Guillermina Lynch eligió como soporte de su expresión el terciopelo, textil que tiene mucha riqueza, “Más allá del lujo al que generalmente se lo asocia”, aclara . La artista realizó exposiciones en el Museo MAR de Mar del Plata en 2018, participó del Venice Design en Venecia, entre otras muestras en galerías de Argentina y del exterior.
Ella indagó y fue buscando su propia manera de trabajarlo, finalmente descubrió que la belleza puede estar hasta en el error, que el error justamente hace interesante la propuesta y la enriquece. También fue viendo las cualidades y desafíos al intervenir este tipo de material. “Al principio quería que me quedaran perfectos, pero como trabajo con corrosión, con ácidos y pistola de calor, algunos se me quemaron y dije: No. Se me arruinó la obra. Pero de golpe me di cuenta que es tan interesante, que lo interesante estaba en tratar al terciopelo de la forma en que generalmente no se lo trata, ya que es delicado , suntuoso, tiene que estar perfecto e impoluto. A mí me gusta el contraste, apoyándome en la textura que da el soporte, ya que el pelo es lo que me permite darle profundidad a la obra, lo puedo lijar llegando hasta la urdimbre incluso. En ese proceso además interviene mucho el azar. Por ejemplo este kimono, en el que trabajé con calor y lo dejé en el taller donde siguió actuando el calor y lo llevó a un estado que yo no podría haber logrado nunca, no hubo control sobre la tela, se plasma algo único.. Otra característica que me gusta de este material aparte de su densidad y trama, es cómo absorbe la luz, que va a ser distinto el tono a la mañana , a la tarde o a la noche. Entonces nunca podés saber cuál es el color verdadero, sino que dialoga con la luz ”, detalla apasionada la artista.
Contanos sobre las técnicas y materiales que utilizás
“Trabajo con serigrafía, o con tacos (moldes), me gusta por lo que tiene de azaroso. Generalmente mis shablones (matrices) están rotos o gastados, entonces puedo hacer la misma imagen pero como se van gastando o rompiendo nunca hay una imagen igual a la otra, puedo lograr distintos efectos. Esto tiene que ver con nosotros mismos, con nuestra esencia, tema que me apasiona. Pienso que por más que tenemos una misma esencia, siempre podemos transformarnos un millón de veces, evolucionar o cambiar, no estamos estancados en un lugar, siempre podemos expandirnos. Me interesa el tema de la expansión y transmutación, y este tipo de proceso está ligado a eso. Entonces por más que yo ya maneje bien la técnica, dejo cosas libradas al azar, levanto la matriz y me sorprende a mí lo que encuentro. Antes pensaba que debía estar todo bajo control, sin embargo hoy sé que parte de lo que hago se hace solo, y ahí surgen cosas completamente diferentes. Ahora me dejo llevar a propósito, por ejemplo no formulo los colores, por eso siempre me terminan sorprendiendo , ya que nunca sé exactamente cómo van a salir”
“Intervengo las obras con calor, pigmentos, ácidos, lijas y hasta cincel . Fue todo un desarrollo muy personal que fui haciendo de las técnicas y herramientas que uso, y todavía sigo aprendiendo. Me gusta que las obras tengan un efecto como del paso del tiempo, de valorar lo viejo y gastado. De hecho en mis muestras las obras se pueden tocar, género texturas para eso también, que sean accesibles desde lo táctil. Me parece que el roce de las manos, la manipulación , las manchas , lo quemado aportan algo muy valioso e interesante. “
¿Qué nos podés contar sobre la temática de los estanques?
“Siempre estuvo y sigue estando, todavía no la puedo dejar. Me atrae ese contraste entre lo que aparece en la superficie, y lo que pasa por debajo. Los lechos de los estanques son sucios, con barro, un fango que puede ser nutritivo pero si permaneces ahí te asfixia. Y sin embargo lo que ves arriba es otra cosa, bella y luminosa, hay una aparente tranquilidad. Hay un diálogo con la filosofía oriental, con sus simbologías y significados. Tiene que ver con conectarnos con nuestra sombra, como realmente una necesidad de una y de la otra, para que haya luz tiene que haber sombra y para que haya sombra tiene que haber luz. Es una invitación a eso, a contar con la sombra como algo positivo y algo necesario que te eleva y te da otra riqueza como persona. Yo al principio los pintaba porque de chica amaba los estanques, no era consciente de esto, me remiten a mi infancia , al misterio. Pero luego, como eran tan recurrentes empecé a estudiar e interesarme en los significados de por ejemplo la flor de loto, o el pez koi. El pez koi luego de haber luchado tanto y de haber nadado en contra de la corriente termina elevándose transformándose en un dragón. Mis formas son ondulantes, serpentean, hay muchas capas y mucha textura, las obras tienen movimiento. Al final tanta veladura termina develando algo, hay cosas que sobresalen justamente por esa cantidad de capas que hay. “
¿Cómo empezaste a trabajar con el terciopelo?
“Yo había estudiado pintura con Carolina Antoniadis, que fue muy bueno porque me hizo llevar imágenes que hablaran sobre mi, que yo me sintiera identificada. Fue un trabajo de dos días y me quedé sin energía, ya que conecté con un millón de cosas. Sentí que tenía que volcar todo eso pero no sabía cómo, porque no tenía ni las herramientas ni el lenguaje para hacerlo, fue angustiante. Luego de un tiempo decidí dejar la pintura. Pero en paralelo había empezado a hacer serigrafía con Constanza Martínez. Yo ya conocía la técnica porque había tenido una marca de ropa. El mundo textil siempre estuvo en mi vida como hilo conductor, de chica vivía disfrazada en el jardín de mi casa. A mi abuela le fascinaban, tenía cajas guardadas con telas que cuando las bajaba y abría para mí era el mejor programa. Yo miraba las telas estampadas y automáticamente me imaginaba historias con esas flores, o barcos o lo que fuera, cuentos. Volviendo a mi formación seguí con la serigrafía viendo que la podía llevar a otros lugares, sin saber bien adónde. Hasta que entró otra profesora al taller, Rosa Skific, y empezó a hablar del surrealismo, de lo onírico , y toda la parte más del inconsciente. Iba a las clases y durante tres meses estaba bloqueada, veía a la gente hacer y yo no podía pintar, nada. Sin embargo tenía una necesidad de expresión enorme, iban abriéndose como compuertas y no sabía cómo sacarlo. Hasta que un día me desperté y dije quiero estas imágenes sobre terciopelo. Tenía un rollo en casa y empecé así. Durante todo ese verano tomé un curso tras otro pero nadie sabía sobre terciopelo. Así que fui aprendiendo y probando yo misma. Pude unir la parte textil, con la serigrafía y con la parte plástica. Siempre trabajo en plano horizontal, hago mucha descarga de energía sobre la obra, hay mucho contacto con el agua porque me la paso lavando y el agua es para mí un medio que me mueve mucho”.
Delicado, sutil, suave, su trabajo transmite emociones e invita a ser parte de ese cuento de ese estanque de su historia más allá de lo vivido, lo sentido.
Por Adriana Lopaczek
@isladearte
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