Esta fiesta de origen celta, se celebra la noche del 31 de Octubre. El día del final del año celta se suponía que los espíritus podían salir de los cementerios y apoderarse de los cuerpos de los vivos para resucitar, pedirles alimentos y maldecirlos. Los pobladores ensuciaban sus casas y las decoraban con huesos y calaveras para que los muertos se asustaran y no entraran. Este festejo también tuvo su adaptación al catolicismo.
Con el tiempo se incorporó a la cultura mundial y a la subjetividad, y se transformó en algo más festivo y destinado a la diversión. Incluso se trata de reírse de la muerte mientras se niega de alguna manera su existencia.
En este año tan especial de pandemia, frente a esta realidad tan lamentable y que tanto miedo genera, transformar al menos un día esos miedos y malos sentimientos en algo divertido puede incluso ser aliviador. La muerte es algo que nos acompaña toda la vida y transformar esa angustia en un juego nos libera de cierta tensión.
La estética mortífera de Halloween, impactante, colorida, terrorífica, coincide plenamente con el auge de la imagen de esta época, que deja menos espacio a las palabras y a los pensamientos. Los terrores inconscientes encuentran representación en cada caracterización de los personajes ensangrentados, sádicos y tenebrosos de esta fiesta. Calabazas, esqueletos, fantasmas, hombres sin cabezas, brujas, niñas de películas de terror, entre otros tantos, capaces de infundir rechazo, pánico o terror, pero de forma divertida, como una satirización de nuestros miedos más profundos.
La calabaza hueca con una vela por dentro, está inspirada en la leyenda de “Jack el Tacaño”, que decía que por cada muerto que hubiese en la familia, había que poner una vela en las ventanas de las casas para que sus espíritus no los perturbasen por la noches en forma de pesadillas. Podemos pensar que esta celebración tenía el sentido de que los vivos pudieran defenderse de los muertos, pero que estos muertos representaban deseos reprimidos, de los que era necesario defenderse o mantenerlos a distancia. Sobre todo porque en la leyenda los espíritus volvían en forma de pesadillas, que no son más que una vía de salida del inconsciente. Freud se refería a esto que insiste por volver, como algo familiar que retorna de modo que se nos hace extraño, como lo “siniestro”, que son los deseos hostiles y sexuales propios del complejo de Edipo.
Parte del festejo implica salir disfrazados y recorrer las calles tocando la puerta de las casas ofreciendo “Trick-or-treat” que significa “Truco-o-trato”, que la leyenda inicial celta contaba que eran las dos opciones que ofrecían los espíritus cuando llegaban a las casas de los vivos. La mejor opción era hacer algún trato para que los espíritus no pudieran maldecir a los vivos ni apoderarse de sus cuerpos para resucitar. Similar al trato que la cultura actual propone en contra del paso del tiempo y de evitar la muerte, en esta búsqueda incesante de la eterna juventud. Este juego que se ofrece de “Trick-or-treat”, está al servicio de la pulsión de vida, Eros, como un posible rodeo que distraiga a la muerte, que trae la pulsión Thánatos, al menos por un momento. Además se trata de un juego y, por lo tanto, un modo de sublimar pulsiones.
Existen tradiciones similares a las de Halloween en distintas culturas que tienen una intención similar… representar a la muerte, a lo siniestro, a lo inconsciente, a lo terrorífico, de modo que permita cierto alivio de la tensión que la angustia de muerte provoca. A través de este juego, de estas fiestas, se puede sublimar parte de lo mortífero de la pulsión y de lo traumático que eso nos resulta.
Por Lic. Constanza Bonelli
Consultorios en Nordelta y Belgrano: 4871-6634 / 156-272-2973
UBA matrícula 31906
Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
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