La envidia
Por Constanza Bonelli
En psicoanálisis cuando hablamos de envidia hacemos referencia, principalmente, a una etapa del desarrollo de la sexualidad femenina y a los derivados de ésta a lo largo de la vida. También podemos relacionarla con etapas tempranas en la construcción del psiquismo.
Según S. Freud:
Se trata de la envidia del pene que surge del descubrimiento de la diferencia anatómica de los sexos. La niña se siente lesionada en comparación con el niño y desea poseer, como él, un pene. Esto luego se transformará en el deseo de tener un hijo como equivalente del pene o de gozar del hombre en el coito. Esta es la versión freudiana de la envidia. A partir de allí se construirá la personalidad de la mujer más basada sobre la envidia y la del hombre más sobre el temor de perder lo que tiene, complejo de castración.
En la niña se despiertan sentimientos negativos hacia la madre porque no la ha dotado del órgano sexual masculino. Es por ello que vira su deseo hacia el padre bajo la fantasía de conseguir un hijo=pene. Este es el complejo de Edipo femenino. La salida de éste llevará a la niña a renunciar al pedido que le hace al padre, desde la frustración, y dirigirse al afuera, enamorarse de un hombre y resolver allí la cuestión de su deseo.
Según Melanie Klein:
Quien más ha utilizado el concepto de envidia en su teoría fue Melanie Klein, psicoanalista inglesa sucesora de Freud. Esta autora define la envidia como un sentimiento de enojo con otra persona que posee y disfruta de algo deseable, a menudo acompañado por un impulso de tomarlo para sí o destruirlo.
Klein considera que la envidia existe desde el inicio de la vida como sentimientos destructivos frente al pecho materno que alimenta y frustra a la vez por no estar permanentemente a disposición. También sostiene que se relaciona a la unión amorosa de los padres que deja afuera al niño pequeño. Se trata de la destructividad primaria, pulsión de destrucción, innata en el ser humano, que a partir de las experiencias infantiles logrará atemperarse o crecerá. La gratitud sería la expresión de amor, de la pulsión de vida, contraria a la envidia que es odio y destrucción.
Esta emoción está relacionada con la etapa narcisista de unión con la madre sin diferenciación. Es cuando el niño siente que es uno con la madre, no entiende de diferencias ni separaciones, ni quiere entender, y le surge el odio, la destructividad, la envidia, cuando las diferencias se imponen. Las patologías narcisistas tan comunes en estas épocas, sean adicciones, trastornos de alimentación, depresiones, ataques de pánico, afecciones psicosomáticas, vínculos de apego, entre otras, se desencadenan de fallas en la elaboración de esta etapa.
En las relaciones:
La envidia es una especie de venganza por la diferencia. Si no se es igual al otro, el otro tiene que ser destruído. O se está “pegado” al otro o el otro es eliminado.
Podemos pensar que la dificultad para amar adecuadamente se explique por esta cuestión de la envidia y de la imposibilidad de aceptar y tolerar las diferencias. La única manera de amar sanamente es siendo dos, diferentes, que se eligen por deseo y se respetan, y no uno mitad del otro, “media naranja”, que se necesitan para vivir. Cuando es de este modo la separación es sentida como vivencia de aniquilación. Si el otro se va yo no puedo ser, me falta mi otra mitad. Entonces frente al temor por las fantasías de desamparo, surge la envidia y los sentimientos destructivos hacia el otro que amenaza con dejar.
En las relaciones sociales entre mujeres es notable este sentimiento negativo. Los vínculos están teñidos de esta emoción destructiva. Puede verse con frecuencia en las peleas entre mujeres, sean niñas o adultas, una intención destructiva frente a lo que las otras tienen y que una no puede tener. “Si no lo tengo, lo destruyo”. Si se trata de envidia nunca puede ser sana, siempre estará en juego el odio y la destrucción. Mientras que entre los varones observamos otro tipo de relación, más centrada en la competitividad, comparando lo que tienen (falo=pene), con miedo a perder.
Aquí también radican las dificultades en las relaciones de madres e hijas, que tendrán que sobrellevar las cuestiones de la envidia, como por su parte la de los padres e hijos, que tendrán que vérselas con la rivalidad y la competencia de quien es el más fuerte (poder=falo).
Lic. en Psicología UBA
Psicoanalista APA
Mat.: 31906
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Cel.:156-272-2973
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