La historia dice que algún día el hombre descubrió el fuego, inventó la escritura, la imprenta y el teléfono, llegó a la Luna y desarrolló la Internet. Sin temor a exagerar, a ese listado de grandes logros de la humanidad se les sumará en los libros del futuro el último de los grandes inventos: los automóviles autónomos, es decir, aquellos que no precisan de un conductor para trasladarse.
Aunque todavía resulte increíble y lejano, estos vehículos ya son una realidad. Y cambiarán por completo la manera de trasladarse de un punto a otro: lo harán de un modo más seguro, limpio y eficaz. Modificarán un paradigma que nació 130 años atrás, cuando Carl Benz patentó en la Oficina Imperial de Berlín un “vehículo motorizado impulsado por un motor a gas”, que luego, a pesar de discusiones que se sostienen hasta hoy, sería considerado el primer automóvil de la historia (algunos le atribuyen ese logro a Leonardo da Vinci).
No llegarán sólo con la propuesta de brindar al conductor un desplazamiento más relajado. También prometen reducir a niveles muy bajos las colisiones entre vehículos y el atropello a peatones, reducir el consumo de combustible y la emisión de gases contaminantes, y generar un ahorro de tiempo al elegir siempre el camino más rápido para que el usuario se traslade de un punto a otro. Además, los ocupantes podrán aprovechar el trayecto para realizar otras tareas.
Cómo funciona un auto autónomo
Si bien el desarrollo varía según el fabricante, todos los autos autónomos están equipados con un hardware que gestiona todas sus funciones. En su mayoría, las automotrices recurren a empresas especializadas y encargan desde la construcción de los sensores hasta el software de gestión. El centro neurálgico es la clave de esta tecnología.
Desde los procesadores del sistema se gestionan todos los datos procedentes de los sensores, radares, GPS y cámaras instalados en el vehículo. En los cuatro costados de la carrocería hay dispositivos que detectan lo que sucede alrededor del auto.
Una vez que el “cerebro” electrónico analiza esta información, algo que sucede en cuestión de milisegundos, el sistema envía órdenes al auto. Que acelere, frene, cambie de carril, gire o estacione, según lo que detecta en el entorno.
Hay cinco niveles de autonomía, clasificación que realizó la Sociedad de Ingenieros del Automóvil (SAE) y adoptaron los fabricantes. El nivel 1 incluye a los autos con sistemas de asistencia a la conducción como el control de velocidad crucero o el sistema de mantenimiento de carril, que permiten al conductor desligarse de ciertas cuestiones ligadas al manejo.
Desde el segundo nivel, los autos pueden ser considerados semiautónomos. En éstos, la conducción debe ser supervisada en todo momento por una persona, por si tiene que intervenir en una situación de urgencia. El nivel 3 lo componen aquellos autos que pueden circular en modo 100 por ciento autónomo sin intervención humana en entornos controlados. En el 4, la tecnología puede depender de sí misma en lugares delimitados. Y el 5 queda reservado para los que están capacitados para moverse sin conductor en cualquier condición.
El primer accidente fatal
La propuesta de los autos autónomos es siniestralidad cero. Sin embargo, en marzo una mujer murió luego de ser atropellada por un vehículo sin conductor operado por Uber. Ocurrió en Arizona, Estados Unidos, y fue la primera vez que una persona perdió la vida como consecuencia del atropello de un modelo de este tipo.
La policía local reveló el momento del accidente para dejar en claro que el auto estaba circulando en modo totalmente autónomo, pero con una persona en el puesto de conducción. Y la víctima cruzó la calle por fuera de la senda peatonal, en medio de una ruta sin iluminación propia.
Tras este caso, Uber canceló los test de sus autos autónomos en Arizona, Pensilvania, San Francisco y Toronto. Lo mismo hizo Toyota, por “el efecto emocional” que el choque pudo haber ocasionado en las personas que pruebas sus vehículos sin conductor. Daimler, Volkswagen, Google, Continental, Bosch, Audi, BMW, General Motors, Volvo y Ford son otras de las empresas que por estos días trabajan en estos desarrollos.
Este asunto disparó algunas preguntas que, al menos por ahora, nadie en el sector se anima a responder: ¿quién debe hacerse cargo de los accidentes de los autos autónomos? ¿La marca que los vende, el desarrollador del hardware o quién? ¿De qué manera se mide la culpabilidad? ¿Es lógico testear esta tecnología en el tránsito real? ¿Qué harán las empresas de seguros?
¿Llegarán los autónomos a la Argentina?
Sin ánimos de hacer futurología, es un hecho que, si esta tecnología se afianza en los mercados más importantes del mundo, en algún momento estará disponible en la Argentina. La pregunta, como para reformular inmediatamente el subtítulo, es cuándo.
Entre las empresas que venden autos en el país hay opiniones encontradas. Algunas aseguran que los autónomos están más cerca de lo que creemos. Otras, algo más terrenales, ni siquiera lo proyectan. En algo sí coinciden todas: la Argentina necesita inversiones fuertes si quiere en algún momento comercializar vehículos de este tipo.
Es fundamental que las calles y rutas del país estén en buen estado y bien iluminadas. Si en un camino no están pintadas las líneas en el asfalto o no existen señales de tránsito (sucede en varias rutas nacionales), el sistema no funcionará. Los autónomos demandan una infraestructura de primer nivel.
Al mismo tiempo, es clave desarrollar una red de cargadores para autos eléctricos acorde al tamaño del país. Los autónomos tendrán motores 100 por ciento limpios. Actualmente, YFP está trabajando en la instalación de surtidores en distintas partes del país, pero todavía no operan porque no está regulado el precio de la energía.
Las automotrices consideran también que habrá que pensar en incentivos económicos para potenciales compradores de autos autónomos. La reducción de impuestos a la compra, del pago de la patente, del costo de los estacionamientos, del seguro y hasta del peaje, como sucede en otras partes del mundo con los eléctricos. Si esto no ocurre, los autónomos serán considerablemente más caros que los vehículos a conducción humana y no alcanzarán popularidad.
Días atrás, la automotriz Nissan reveló un estudio virtual realizado por la empresa C230, brazo consultor del Think Tank Fundación IDEA, en cinco países de América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú) para conocer la percepción del público a nivel regional con respecto a los autos autónomos. Hubo cerca de 5.000 encuestados.
El informe indica que el 35 por ciento de las personas consultadas oyeron hablar de esta tecnología, pero que el 69 por ciento expresó estar dispuestas a hacer uso de un vehículo autónomo una vez que se les explicó el alcance de los mismos. Asimismo, más de la mitad se mostró a favor “por cómo pueden ayudar a mejorar la movilidad y seguridad en las calles de ciudades latinoamericanas”.
Por otra parte, siete de cada diez personas consultadas consideró que la ocurrencia de accidentes podría disminuir con el uso de vehículos autónomos. A su vez, seis de cada diez encuestados manifestaron buena predisposición a adquirir un auto sin conductor si el costo de éste fuera similar al de un vehículo regular.
Los autos que se manejan solos ya son una realidad. Una tecnología que promete cero accidentes, pero con una víctima fatal a cuestas.
Por Facundo García