“La cura por palabra”
Freud, médico neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis, dedicó su actividad al intento de aliviar a los enfermos mentales. Descubre en ese camino al inconsciente, uno de los conceptos más importantes y revolucionarios del siglo XX. Se da cuenta que del pensamiento consciente desaparecen zonas que quedan ocultas, reprimidas, como las fantasías de incesto y de asesinato, odios reprimidos y aspectos de la sexualidad.
Para la época en que Freud comienza a desarrollar su teoría la mayoría de sus ideas eran reprobadas. Se lo consideraba un libertino. La gente no creía en sus teorías pero con el tiempo logra convertirse en uno de los científicos más importantes de la historia. El psicoanálisis aporta a la humanidad la posibilidad de curar mediante la palabra muchos de los malestares mentales. Freud comienza su teoría a fines de 1800 pero ésta es aceptada después de 1900.
La enfermedad mental era la asignatura pendiente de la medicina del siglo XIX, tanto en el conocimiento como en el tratamiento. En esos tiempos se utilizaban métodos muy inadecuados para tratar a los enfermos mentales como tirarles agua fría o se los hacía girar en sillas por lo que quedaban mareados, y también se los ataba con cadenas. Se creía entonces que los malestares mentales tenían asidero en causas físicas, en disfunciones o lesiones cerebrales.
En 1885 comienza a estudiar con J. M. Charcot, un neurólogo francés que se encontraba experimentando con pacientes histéricas bajo el tratamiento de la hipnosis. Estos trabajos marcaron el comienzo de una extensa investigación sobre el psiquismo humano. A partir de aquí las enfermedades mentales comienzan a ser entendidas como partiendo de ideas. Lo que probó Charcot mediante la hipnosis es que se podía generar un síntoma introduciendo ideas en la mente del enfermo mientras éste se encontrara bajo un estado hipnótico. Así se desarrolla la teoría de una segunda mente en la cual se encuentran esas ideas que no son accesibles a la consciencia del enfermo. Es a esta zona a la que Freud denominó “inconsciente”.
Freud comienza su clínica utilizando este método, la hipnosis, para tratar las enfermedades de la mente. Trabajaba desde la sugestión hipnótica en el intento de llegar a esa segunda mente. Lamentablemente esta técnica no funcionaba demasiado bien como tampoco otras técnicas de la época que también utilizó. Llegó a usar terapias de aguas minerales, electroterapia, hidroterapia y hasta el magnetismo. Todos ellos eran los remedios terapéuticos habituales de aquella época. Nada de esto funcionaba lo que mantenía a Freud en una búsqueda constante de un tratamiento adecuado.
Es entonces que conoce a J. Breuer, médico, fisiólogo y psicólogo austriaco, quien se encontraba utilizando un tratamiento al que llamaba “La cura de charlas”. Con el tratamiento de una de sus pacientes que sufría distintas disfunciones físicas, Breuer se dio cuenta que cuando hablaban del origen del síntoma, éste tendía a desaparecer. Así cobra gran relevancia en el trabajo psicoanalítico la palabra. Es “La cura por la palabra”. La idea era poder descubrir dónde y cuándo empezaron los síntomas.
La mayoría de sus pacientes mostraban que los síntomas se relacionaban con temas sexuales. Así la sexualidad se convierte en un tema central de la teoría psicoanalítica. El desarrollo del psiquismo del ser humano se basa en los avatares de la sexualidad desde los inicios de la vida. Descubrió Freud en sus pacientes que el sexo afloraba en el origen de todas las enfermedades neuróticas, la sexualidad y la represión de la misma. Primero pensó que se trataba de mujeres que habían sido seducidas o abusadas en la infancia, pero luego se dió cuenta que se trataba de fantasías universales subyacentes a la consciencia.
El descubrimiento de la característica sexual de los síntomas lo realiza en parte por la “transferencia”. Los pacientes sentían hacia él afectos que se referían a sus propios padres u otros vínculos importantes, que sin darse cuenta eran depositados en el vínculo con el terapeuta. Estos afectos que podían ser cálidos, sexuales, de odio u otros, en lugar de tomarlos como reales teoriza sobre ellos definiendo lo que denomina “transferencia”, eje central del método psicoanalítico. Entendía que en el desarrollo del análisis la “neurosis” del enfermo se transformaba en una “neurosis de transferencia” y sólo allí se podía comenzar a trabajar. Esto significa que sobre la escena analítica se trasladan los conflictos familiares y así, en el vínculo entre analizado y analista, se pueden trabajar.
El método de “la cura por la palabra” parte de una premisa que se debe respetar. La “asociación libre”, regla fundamental del psicoanálisis, que quiere decir que el paciente debe expresar todas sus ocurrencias, ideas, imágenes, emociones, pensamientos, tal como se presentan sin ningún tipo de selección. Y esas palabras deben ser escuchadas por el analista bajo otra premisa, la “atención flotante”, que significa no privilegiar ningún elemento del discurso sobre otro, dejando obrar la propia actividad inconsciente del analista para la creación de la interpretación. Llegando al final de su obra ya no hablaba de interpretación sino más bien de construcción, aludiendo a que aquello que el analista interpreta surge de un trabajo mutuo con el paciente. Podríamos decir que el análisis es un viaje al inconsciente que realizan paciente y analista con el fin de revisar cómo se ha establecido el psiquismo del enfermo con el afán de reconstruir aquello que no funciona, de un modo que sea útil para la vida del paciente.
Para realizar este viaje hacia las profundidades de la mente Freud descubre una vía magistral, los sueños. Así crea “La interpretación de los sueños”, uno de los textos privilegiados en su obra. Otras vías de acceso al inconsciente son los síntomas, los actos fallidos, los chistes, los olvidos y los lapsus.
El pensamiento freudiano provocó gran rechazo en la época principalmente por ciertos planteos que realizó, como entender que el ser humano posee fantasías incestuosas y de odio en los lazos más cercanos de la infancia. Antes los niños eran considerados como carentes de cualquier moción sexual, en cambio Freud los describe como perversos polimorfos con deseos homicidas. Es decir, entiende como base de nuestro psiquismo, en los inicios mismos de su constitución, la participación de deseos incestuosos y parricidas, junto al odio y a la sexualidad. A ésto lo llama “Complejo de Edipo” que es el deseo sexual hacia la madre y el odio y/o deseo de matar al padre en el varón; y “Complejo de Castración” que es la amenaza del padre al hijo varón para que desista de los deseos edípicos, ambos complejos son bastante conocidos en el lenguaje coloquial. De un modo similar pero con algunas diferencias procede el desarrollo de la hija mujer.
La energía sexual que forma parte de nuestro psiquismo es llamada “libido” y fue muy desarrollada a lo largo de toda su obra. Freud hablaba de pulsiones de autoconservación y pulsiones sexuales como las fuerzas que impulsan nuestras vidas. Pero descubre, sobretodo en épocas de guerra, que existen en el ser humano tendencias que sólo pueden mostrar destrucción. Una pulsión de agresión que puede dirigirse hacia uno mismo o hacia los demás. Las guerras muestran el lado más oscuro de los seres humanos. Se trata de un instinto mortal más allá de la libido. Es así que comienza a hablar de pulsiones de vida y pulsiones de muerte para describir los distintos sucesos anímicos. Eros y tánatos, ambas actúan combinadas a lo largo de toda la vida. La pulsión de vida va mermando a la de muerte en lo que consigue sostener la vida misma, hasta que al final siempre gana tánatos. Desde las pulsiones de muerte o de destrucción pueden comprenderse muchas afecciones mentales.
Analizar a un paciente no es “enseñarle a vivir mejor”. Para ello deberíamos saber cuál es la mejor manera de vivir para el resto de las personas, cosa poco probable. Este pensamiento es más compatible con el trabajo que realiza la psicología de la conducta. El psicoanálisis en cambio, en este camino de la cura por la palabra, busca descubrir aquello que originó el síntoma, para que en ese proceso el paciente pueda “elegir un mejor modo de vivir”. En el trabajo analítico se hace consciente aquello inconsciente que generó el síntoma y el malestar en el enfermo. Así se conoce un saber que existía pero no se tenía a disposición, un “saber no sabido”. Este nuevo saber permite en el mejor de los casos levantar los síntomas, modificar las conductas que resultan negativas al paciente; o aceptar las dificultades y limitaciones que el enfermo posee y aprender a vivir con ellas. En ambos casos la labor analítica implica un cambio subjetivo sustancial que permite transitar una vida más saludable.
Lic. en psicología Constanza Bonelli
Consultorios en Nordelta y Belgrano: 4871-6634 / 156-272-2973
UBA matrícula 31906
Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
licbonelli@gmail.com