¿Por qué nos aburrimos?

¿Por qué nos aburrimos?

Por Lic. Constanza Bonelli

En esta época de aislamiento por la pandemia, el aburrimiento sobreviene con facilidad. Las actividades con las que antes lo morigerábamos están suspendidas, a la vez que se exacerbaron todas aquellas mediadas por dispositivos electrónicos, propuestas de series y películas, o actividades en la web. Una respuesta a la dificultad de encontrarse con la angustia existencial de la incompletud.

¿Por qué nos aburrimos?
Desde el psicoanálisis podemos pensar el aburrimiento como el retiro del interés sobre el mundo, particularmente de la situación que aburre. Este retiro puede darse por distintos motivos. 

Más allá de esas diferencias, podemos entenderlo como esa cuota de insatisfacción que caracteriza al deseo. El deseo es nuestro motor, es la permanente búsqueda de gratificación, que si lograra su objetivo de modo completo, cesaría, dejaríamos de desear. Eso que falta en cada satisfacción que buscamos, que deseamos, es estructural. Es un vacío imposible de llenar. Cuando eso que falta no se tolera bien, aparece el aburrimiento.

En nuestra cultura actual hay una oferta permanente de objetos y acciones que prometen “el paraíso perdido”, la gratificación perfecta, el llenado completo del vacío, una imposibilidad. De allí que el aburrimiento no sea para nada bien tolerado ya que surge, justamente, cuando nos acercamos a esa imperfección, a lo que nos falta, en lugar de poder disfrutar lo que sí alcanzamos a satisfacer de nuestros deseos.

No escapan a esto los entrampamientos subjetivos del enamoramiento, cuya ilusoria completud de dos que se unen para ser “uno” (1+1=1???), no son más que otro intento fallido de negar lo incompleto, lo que falta, lo que no alcanzamos de lo que buscamos, ese resto que cuando aparece se vuelve intolerable y nos aburrimos.

El aburrimiento se relaciona con el cansancio, el fastidio, con los sentimientos de disgusto y la existencia desprovista de sentido. Es la falta de estímulos sensoriales, el silencio, el reposo, la falta de percepción. Una especie de indiferencia que nos empuja hacia el sinsentido, intolerable en el ritmo de vida actual. Una improductividad en plena era del consumo e hiperactividad.

Se refiere también al deseo de otra cosa, desde la fantasía de que existe alguna otra cosa que pueda colmar nuestro deseo de modo total. Sobre esta idea se basan las características consumistas de nuestra sociedad que compra y vende “felicidad” basada en el tener. Un tener nunca suficiente, nunca alcanzable. Una incorporación incesante de cosas que no muestra más que lo que nos falta.

El aburrimiento es la falta de asombro, de sorpresa, de algo anonadante. Es la percepción dolorosa de la repetición, de lo monótono. Incluso cuando obtener los objetos anhelados se vuelve repetitivo, aburre.

Podemos aburrirnos en cualquier momento y lugar, a toda edad, y aún estando en situaciones que anhelamos previamente. Un espectáculo, un viaje, un encuentro.

Como afecto-efecto de un saber anticipado, de un saber sin sorpresas, en el vínculo con el otro se erosiona el amor hasta su aniquilación, cuando por aburrimiento se recurre a todo tipo de suplencias como el consumo de drogas, el juego, o cualquier otro objeto u actividad de consumo.

Cuando el sujeto quiere saber demasiado sobre el encuentro con el otro, intentando esquivar el inevitable desencuentro, aparece el aburrimiento, el tedio. Algo similar sucede cuando estamos en tiempo de ocio, sin las preocupaciones obligatorias de las actividades laborales, cuando tenemos tiempo libre. Aquí la falta de obligaciones programadas nos enfrenta a un vacío que puede incomodar, y así surge el aburrimiento.

En la actualidad observamos con frecuencia este fenómeno de escapar del aburrimiento del modo en que sea posible. Los jóvenes agrupados en redes en las cuales encuentran identidad pero que, a la vez, esas semejanzas se tornan monótonas, aburridas, y se escapan de lo repetitivo en la búsqueda de emociones cada vez más fuertes. Ejemplo de esto son las fiestas electrónicas de música repetitiva que, junto al consumo de sustancias, ofrecen un supuesto goce ilimitado con la promesa de sacarlos del aburrimiento.

Sin embargo, cuando se logra tolerar ese vacío, soportar la incomodidad por lo que nos falta, surge toda posibilidad creativa. Aburrirse no sólo no es un afecto negativo sino, por el contrario, es la posibilidad de mirarnos y descubrir algo más acerca de nuestros deseos.

Consultorios en Nordelta y Belgrano: 4871-6634 / 156-272-2973
UBA matrícula 31906
Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
licbonelli@gmail.com / Ig: lic.constanzabonelli

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