el aislamiento y las pérdidas provocadas por la pandemia pueden encontrar alivio en el festejo mundial de este evento deportivo. No solo es importante el hecho de compartir un interés, igualmente importante es poder unirnos, juntarnos, reunirnos en todo el mundo por un evento saludable.
Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA mat.: 31906)
Psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina
licbonelli@gmail.com
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