Los miedos en la infancia

Los miedos en la infancia. Por Lic. Constanza Bonelli

Los miedos son una emoción normal del ser humano en todas las etapas de su vida. Tienen la finalidad de protegernos frente a posibles peligros pero también pueden volverse sintomáticos si son excesivos. En la infancia y a lo largo del desarrollo, existe una serie de miedos normales, esperables, que protegen al niño. Pero lamentablemente ellos no están exentos de patologías psíquicas y lo que en principio es una herramienta, el miedo como protección, puede volverse neurosis infantil.

Los miedos en la infanciaDesde la angustia del octavo mes, podemos ver la emergencia del miedo en el bebé. Aquí comienza la angustia de separación, ésta aparece cuando el bebé se encuentra frente a otras personas en lugar de ver a su madre. Esto lo desconcierta, lo angustia, siente miedo y sólo se calma al ver a su mamá. Lo nuevo, lo desconocido lo vive como una amenaza y busca la presencia de su madre como protección. Además esta unión se encuentra en el momento más fuerte, el primer año de vida. Se denomina a este momento de la relación madre-hijo “célula narcisista” y se describe como una etapa en la que el bebé no es del todo consciente de ser una persona diferente de su madre. Esto refuerza el temor a separarse de ella y el encuentro con extraños refuerza la vivencia de desamparo por la ausencia de su mamá.

Luego se van desarrollando otros miedos normales que por lo general en los primeros años remiten a la angustia de separación. El miedo a la oscuridad o a estar solos, son los más comunes. Ambos enfrentan al niño a la idea de encontrarse sin la compañía de sus padres, principalmente la mamá, frente a los posibles peligros de la vida.

Otros miedos comunes en los niños pequeños son los referidos a los animales. La existencia de este miedo es vital ya que quedar expuesto a un posible ataque de un animal puede ser muy peligroso, aunque será necesario diferenciar entre los animales que podrían causar daño y los que no, ya que la relación con animales domésticos tiene muchos beneficios en cuanto al aporte de afecto hacia los niños.

A medida que avanza el desarrollo, gradualmente se van superando los miedos de las etapas anteriores pero van surgiendo nuevos. Algunos como el miedo a la oscuridad o a estar solos pueden atravesar distintas etapas. Al desarrollar sus capacidades cognitivas, el niño comienza a tener mayor habilidad para imaginar. Así aparecen los miedos fantasiosos como a monstruos o cualquier otro ser imaginario, ésto estimulado además por películas y series especialmente realizadas para esta etapa de la infancia.

Poco a poco los miedos fantásticos van dejando lugar a miedos más reales como al daño físico, a enfermedades e, incluso, con la madurez, llega la consciencia de finitud, y por ende, el miedo a la muerte.

En el paso hacia la adolescencia, desde los púberes hasta los más grandes, como los pares, amigos, compañeros, comienzan a ser los nuevos referentes suplantando a la figura de los padres, la opinión positiva o negativa de ellos cobra gran valor, y de allí surgen los miedos a las posibles críticas, a la aprobación o no de sí mismos apoyados en la opinión de los demás. Aquí se va dando la separación de las figuras paternas, necesaria para el desarrollo de la identidad adulta, y ésto crea una situación de inestabilidad psíquica, de cambio, de crisis, que si bien es vital y necesaria en el desarrollo evolutivo, puede ser vivenciada con mucho temor.

En la actualidad la vida a través de las redes sociales sobrevalora la imagen sobre otros aspectos de la persona. Los adolescentes se encuentran en pleno cambio físico y la sobrevaloración de la imagen puede llevar a dificultades de autoestima por miedo a la no aceptación. Los cambios físicos que se experimentan van acompañados de cambios hormonales y emocionales que son vivenciados como una crisis de identidad en muchos casos difícil de atravesar. Esta etapa puede desencadenar patologías relacionadas a la imagen corporal, entre ellas encontramos los distintos trastornos de alimentación, bulimia y anorexia, otros trastornos como obesidad, exceso de actividad física, hasta depresión y consumo de sustancias que nos indicarán un fallido atravesamiento de esta etapa.

Muchos de los miedos de los primeros años de la infancia tienen como base el miedo al abandono, a no ser queridos, a encontrarse solos en la vida. De allí derivan las distintas situaciones generadoras de miedo. El modo en que los padres reaccionen a los miedos de sus hijos será neural para que logren un adecuado desarrollo.

La sobreprotección, que se refiere al exceso de cuidados sobre los niños, tiene en contra el no desarrollo de las herramientas necesarias para el autocuidado, junto a la permanente sensación de estar expuesto a un peligro y la dependencia sobre los padres para enfrentar las situaciones amenazantes.

Por otro lado, un exceso en la exposición de los niños a enfrentar las situaciones que viven como amenazantes, en lugar de darles valor, coraje, por el contrario los debilita, haciéndolos sentir cada vez menos capaces de enfrentar posibles peligros.

Tanto el extremo de la sobreprotección como la falta de cuidados, dejan a los niños en una constante sensación de ansiedad por sentir que algo les puede pasar. Esta sensación de amenaza, este estado ansioso permanente es perjudicial para la salud física y psíquica. Viven en un estado de alerta constante. A futuro será muy probable el desarrollo de patologías relacionadas a la inseguridad de sí mismos.

Un modo adecuado de educar a los niños frente a los miedos es poder hablar de ellos, que cuenten con las explicaciones necesarias para comprender las situaciones que perciben amenazantes, mostrarles las capacidades que ellos sí tienen para defenderse, ayudarlos a construir nuevas herramientas contando con las personales; como así también aprendiendo sobre las limitaciones de cada uno que permitirá no enfrentar situaciones que resulten excesivas, fomentando el alejamiento de las mismas.

Es común en los primeros años de la infancia que los niños frente al temor a la oscuridad, a la soledad, se pasen a la cama de sus padres por las noches. Si bien hay que considerar todo lo anteriormente señalado sobre los miedos, aquí entra en juego algo más. Complejo de Edipo mediante, en la visita nocturna de los hijos se manifiestan todos los deseos edípicos de ellos. Tanto estar con mamá o papá en la cama, como ganarle al padre del mismo sexo del niño desplazandolo de la compañía del otro, padre/madre. Teniendo en cuenta que aquí suceden cosas que exceden al miedo, y pensando en los deseos edípicos que deben ser frenados, es necesario ayudarlos a entender que con los padres no pueden dormir, que necesitan desarrollar herramientas para poder estar en soledad en sus cuartos, lo que no sólo limitará lo edípico sino que funcionará como fomento de la valoración de sí mismos y del espacio personal que puedan desarrollar.

Cuando en la infancia los miedos normales se convierten en síntomas suelen estar asociados a conflictos psíquicos inconscientes, por ejemplo, un inadecuado atravesamiento del complejo de Edipo, o una defectuosa separación de los vínculos primarios (madre/padre), sobretodo de la mamá. Cuando ésto sucede se evidencian miedos desproporcionados que pueden convertirse en fobias o estados de ansiedad patológicos. Ambas situaciones merecen consulta psicológica para determinar si es necesario un tratamiento o algunas indicaciones para resolver estas situaciones.

Pensando en los adolescentes que ya transfirieron su interés desde sus padres hacia sus pares, será necesario estar atentos a las dificultades que este cambio pudiera traer. La adolescencia es una etapa muy difícil de atravesar y los miedos aquí se relacionan a situaciones nuevas, distintas a las de las etapas anteriores, pero los padres tendrán que estar atentos para poder detectar situaciones de riesgo, y así como en la infancia, brindar la ayuda necesaria para el desarrollo de las herramientas que necesiten. En casos en que ésto no fuera suficiente será indicado la consulta psicológica.

Lic. en psicología Constanza Bonelli
Consultorios en Nordelta y Belgrano: 4871-6634 / 156-272-2973
UBA matrícula 31906
Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
licbonelli@gmail.com

También te puede interesar: Crianza compartida: encuentros y desencuentros

No Comments Yet

Comments are closed