La relación madre e hija
Por Lic. Constanza Bonelli
La relación madre e hija es intensa y pasional. Puede pasar del amor al odio en un instante y volver al amor en el momento siguiente. La madre psíquicamente saludable es dadora de amor y transmite en su deseo la cultura, en un modelo de afecto y continencia. Sobre el deseo materno se erigen los cimientos para construir la subjetividad femenina. Pero el deseo de la madre no es algo que pueda soportarse fácilmente y puede producir estragos en la hija. Lacan compara el deseo de la madre con la boca de un cocodrilo que puede cerrarse en cualquier momento y devorar a la hija.
En la actualidad las nuevas identidades y las diferentes formas del amor y de ser madre, que rompen con la idea de familia tradicional, tienen efectos en la conformación del psiquismo y, por lo tanto, en la modalidad de los vínculos, interpelando sin dudas los conceptos clásicos del psicoanálisis.
Para Freud no existe una representación de la mujer en el inconsciente, por ello plantea a la sexualidad femenina como un enigma. Será en relación al edipo que la sexualidad se ordenará, es decir, la sexualidad estará determinada por la posición subjetiva que se asuma frente a la castración y no por la anatomía de los sexos.
Edipo femenino:
Para pensar lo femenino tenemos que considerar tres diferencias en el Edipo de la mujer respecto del varón. En primer lugar, la niña debe cambiar de sexo. Mientras que el varón sólo tiene un área genital predominante, el pene; la mujer tiene dos, el clítoris, análogo al órgano viril masculino, y la vagina. En segundo lugar, el Edipo femenino cambia de objeto de amor, inicialmente es la madre y luego es el padre. La tercera diferencia es el posicionamiento frente a la castración que organiza la diferencia de los sexos. El verón temerá perder el pene, y la mujer se instalará en la envidia y la búsqueda del mismo.
Una de las salidas posibles del Edipo femenino es la feminidad, pero este camino puede ser abortado si la niña no tolera la falta de pene. Esto puede darse en el rechazo de la actividad sexual o en la conformación del complejo de masculinidad que determinará la construcción de una identidad homosexual.
Una relación devastadora:
Existe una fase anterior al Edipo que determina la relación madre-hija, cuya característica es la ambivalencia amor-odio. En el fondo de los sentimientos hostiles de la niña hacia la madre se encuentra la queja por no haberle dado un pene y las desventajas que ello le ocasionará. La reivindicación fálica no se encuentra excluida en ninguna de las posibles salidas del Edipo. Freud demuestra que la lógica fálica está en sintonía con el funcionamiento del aparato psíquico y que lo femenino queda imposible de ser significado. Es la envidia del pene la que dirige el Edipo femenino.
La mayor desilusión de la niña es la de la castración de la madre porque su amor inicial era dirigido hacia una madre fálica y no castrada. En esto radica la devastación, en que la identidad femenina está inconscientemente asimilada a una privación (la falta de pene). El descubrimiento de la castración de la madre es el motivo para que la hostilidad predomine indefinidamente en esta relación que zigzaguea entre el odio y el amor. Un amor destinado a sucumbir tras dirigirse hacia el padre en busca del pene tan envidiado. Para una madre que seduce, despertando el deseo que después prohibe, sólo queda hostilidad.
Podemos observar que el descubrimiento de la castración opera catástrofes en el psiquismo femenino. La devastación que una madre puede ser para su hija se relaciona con el enigma formulado por el goce femenino de la madre. Para Lacan se trata de un goce que está fuera de lo simbólico, no tiene representación inconsciente, diríamos en términos de Freud. La devastación, como un fenómeno subjetivo que surge de la relación entre madre e hija, dejará marcas en la relación de la mujer con su cuerpo, como también en los vínculos y en la pérdidas que vivirá.
La madre es una mujer que ha tenido que transitar su Edipo y su complejo de castración, y ha tenido que hacer lo suyo en cuanto a definir su posición subjetiva frente a la ausencia del falo. Como resultado de esta operación habrá formulado su modo de gozar y de allí su modalidad de maternidad. Las dificultades de asumir la falta en las madres son el germen de las patologías más graves tanto en las hijas como en los hijos.
Según Winnicott, la madre adecuada es la que se comporta como suficientemente buena, es decir, que responderá a las demandas del bebé en la presencia y ausencia necesarias. Ni estará permanentemente presente obturando la posibilidad de que surja el deseo en el niño o en la niña, ni se ausentará al punto de desaparecer. Podrá comportarse así una madre que se relacione adecuadamente con su propia falta. Tanto la presencia excesiva como la ausencia total resultan nefastas para el psiquismo del infante.
Lic. en Psicología UBA
Psicoanalista APA
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