Anotaciones acerca de la teoría de los sueños en la obra de Freud
La interpretación de los sueños. Hito fundamental en la historia del psicoanálisis. Su mismo fundador, Sigmund Freud, pensó que si había un descubrimiento, un trabajo que fuera la piedra fundamental del edificio conceptual que desarrolló, sería sin duda la obra publicada en el 1900. Escribe en la Traumdeutung que ellos son la vía regia de acceso al inconsciente. Ese principio del siglo que marca simbólicamente una transformación en la comprensión de la conducta humana y que revolucionó de un modo irreversible la concepción del hombre hasta ese entonces.
A tal punto que como se ha señalado repetidas veces al igual que antes lo habían hecho Copérnico y Darwin es Freud quien generó el tercer gran descentramiento narcisista que soportó el ser humano derrumbándose el refugio que otorgaba a la conciencia el lugar rector del sujeto. Es sin duda el espacio del sueño aquel que fractura una declarada formación monolítica y desnuda la alteridad paradigmática que transitamos en nuestra calidad de sujetos divididos.
¿Quién soñó? ¿Desde dónde emerge el sueño que en su aparente sin sentido nos presenta las verdades inéditas? ¿Cómo pretender ser ajeno a ellos cuándo es justamente nuestra ajenidad la que lo genera?
El tema en cuestión: el mundo onírico, los sueños y una nueva lectura acerca de su construcción y su significado. Así nos internamos en el trabajo del sueño, aquel que convierte al sueño latente en manifiesto y que será el material que devendrá objeto de nuestra labor interpretativa. La misma que en su ejercicio, como nos dice Freud, deberá hacer desaparecer la desfiguración onírica que el trabajo del sueño conlleva.
Sería imposible extenderme aquí sobre las operaciones de condensación y desplazamiento que hacen al traslado de las representaciones latentes en las imágenes oníricas manifiestas pero como queda claro en el capítulo VII de la Interpretación de los sueños su amplitud, conexiones y complejidad es riquísima y deja abiertas las puertas a nuevos caminos de investigación. No quiero dejar de señalar esa tercera operación que resulta clave en el trabajo onírico y que consiste en la transposición de pensamientos en imágenes visuales.
A modo de síntesis una afirmación contundente: los sueños tienen un sentido, una intención, un para qué; son pasibles de ser develados a través de una técnica apropiada iluminando aspectos desconocidos o reprimidos hasta ese momento. Cuando decimos sentido no solamente hablamos de dirección e intencionalidad sino que nos referimos principalmente a la palabra, al discurso significante dentro del cual buscaremos tejer nuestro argumento identitario. De ahí la advertencia de no quedar encandilado por la presentación icónica, vehículo parcialmente encubridor de la palabra oculta.