Familias ensambladas
Por Lic. Constanza Bonelli
Se denomina “familia ensamblada” a la creación de una nueva familia luego de la separación de una familia anterior. Puede haber hijos de una de las personas de la nueva pareja o de los dos e, incluso, hijos de esta nueva unión. Se trata de una realidad muy frecuente y muchas veces presenta dificultades a todos los miembros de la familia en cuestión y de las anteriormente separadas. Se producen cambios muy significativos que requieren de una adaptación que no siempre resulta sencilla y que puede generar estrés.
El ensamble supone la unión de hábitos, costumbres, historias, ideales, valores, creencias y necesidades, en ocasiones muy diferentes y de allí vienen, generalmente, los conflictos. Esta situación requiere de la creación de una nueva dinámica familiar que contemple las vivencias preexistentes de todos los miembros de un modo respetuoso y empático.
Este cambio es vivido a modo de crisis por la pérdida de lo anterior y la posibilidad de lo nuevo. Y como toda crisis, siempre requiere de duelos que pueden ser dolorosos mientras se abre la puerta al crecimiento. Para poder transformar el dolor por lo perdido en crecimiento, es necesario ser pacientes, tolerar los sentimientos de tristeza, angustia y miedos que provoca la ruptura de la familia inicial y respetar los tiempos de cada miembro, que pueden ser muy diferentes entre sí. Los adultos tienen que estar muy atentos a lo que pudieran estar sintiendo los hijos. Es esencial una buena comunicación y, sobre todo, tolerancia. Es un proceso que requiere de mucho trabajo psíquico y no hay que apurarlo.
Todo cambio requiere de la tarea de salir de la zona de confort, afrontando renuncias, duelos y separaciones. Asumir que ya no existe la familia de orígen de la forma en la que existía y encontrar la nueva modalidad, es un proceso difícil. Adaptarse a la nueva realidad resulta un desafío y retos para todo el grupo. Como todo cambio y adaptación, es necesario desarrollar nuevas herramientas psíquicas y recursos emocionales que nos sirvan para esta nueva ocasión.
Este proceso parte de un duelo por la separación de la familia original, por ello será experimentado primero con dolor y angustia, y poco a poco podrán aprender a relacionarse de un modo saludable. Es normal que aparezcan sentimientos de tristeza, a veces profundos, por la separación, a los cuales hay que estar atentos por si algún miembro necesitara apoyo psicológico.
Los hijos pueden sentirse extraños frente a la nueva realidad y resistirse a la adaptación mostrándose hostiles, poco participativos, deprimidos, agresivos y conflictivos. Esto puede desplazarse también a conductas fuera del entorno familiar que en algunas oportunidades necesitarán de supervisión de los padres mientras el hijo se acomoda a la nueva realidad. De nada sirve apurarlos y “obligarlos” a estar bien con las nuevas decisiones. Lo más saludable es respetar el tiempo que a cada hijo le lleve la adaptación. El diálogo, la cercanía, una buena atención, una comunicación afectuosa, todo ésto vivenciado desde la responsabilidad afectiva hacia los demás, terminará en un buena adaptación.
Familias ensambladas
Un conflicto frecuente entre los padres recién separados, es que no puedan transitar la crisis respetando las decisiones del otro y, aún peor, pueden utilizar a los hijos como objetos de disputas. Esto daña mucho a los menores que ya se encuentran en duelo y pueden quedar desconcertados en los enfrentamientos de los padres.
La separación, aunque sea dolorosa es necesaria, sino no sucedería. Mantener vínculos que no funcionan nunca es saludable. Por ello, si bien el proceso es doloroso, siempre llevará a los miembros de la familia que se separa a una nueva situación que permite la posibilidad de que se creen uniones que funcionen mejor. Y así suele ser, aunque existe la posibilidad de que se repitan patrones negativos y se construyan nuevas familias también disfuncionales.
La nueva realidad familiar también permitirá con el tiempo construir una historia familiar de vínculos sólidos. Pero hay que ser pacientes y no idealizar esta situación asumiendo que todo será mejor. Para que así sea hay que ocuparse de crear relaciones estables, respetuosas, de confianza, de tolerancia, de interés y de empatía por los demás, con paciencia y buena comunicación.
El nuevo proyecto debe tener a los hijos en primer plano, que ellos se sientan importantes y considerados en las nuevas decisiones. Esto facilitará la creación de un ambiente familiar adecuado.
Las familias ensambladas suelen ser funcionales y saludables, permitiendo en el tiempo la construcción de sólidos sentimientos de pertenencia en todos los miembros de la nueva unión. Partiendo de la ruptura y el duelo, con el aprendizaje que esta crisis ha proporcionado, suelen ser más funcionales que las familias de orígen. En la actualidad es una modalidad familiar muy habitual. Se trata de la integración de dos grupos familiares que crean una familia compleja, rica en posibilidades de consolidar vínculos profundos.
En el difícil proceso de conformación de las familias reconstituidas puede surgir rivalidad, celos, competencia, sentimientos de abandono e incertidumbre en los hijos que están en duelo y crisis. Será necesario ser pacientes y tolerantes, y continuar de modo progresivo con la consolidación familiar, que seguramente será exitosa y beneficiosa para todos los miembros de la nueva unión
Lic. en Psicología UBA
Psicoanalista APA/API
Mat.: 31906
licbonelli@gmail.com / Ig: lic.constanzabonelli
Cel.:156-272-2973
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