Crianza compartida: encuentros y desencuentros. Por Lic. Constanza Bonelli
La paternidad en la actualidad tiene características muy distintas a la que los padres de hoy hemos recibido de niños. Cada vez más las tareas de la crianza se dividen entre el padre y la madre, como también el aporte y el sostén económico. Esto en ocasiones genera fricción en las parejas cuando se presentan distintos modelos que se quieren seguir para educar a los hijos.
Históricamente las tareas de la madre y del padre en relación con sus hijos han sido bien diferenciadas. En aquellos tiempos no existían enfrentamientos entre diferentes modos de criar ya que cada uno se ocupaba de distintos aspectos de la crianza. La madre se encargaba más de los cuidados y el amor hacia el bebé, y el padre del sostén económico y de los límites, de la transmisión de la ley. A medida que fueron pasando los años las relaciones han ido cambiando, los roles se han ido modificando hacia un modelo más parejo, más igualitario, en el que ambos, madre y padre, comparten amor, cuidados, sostén y se encargan de los límites en la educación. Claramente antes también parte del rol materno incluía límites, y amor en la función del padre, me refiero a una distinción a grandes rasgos de ambos roles.
El cambio en el rol femenino en las últimas décadas en busca de la igualdad con el hombre, modificó las funciones de ambos frente a los cuidados de los hijos. La salida de la mujer del entorno familiar hacia el laboral y el social, modificó la vida de las familias en general. Si tanto mamá como papá van a encargarse de la alimentación, la recreación, los horarios, las tareas y reuniones escolares, el sostén económico, la transmisión de valores, de la ley, de lo que estará permitido o no hacer, como del amor, habrá que ver qué pasa si ambos padres vienen de modelos familiares muy distintos. Es muy frecuente que la crianza genere en ellos mucha ansiedad y cuando no se ponen de acuerdo fácilmente pueden llegar al conflicto.
Para ambos padres la paternidad es una experiencia nueva, vienen de ser hijos con una vaga idea sobre lo que debe ser criar y aprenderán durante la experiencia. No sólo a cómo ser madre y padre, sino a poder entender que se trata de dos personas en un proyecto común, la familia, que deberán desarrollar un nuevo modelo que tenga en sus raíces lo que cada uno de ellos ha recibido en su educación.
Es probable que como pareja no hayan experimentado las contradicciones de los distintos estilos en los que han sido criados, y que eso salga a la luz con la llegada del hijo. Así el encuentro adecuado que vivían entre ellos puede transformarse en un desencuentro frustrante que en ocasiones puede resultar difícil superar.
La frustración que estos desencuentros generan en la pareja pueden desencadenar una crisis, y como toda crisis, siempre es posibilidad de crecimiento. Obviamente no sin esfuerzo, porque “todo lo bueno cuesta”, pero esta puede ser una de esas oportunidades de crecer, de aprender, de incorporar al otro en la creación de un modelo propio que los represente a ambos padres en la educación de sus hijos.
Teniendo en cuenta las dificultades que significan la crianza y la aceptación de lo distinto, del otro, es importante poder encontrar, desde algún tipo de acuerdo, un estilo de crianza que compartan aunque no sea como el que han recibido. Es importante aceptar las diferencias y las ideas del otro, y cuando realmente son contradictorias a las de uno ver cómo puede resolverse de buen modo ese enfrentamiento de modelos. Así como no es aconsejable pelear, discutir, o rivalizar entre los padres frente a los hijos, porque son sobretodo ellos quienes salen perjudicados de esa discusión, las ideas sobre cómo los criarán, es aconsejable que se debatan fuera de la escucha de los niños. Límites, actividades, escuela, deportes, recreación, modos de alimentación, horarios, y muchísimas cosas más hay que definir junto al otro cómo se harán.
Es importante poder ver que los dos son nuevos en esta experiencia de ser padres y tolerar las formas de adaptación que cada uno tenga en cuanto a tiempos y modos de relacionarse con los hijos. Sentirse compañeros y no enemigos es fundamental, y si eso no resulta posible evaluar qué es lo que sucede en la pareja más allá de la situación de la crianza. El miedo que provoca la posibilidad de equivocarse y perjudicar a los hijos, pensar que no se está cumpliendo bien la función y la enorme ansiedad que esto genera, muchas veces termina en proyecciones negativas sobre el otro que no permiten la tolerancia de sus ideas y se desata el conflicto.
Si entre ambos hay amor y respeto por el proyecto familiar, y amor hacia los hijos, estarán dadas las condiciones para que la crisis sea superada con éxito.
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