Responsabilidad afectiva

Responsabilidad afectiva

Por Lic. Constanza Bonelli

Entendemos el concepto de “responsabilidad afectiva” como una forma que tenemos de actuar gracias a la cual consideramos cómo influye nuestro comportamiento en las personas con las que nos relacionamos. Se refiere tanto a lo que decimos, a lo que hacemos, a gestos, a estados emocionales, expectativas, explicaciones sobre nuestros actos, presencia y ausencia, incluso también a lo que no hacemos. No se trata de una característica universal con la que nacemos sino que se refiere a un modo de actuar que se aprende.

Se trata de un equilibrio entre lo que deseamos y la consideración de no dañar a quienes nos rodean. Es hacernos cargo de las consecuencias de nuestros actos respecto al resto de las personas. Hoy en día es un concepto muy difundido en redes sociales. Está de moda hablar de esto y difundir su práctica. 

Es muy importante considerar los posibles efectos de nuestras acciones en los demás. Pueden afectar sus pensamientos, sus emociones, su organización vital, su rutina y su autoestima. Pero pensar en la responsabilidad afectiva no se refiere a un acto altruista en el que los otros importen más que uno mismo sino a un equilibrio. 

Ejemplos claros de una irresponsabilidad afectiva son algunos comportamientos, lamentablemente, bastante habituales en la actualidad. En este tipo de relaciones líquidas, como diría Bauman, livianas,  fácilmente descartables, la consideración adecuada del otro, escasea. Entre ellos observamos el ghosting, que es cuando una persona desaparece inmediatamente sin dar avisos, dejando al otro desconcertado. Esto está muy facilitado por la virtualidad. Este tipo de comportamiento no sólo no es responsable, califica como negligente o agresivo y puede tener consecuencias negativas importantes en las víctimas de ese comportamiento. 

Un elemento clave en la responsabilidad afectiva es la comunicación, que debe ser clara en cuanto a lo que queremos y no pasar por encima del otro. También tenemos que ser capaces de pedir perdón si fuera necesario y adecuado a lo sucedido, poder explicar situaciones para que el otro entienda y resolver los posibles conflictos que pudieran surgir.

Para poder ser responsables afectivamente con el otro es importante empatizar, comunicar, preguntar, estar atentos. En todo vínculo se transitan momentos difíciles que algunos prefieren evitar. Pero la responsabilidad implica hacerse cargo de lo que sucede aunque sea incómodo o angustiante. 

En cuanto a la capacidad de empatizar es importante saber que la empatía requiere la acción de ponerse en el lugar del otro. Esto quiere decir que no se trata de pensar “¿qué me pasaría a mí si estuviera en su lugar?”, sino poder pensar qué le pasa al otro en su lugar. Todos somos distintos y tal vez al otro le molestan cosas que a nosotros no. 

A ser responsables aprendemos. No es innato. Es voluntario. Claro que no todos estamos igualmente capacitados para este aprendizaje. En la actualidad, caracterizada por la prevalencia de personas narcisistas que se vinculan de modo liviano y egoísta, no será tan fácil este aprendizaje, igualmente vale la pena promover las buenas conductas.

La responsabilidad afectiva debe ser considerada en toda relación. Familiar, de pareja, amistades, relaciones laborales, incluso con quienes no conocemos y tenemos que interactuar. Se trata de tener siempre presente el impacto que nuestros actos tienen en los demás. 

Responsabilidad afectiva

En las escuelas se enseñan habilidades sociales desde los primeros años. Entre ellas debe considerarse esta responsabilidad que tenemos que desarrollar para vivir adecuadamente en sociedad.

Los indicadores de una correcta responsabilidad afectiva son la empatía, el respeto por los demás y por sí mismo, la buena comunicación, la búsqueda de consenso frente a los desacuerdos, saber poner los límites necesarios para no ser invadidos ni invadir el espacio del otro, pensar en las consecuencias de nuestros actos y explicarlos si fuera necesario, todo esto de un modo recíproco. 

Algunos indicadores de irresponsabilidad afectiva son el ghosting, que se refiere a la desaparición repentina y absoluta como si fuera un fantasma; el breadcrumbing, que quiere decir “ir dejando migajas de pan” como en el cuento de Hansel y Gretel, para interesar al otro pero sin que haya un compromiso real en consolidar una relación; el stalking, se trata del acoso o acecho por redes; el haunting, que se refiere a la reaparición de un ex de un modo invasivo. Todos estos son ejemplos claros de conductas tóxicas e irresponsables con los demás.  

El cuidado y el respeto por el otro y por nosotros mismos es fundamental para vincularse saludablemente.

Lic. en Psicología UBA

                                                                                                    Psicoanalista APA/API

                                                                                                               Mat.:31906  

                                                              licbonelli@gmail.com / Ig: lic.constanzabonelli

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