Su lugar en el mundo es el campo, donde se crió. “En el paraíso”, según sus propias palabras, ese paraíso que en las últimas décadas fue cambiando con pérdidas insalvables.
“O quizás sí, salvables, todo depende de nosotros”.
Artista y escultora comprometida con la conservación y con la ecología, su inspiración es la naturaleza. Su mensaje no es liviano, sino claro y contundente en cuanto a denuncia, alarma y preocupación por conservar nuestra flora y fauna autóctona. Todo en su proceso artístico responde a cuidado y respeto, desde los materiales que usa, los descartes que clasifica para ser reutilizados, los esmaltes que guarda por decantación. Entre mates, su colorido delantal con bordados mexicanos y una gran sonrisa nos abre las puertas de su luminoso y amplio taller en Tigre.
¿Cómo empezaste en el arte? Estudié pintura en la legendaria Prilidiano Pueyrredón, fue una etapa lindísima, estudiaba y trabajaba de todo para mantenerme. Cursé 5 años pero no me recibí porque en el último año un escultor me propuso ir a trabajar a París como su asistente. El ya tenía su taller allá, y varios trabajos importantes. Accedí y fue un desafío súper interesante, además de que para mí era casi imposible ya que no tenía recursos económicos. Me quedé por 5 años trabajando. En París estaba la cuna del arte, y por supuesto iba mucho a las muestras y exposiciones, fue así como encontré una galería de arte que tenía obra en cerámica, que no era algo común, y me llamó la atención.
Cuando volví a Buenos Aires, separada, con dos hijos chiquitos, fue una etapa muy dura. Encima al poco tiempo fallecieron mis padres. Pero renací de las cenizas como el ave fénix. Apenas pude acomodarme empecé a dar clases de pintura en colegios, todo lo que podía. Y a la vez comencé un taller de cerámica , que fue fantástico. Al año, en 2006 pude alquilarme un tallercito y ya arranqué de lleno a producir obra. En 2007 hice mi primera muestra individual de vuelta en Argentina, antes había participado en exposiciones pero colectivas.
¿Qué nos podés contar acerca de tu soporte emblemático, la cerámica? Fue amor a primera vista. Hice talleres, uno inicial muy básico y después seguí con Graciela Olio y Alejandra Jones, a quienes considero grandes maestras ceramistas. En mi caso no me interesa la alfarería, la respeto y valoro como legado de los pueblos originarios. Pero lo mío es la escultura, y hoy utilizo cerámica, pero también ya empecé a realizarlas en resina ecológica, en madera, o combinando estos soportes a través de encastres, según el desafío que implique por ejemplo la escala. Sin duda la cerámica es el material que más amo , porque es el barro. Por ese lado es el medio perfecto, tiene esa coherencia. Yo trabajo por la Tierra. El barro parte de esa tierra, de esa Naturaleza que yo quiero proteger. También me permite aplicar colores, tonos, a través de los esmaltes y terminaciones. Me fascina el juego plástico, ya que estudié Bellas Artes, entonces me interesa lo pictórico, los detalles , la pintura, los chorreados.
A veces cuando hay temas estructurales o de escala, por ejemplo para hacer un ciervo o un guanaco, por los pesos, por las patas y los apoyos, tuve que hacer las patas en resina, los cuerpos en madera y las cabezas en cerámica. Ahora estoy haciendo un Gallo a gran escala , es para un Parque de Esculturas que se va a hacer en san Antonio De Areco, un proyecto buenísimo que también va a tener un mueso de arte contemporáneo. Me llamaron para que lo haga en cerámica, pero yo dije que no, y en reemplazo estoy utilizando una talla en resina ecológica. Podría hacerlo a la manera de Gaudí, que sería en cemento y revestido en cerámica, puede resultar interesante. Hago revestimientos, estas piezas que estoy terminando en muchos tonos de verde son para un encargo privado, son 600 en total y van a México a la casa de un coleccionista.
Contanos más de tu hilo conductor. La temática de animales me acompaña desde la pintura. Surge de lo más lindo que me pasó en la vida: me crié en el campo. Con muchos hermanos, familia muy grande de origen europeo, mi madre inglesa, mi padre belga, una mezcla de razas. Pero eran ingleses gauchos, una combinación extraña, usaban rastra, siempre bien vestidos a la usanza gaucha y criolla. Era un campo maravilloso , muy salvaje, al que todavía voy y es mi lugar en el mundo. No teníamos luz eléctrica. Era un campo de trabajo, de mucha hacienda y poca agricultura. Se veían muchos animales, tatú mulita, peludo , pájaros miles, víbora, ñandú, nutria, gato montés, hasta puma. Era el paraíso. Y lentamente ese paraíso, por culpa de la agricultura, se fue exterminando, se fue extinguiendo la fauna. Y entonces yo fui realmente testigo de ese pasaje. Y como artista yo no podía quedarme callada ante esto que a mí me producía dolor, me hacía daño ver todo lo que desaparecía.
Mi mensaje hace muchos años es la concientización y la denuncia hacia esa desaparición y extinción de especies autóctonas, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, que fue dantesca por los efectos de los agrotóxicos y glifosatos, así como también en otros lugares de nuestro país, por ejemplo la tala indiscriminada. Leí y me informé mucho sobre el tema de agroquímicos, me interiorice mucho.
Contanos sobre tu última exposición. En mi último trabajo, que fue este año en Galería Calvaresi , presenté los animales armados, como diciendo ¡somos los últimos! Y nos tenemos que defender. Formaron en esa muestra una especie de refugio como si fuera un fortín de la época de los indios, que se tuvieron que se atrincherar en sus bastiones y obviamente cayeron. Así que ahí los mezclo y los relaciono, nuestros aborígenes con nuestros animales autóctonos. Fue un trabajo súper arduo , muy grande, de seis meses “non-stop” para poder montar esa muestra. Lo más gratificante que tuve fue que tuvo mucha prensa y la prensa tomó claramente el mensaje que yo quería decir. Entonces valió la pena, llamar la atención y que se entienda la gravedad de lo que está pasando. Ver a los animales armados o los cactus guerreros produce un shock en el público.
¿Alguna experiencia especial que quieras compartir? Conocí al filántropo y conservacionista Douglas Tompkins en los Esteros De Iberá, a raíz de una muestra que hice. Fui a ver los osos hormigueros, que estaban casi extinguidos y fueron reinsertados en esa zona a través de su fundación. Él me enseñó muchas cosas, además del esfuerzo titánico de hacer algo por el bien común de la humanidad, de nuestro futuro, ya que destinó millones de su fortuna para comprar tierras y donarlas para Parques Nacionales, cosa que no vio concretada hasta su trágica muerte, ¡alguien que ni siquiera era argentino!
Me llamó la atención la estética de su estancia “El Socorro”, veía unos muebles maravillosos, unas obras de arte… Entonces le pregunté ¿qué tiene que ver esto con la conservación? “Todo”, fue su respuesta. “Van de la mano. Vos no podes hacer un proyecto de conservación cuando no hay belleza. Vos no podés iniciar ningún proyecto si no hay belleza.” Ahí entendí muchas cosas. Me hizo pensar por contraste en el caos de lo sucio, del desorden, del hacinamiento. Lo relaciono con la belleza como atributo principal de la naturaleza, la belleza que es equilibrio , que es armonía.
Fotos y texto: Adriana Lopaczek
adri.lopaczek@gmail.com
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