La experiencia musical y la experiencia analítica
por Lic. Constanza Bonelli
La música es un tipo de lenguaje, de comunicación, de expresión artística, pero con características particulares que la diferencian del lenguaje de las palabras. La vivencia musical es prelingüística, es decir, no podemos comprenderla con el pensamiento organizado verbalmente. Se trata de una experiencia sensorial, emocional, que no responde a la lógica del lenguaje verbal. Existe un límite en la capacidad expresiva de las palabras para conceptualizar la emoción que la música produce. Lo mismo que sucede si se quiere expresar en palabras lo que cualquier otra obra artística despierta en el espectador. Es siempre una experiencia singular y colectiva, pero que no puede compartirse con el lenguaje de las palabras.
La aparición de la música y la danza produjo un avance significativo en la especie humana, ambas producen un sentimiento de solidaridad, de unión, y por ello es utilizada desde siempre en distintas situaciones sociales como festejos, bodas, funerales, marchas militares, actos religiosos o conciertos. También ha sido utilizada como unión frente a situaciones de peligro y por ello se ha convertido en universal. Es una de las diferencias con los primates que marcan nuestra evolución.
Es notable cómo la reacción a la música se observa desde los primeros momentos de vida en el bebé, con una sonrisa por ejemplo, o cuando vemos en ellos una respuesta física de movimiento rítmico al escucharla. Además la transmitimos desde el inicio de la vida y aún antes del nacimiento cuando le cantamos al bebé dentro de la panza de la mamá. Para el bebé los sonidos rítmicos del cuerpo de la madre, latidos del corazón, sonido de la voz, etc., son las primeras experiencias sonoras, musicales de su vida, que rememora más adelante.
El efecto musical de la voz humana tuvo que preceder a su articulación como lenguaje y el efecto comunicativo preceder a las palabras. Por razones obvias la música no pudo ser transmitidas hasta cierta evolución tecnológica de grabación mientras que mensajes pictóricos y escritos se transmitieron desde épocas anteriores. Por mucho tiempo la música sólo se pudo experimentar en vivo lo que atrasó la posibilidad de su transmisión.
El carácter placentero de la música se debe a que la percibimos de un modo como que nos atraviesa, nos envuelve, y genera reacciones cerebrales de liberación de dopamina, como lo hacen la comida, el sexo y las drogas, lo que explica el placer que nos provoca. También el efecto de rememoración de situaciones previas de placer que al recordarlas nos genera un placer similar, o incluso cuando nos calmamos al escuchar ciertas melodías que relacionamos a nuestra primera infancia, que quedan asociadas a los cuidados maternos iniciales.
El carácter repetitivo de la música, su ritmo, la repetición continua de un misma melodía con ligeras variaciones, la progresión creciente del ritmo con la explosión orquestal, representan el funcionamiento psíquico descrito por Freud, en el cual el incremento de tensión seguido por su descarga es experimentado como placer.
La música como comunicación prelingüística se asemeja a la relación analítica y al modo en que el vínculo transferencial entre paciente y analista se dan. Las interpretaciones y sus efectos deben ser entendidas más allá de las palabras, como un experiencia que implica una cuestión sensorial, inconsciente, que se da en el encuadre del trabajo analítico, cuyo efecto se produce más allá de la comprensión consciente del lenguaje. Se trata de eso que se dice y de lo que no, que está asociado a ello, que caracteriza al efecto de insight, de encuentro con nuestra verdad, que posibilita la cura.
La experiencia musical y la experiencia analítica por Lic. Constanza Bonelli
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