Por Lic. Constanza Bonelli
Distintos factores estresantes como un disminuído soporte social, condiciones socioeconómicas precarias, relaciones conflictivas y abusivas, sedentarismo, consumo de sustancias o una mala alimentación, entre otros, se asocian a un incremento en el riesgo de padecer enfermedades ya sean físicas o psíquicas, o ambas, incluso se relacionan a mayores índices de mortalidad. Nuestro organismo necesita mantener un equilibrio, una homeostasis, para poder actuar de modo saludable. Cuando no lo logra o lo hace de modo patológico aumenta la posibilidad de enfermar.
El fisiólogo y médico austrohúngaro Hans Selye fue el creador del concepto del estrés, entendido como un síndrome causado por diversos agentes nocivos que producen una respuesta inespecífica del organismo, a la cual denominó “Síndrome general de adaptación”. Este tiene tres etapas: la primera es la reacción de alerta o alarma aguda ante el peligro interno o externo; la segunda es la resistencia, que se refiere a que el organismo puede adaptarse si el o los estresores continúan actuando; y por último, si persiste la injuria, la etapa final del agotamiento.
Como afecta el estrés al organismo
El organismo tiene como meta mantener una homeostasis que frente a estresores se ve amenazada, entonces actúa, se adapta, para recuperar el equilibrio. Entendemos el estrés como el conjunto de respuestas que el organismo pone en marcha en el intento de regular las demandas, tanto internas como externas. Esta tarea se realiza por medio de reacciones físicas, fisiológicas, moleculares, emocionales y conductuales. Y según cómo sea esta respuesta generará efectos protectores o dañinos.
Cuando el estresor no cesa, se vuelve crónico, se produce una adaptación continua que modifica de modo perdurable el funcionamiento del organismo, que causa un desgaste que lleva al deterioro paulatino del funcionamiento del organismo. Ejemplos son las enfermedades cardíacas, metabólicas, inmunológicas, o enfermedades psíquicas crónicas como ciertas depresiones o patologías mentales graves. Esta sería la consecuencia de una permanente adaptación a factores causantes de estrés.
Descubrimientos recientes demuestran que importa más el proceso psicológico que se lleva a cabo para enfrentar el estrés que el factor estresante en sí mismo, en la consideración de la posibilidad de enfermar. Debe existir una adecuada capacidad de evaluación de las situaciones amenazantes y un adecuado afrontamiento, entendiendo a este último como todos los pensamientos, emociones, conductas e interpretaciones que el individuo puede desarrollar al enfrentarse a una situación que lo amenaza.
El estrés en el día a día
Durante los momentos de estrés el sistema de adaptación está activado e inhibidas otras capacidades del organismo. Y en los momentos de calma, por el contrario, se relaja la actividad contra el estrés y cobran mayor importancia la capacidad de juicio, la cognición, la capacidad afectiva, etc. Es decir, para funcionar de modo saludable es necesario que el sistema del estrés esté inhibido y activados el resto de los sistemas necesarios para un equilibrado funcionamiento del organismo.
En sí mismo el estrés no es algo negativo. El organismo deberá enfrentar distintos agentes estresores, internos y externos. De su adecuada capacidad para responder dependerá que pueda desarrollarse y reproducirse con éxito.
Existirán situaciones estresoras evitables e inevitables. De las evitables debemos alejarnos y buscar armonía en todos los niveles en los que podamos alcanzarla. Buenos vínculos sociales y amorosos, buen ambiente laboral, una adecuada conducta de alimentación y entrenamiento físico, un equilibrio que considere los distintos aspectos en los que nos desarrollamos. Y frente a las situaciones estresantes inevitables, el proceso psicológico que realicemos para enfrentarla determinará el poder que ese estresor tendrá en la posibilidad de enfermar.
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