El poder de las emociones
Por Lic. Constanza Bonelli
Las emociones son estados afectivos que experimentamos, reacciones psicofisiológicas subjetivas al ambiente, que pueden ser conscientes o no. Son innatas, universales e independientes de la cultura. Surgen ante situaciones relevantes y generan cambios físicos, psíquicos y químicos que quedan registrados como experiencia afectiva y a la vez son influenciadas por las experiencias.
La inteligencia emocional es la capacidad de comprender adecuadamente las emociones para saber responder de la mejor manera posible. Una emoción que se une a un pensamiento se convierte en un sentimiento. Cuando una emoción intensa no es gestionada de la forma correcta, se queda enquistada y se transforma en estado de ánimo.
Las emociones tienen una función adaptativa al ambiente que nos rodea, surgen súbitamente en forma de crisis violenta de corta duración ante situaciones que implican amenaza, peligro, novedad, pérdida, éxito. Han sido muy útiles a lo largo de la evolución de la especie garantizando la supervivencia. Por otra parte, facilitan la interacción social al permitir una comunicación de los estados afectivos.
Existen reacciones emocionales básicas positivas y negativas. Las positivas están relacionadas a la salud, al bienestar, a la posibilidad de desarrollar las mejores herramientas adaptativas para responder a los estímulos de la realidad. Las negativas están directamente asociadas a la enfermedad psíquica y física. A su vez la intensidad emocional y la sensibilidad de la persona serán importantes a la hora de evaluar si determinadas emociones negativas pueden dejar secuelas o ser inocuas. También es muy importante considerar qué duración tiene el estado emocional negativo. Cuando permanece indefinidamente se transforma en un trastorno de salud.
Las categorías básicas de las emociones son el miedo, la ira, la alegría, la sorpresa, el asco y la tristeza. Cada una de ellas tiene una finalidad adaptativa, es decir, tienen diferentes funciones con el fin de llevarnos a ciertas conductas. Por ello es tan importante transitarlas una vez que surgen en lugar de intentar que desaparezcan. Es decir, cuando surge enojo, ira o tristeza, por más feo que sea experimentarlos es necesario hacerlo para responder adecuadamente a nuestra realidad. El conflicto surge cuando estamos en una situación de exceso de emociones negativas que nos dejan en un permanente estado de alerta que nos enferma.
Muchas de nuestras emociones tienen un reflejo inmediato en nuestro aparato digestivo. Por ejemplo cuando nos ponemos nerviosos inmediatamente lo sentimos en la panza. La inteligencia intuitiva es muy relevante, y es esa sensación que sentimos en el cuerpo frente a determinadas situaciones. Esto se debe a la estrecha relación que existe entre el cerebro y nuestro aparato digestivo. Así como también experimentamos otras emociones en diferentes partes del cuerpo. En el corazón, en la cabeza, etc.
Las emociones son tan poderosas que aún una sonrisa fingida, no irónica pero sí forzada, sin motivo, puede alterarnos químicamente para bien. El cerebro interpreta que existe una situación real de alegría por el movimiento de los músculos que intervienen al sonreír y segrega las hormonas correspondientes a esa emoción, activando el circuito del bienestar. Claro que lo más saludable será que ese bienestar sea resultado de una situación auténtica y no actuada. A la vez, las emociones negativas activan circuitos químicos negativos, con hormonas que nos hacen daño y nos enferman, y mucho más si esto sucede de forma frecuente o permanente.
Se han realizado estudios que midieron los cambios en sangre que experimentaban los voluntarios expuestos a palabras negativas y positivas, comprobando que se elevaba el cortisol, una hormona asociada al estrés y al miedo, con las palabras malas y bajaba con las buenas. Las emociones negativas como la ira, la tristeza, el miedo, cuando permanecen de modo estable generan la hormona cortisol, que se acopla a la membrana de los glóbulos blancos, de los linfocitos, que son las células que nos protegen contra virus, bacterias y tumores, y no las dejan funcionar. Es decir, se deteriora nuestro sistema inmunológico.
Vivimos en espacios de la realidad, esto quiere decir que la realidad es muy amplia y que podemos elegir en qué lugar de ella queremos estar. Obviamente la vida tiene partes feas y de nada sirve negarlas. Pero reconociendo lo malo, lo doloroso, podemos intentar elaborar ese sufrimiento mejorando nuestra realidad. Cuando nos quedamos enfocados únicamente en el lado negativo de las cosas, no podemos ver lo positivo, lo valioso de la experiencia que estamos transitando. La percepción es una cuestión cerebral y según lo que filtremos será cómo vemos nuestra realidad. Aún los momentos difíciles de la vida pueden transformarse en oportunidades para crecer y aprender.
Nuestro cerebro y nuestro psiquismo son plásticos, quiere decir que pueden cambiar, tanto para bien como para mal. Conocer esto nos da la posibilidad de elegir cómo queremos transitar la realidad sabiendo que de esa elección dependerá el resultado al que lleguemos. Frente a situaciones difíciles que no podamos resolver solos será bueno acudir a la ayuda profesional más adecuada posible.
Lic. en Psicología UBA
Psicoanalista APA
Mat.: 31906
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Cel.:156-272-29
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