Nuevas masculinidades y feminidades
Por Lic. Constanza Bonelli
En el contexto actual de revolución femenina quedan cuestionados los ideales hegemónicos de la masculinidad y la feminidad. La modernidad erosiona de alguna manera el sistema de géneros proponiendo una transformación en la comprensión de su construcción. Lo biológico cede espacio frente a lo psíquico, llegando a perder por completo su lugar. Lo femenino y lo masculino se entienden hoy como construcciones más allá de la disposición biológica. El feminismo cuestiona la jerarquía masculina establecida sobre las diferencias sexuales proponiendo su abolición.
Freud en “Tótem y tabú” (Freud, 1913), expone el modelo de la fratria freudiana, inspirado en pueblos primitivos, donde teoriza el lazo social como la alianza entre individuos masculinos en busca de la autoconservación. Momento de ingreso a la cultura, sobre la base de la prohibición del incesto y del parricidio, respeto de los iguales, y regulación de las relaciones con las mujeres.
“Tótem y tabú” (Freud, 1913):
Las primeras sociedades humanas se organizaban en torno a un Tótem, padre terrible o protopadre, especie de macho alfa que se regía por la fuerza y gozaba de todas las mujeres y hombres del clan, reproduciéndose con todas ellas y teniendo bajo su control a todos los hijos. Si alguien quisiera disputarle su poder, éste lo expulsaba o mataba. Cansados de estos abusos, los hijos se alían para derrocar a este padre de la horda primitiva. Lo atacan, lo matan y lo devoran. “Comida totémica”. Así introyectan su poder a la vez que interiorizan la ley, la prohibición del incesto y del parricidio. Para Freud esto se reedita en cada pasaje por el complejo de Edipo.
Podemos observar cómo violencia y ley parecen en principio indisociables, ya que la instauración de esta última depende de la violencia inaugural, el asesinato del padre de la horda primitiva, el ingreso a la cultura.
Así, el rol masculino queda asociado a la agresividad, al dominio y al poder. El rol femenino, en cambio, está asociado al cuidado de los hijos, a tareas domésticas y a estar bajo el dominio del hombre. Esto también se desprende de las costumbres de la vida en la prehistoria, cuando el macho salía a buscar el alimento contando con su fuerza, su poder, y la hembra quedaba al cuidado de la cría y de la familia.
Roles:
Las prácticas reiteradas construyen ideales que no siempre son alcanzables, aunque vehiculizan el comportamiento en un sentido o en otro. Sin embargo, también generan malestares cuando las metas no son alcanzadas del modo en que se espera por la familia o la sociedad. Es decir, los modelos de masculinidad y feminidad hegemónicos han servido como construcción de sentido de identidades personales y colectivas, pero al ser inalcanzables de modo total, pueden favorecer la disminución de la autoestima en los individuos lo que puede determinar conductas patológicas, entre ellas, la violencia de los varones hacia las mujeres.
Nuevas modelos:
Es clara la descomposición de los discursos hegemónicos de lo masculino y lo femenino en la actualidad. Podríamos pensarlo como el fin del dogma paterno. La sexualidad ya no se limita al ordenamiento masculino-femenino tradicional ni a la genitalidad articulada sobre la diferencia biológica de los sexos.
Los estereotipos dominantes se han fracturado y han emergido nuevas formas de padecimiento como estados depresivos, crisis de angustia, afecciones psicosomáticas, adicciones y procesos de des-identificación, que se desprenden de la dificultad del ordenamiento psíquico según los modelos rígidos, hoy en decadencia.
Desde el psicoanálisis observamos la configuración de nuevas identidades con su consecuente padecimiento psíquico particular y su modos de malestar en la cultura, que se suman a las construcciones subjetivas tradicionales. Se han creado nuevos modelos que deben ser comprendidos como resultantes de los valores de la cultura actual.
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