En Europa existen citas obligadas a las que el “gratin” concurre invariablemente. Algunas de las más destacadas son la Copa de Oro de polo en Sotogrande, la Rolex Cup de yachting o los eventos que se suceden durante “The Season” en Inglaterra, entre los que se destaca el Royal Ascot. Pero existe un festival gastronómico que cada año tiene más presencia y de a poco va ganando un lugar en la agenda de los grandes eventos: se trata del St.Moritz Gourmet Festival, que en enero de 2018 acaba de cumplir sus Bodas de Plata.
Sus ojos son de un azul cristalino profundo, su mirada alberga imágenes que ni siquiera ella quiere poner en palabras. Entre las arrugas del tiempo en su cara se llega a encontrar la mirada de una niña, la niña que era cuando enfrentó el horror. Tiene claro que hay que mantener viva la memoria, hay que contar y dar testimonio de lo ocurrido al pueblo judío, pero no quiere entrar en el horror y la bajeza humana.
En un auditorio lleno en el Centro Cultural de Judaica Norte en Nordelta, Hanka contó su historia. Un grupo de jóvenes de unos 17 y 18 años que pronto viajarán a Israel, la escuchaban con atención. También un gran grupo de adultos, perplejo, frente a su historia, con algunas lágrimas incluso rodando en sus mejillas, con tensión en las manos, de sólo imaginarse lo que esta señora polaca que pasó los 90 pudo haber vivido cuando apenas tenía 9 años. Para Judaica Norte este encuentro fue el primero no religioso y esperan que sea el primero de muchas actividades.
“Lo peor que uno sufría era el hambre, uno pensaba y sentía cuánto hambre tenía y no podía pensar en nada más”, declara Hanka con la mirada perdida en el recuerdo. Para muchos es una sensación que no se conoce pero que claramente al conocerla, es imborrable. Los chicos vecinos de Nuevo Delta y los grandes escuchaban con atención. Algo que uno dá por sentado, la comida, en este caso es uno de los mayores recuerdos de sufrimiento. La falta de alimento.
Primero vivió en un gheto, cuando la guerra llegó a Polonia. “Nos mudaron allí con una bolsa en la mano, ¿qué se puede llevar en una bolsa? ¿Una manta, una sábana? Todo lo que teníamos había quedado en la casa. En el ghetto dormíamos en el piso, no teníamos nada”, cuenta. Allí se enfrentó con la realidad siendo muy chica, viendo como lastimaban a niños vecinos, cómo golpeaban a su padre y se lo llevaban. Su voz se entrecorta cuando habla de su padre. Allí perdió la mirada de la inocencia y se enfrentó por primera vez a la maldad humana. Eso fue sólo el comienzo, ya que luego pasó por dos campos de concentración incluido el tristemente conocido Auschwitz.
La vida de Hanka es una vida sesgada por las pérdidas, la reinvención y la superación. Antes de que la guerra estallara perdió a su madre. Quedaron sus seis hermanos y su padre. Pero a partir del comienzo de la guerra poco a poco la familia se fue reduciendo. Primero uno de sus hermanos fue enrolado en el ejército y nunca más lo vieron. Luego otro había ido de viaje con una novia a esquiar y tampoco volvió a la casa. Tiempo después su padre fue separado de la familia y esto fue un gran golpe final para las hermanas que quedaron solas. “Mi padre se aferraba de mi mano, no quería separarse, lo agarraron, lo golpearon y lo subieron a un camión gasificado, porque no había lugar en los campos, yo vi sangre en su cabeza y ya se me nubla el recuerdo”, cuenta Hanka.
Eran tres mujeres y tuvieron que rebuscárselas para sobrevivir mientras seguían en el ghetto. Hanka, como era la menor, no salió a la calle por casi tres años. Sus hermanas salían para traer algo de comida a la mesa: pan, sopa… poco. A veces se las rebuscaban con una papa cruda: no había gas, ni agua. Esto duró hasta el día en que las llevaron a las tres juntas en un tren de carbón al primer campo de centración. “Llegamos negras del carbón, nunca nos bañamos estando allí”, cuenta la sobreviviente.
Su mirada se pierde: “los chicos tienen que saber qué pasó con su pueblo, sus hermanos, su familia y por eso hoy hablo y por eso también se escribió el libro. Muchos se preguntaban y nos preguntamos hoy ‘¿dónde estaba Dios?’ La verdad es que no tenemos respuesta, sólo sé que los sobreviviente estamos aquí para que esto se sepa”. Es increíble ver cómo Hanka sigue encontrando coraje para recordar y transmitir su historia.
Cuando ella volvió por primera vez a Auschwitz en un viaje acompañando a alumnos de la ORT, se dió cuenta que tenía que contar la historia: “Cuando hice el viaje y volvía a Auschwitz y estuve en Bloque 5 nuevamente, al llegar allí me senté y no podía creer que había vivido eso. Pero ya nada es como era antes, no había cercos eléctricos, ni hombres colgados, ni pisos de tierra”.
Hanka no tiene casi recuerdos del amor de madre y su infancia fue truncada, será por eso que algunos de los más horribles recuerdos que sufre, son aquellos relacionados con los niños. Ver cómo le arrancaban los niños de los brazos de las madres: “No los querían dar las madres, se aferraban”, dice en un suspiro. “Arrancaron de los brazos, pisaron con bayonetas y tiraban en un camión. Muy triste la historia, no se olviden yo tenía nueve años. Muy triste. Haber pasado noches esperando el turno para el crematorio. Humilladas, desgarradas, en silencio, hambrientas. Me dejó el sonido horrendo de disparos y explosiones que aún hoy me sigue atormentando, el olor a carne quemada impregnada”, recuerda. Parece surrealista, pero estas cosas las vivió Hanka en carne propia. Al igual que haber sido desnudada, pelada y todas aquellas cosas que se conocen y que duelen del maltrato entre humanos en los campos de concentración.
Muchas preguntas quedan sin respuesta para Hanka, pero ella decidió no perder las esperanzas. “¿Usted puede creer que un ser humano le haga eso a otro ser humano, a bebés, a niños, reventándole la cabeza contra el piso o la pared? Hay cosas que jamás pude entender”, afirma. “Lo que ninguno sabía era que el odio y el daño pudiera ser tan atroz. El olvido es el manto oscuro que no hay que aceptar”.
Sin embargo Hanka pudo rehacer su vida, se aferra a ella. “Muchas veces me duelen muchos los recuerdos, pero me tomo un paracetamol y trato que se me pase”, dice.
Son 6 millones de judíos los asesinados bajo el régimen nazi. Hanka es una de las sobrevivientes que vive para contarlo, con sus heridas abiertas, pero con una gran fuerza de superación.
Por Mercedes Cordeyro
Hanka 753
Hanka decidió escribir su historia luego de un viaje a su Polonia natal y se puso en contacto con Alejandro Parisi quien conoció a Hanka y así nace “Hanka 753” (su número en Auschwitz). Alejandro ya había escrito dos libros sobre el holocausto: ‘El ghetto de las ocho puertas’ en el 2009 y ‘La niña y su doble’ en el 2014.