Es frecuente encontrarnos en la actualidad en discusiones sobre distintos tipos de violencia existentes en los diferentes estratos sociales. En la familia, en la pareja, en las escuelas, en la sociedad. Asistimos hoy a una crisis en cuanto a conflictos relacionados directamente con un aspecto del ser humano del cual se desprenden todas las agresiones del individuo, a la pulsión de destrucción.
Día tras día amanecemos con noticias que reflejan esta problemática. Femicidios, asaltos violentos, asesinatos, adolescentes que se lastiman entre sí, individuos con graves patologías que atacan a grupos de inocentes, abusos a menores, suicidios y guerras. En este lamentable escenario encontramos el bullying y su representante en las redes, el cyberbullying.
A lo largo de las últimas décadas la violencia escolar ha estado cada vez más presente, en cuanto a la relación de los alumnos entre sí, e inclusive con las autoridades de las instituciones. Con el nombre de “bullying” se conoce a la conducta de hostigamiento reiterado entre pares, más específicamente de uno o varios sobre otro, con ciertas características. Y se llama “cyberbullying” a un fenómeno similar al anterior pero en las redes sociales. Estas conductas son altamente negativas ya que producen en quienes son violentados gran sufrimiento psíquico, en ocasiones con desenlaces en extremo lamentables.
Las características de estos tipos de hostigamientos muestran claramente que las agresiones no son casuales sino planificadas y la meta es sentirse más poderoso que el acosado y obtener mayor popularidad, infundir miedo en el otro y sentirse exitoso. Quien agrede elige muy bien a su “presa” que suele ser alguien que no sabe defenderse bien y “le pega donde más le duele”. Ésto sucede a la vista de los demás que funcionan como espectadores (necesarios), que no incentivan la agresión pero tampoco la detienen, quedando presos de la situación de un modo similar al del acosado.
Se considera bullying cuando un estudiante es victimizado al estar expuesto de manera repetitiva a acciones negativas provenientes de otro u otros estudiantes, que tienen la intencionalidad de maltratar. Este daño puede llevarse a cabo mediante contacto físico y/o verbal. Y se crea una situación asimétrica de poder del agresor sobre el agredido.
Lamentablemente este tipo de comportamiento se repite cada vez más y con mayor intensidad, y su versión en las redes, el cyberbullying, con el altísimo uso que los adolescentes hacen de la web, permite que esta situación crezca sin control.
Como trabajadores de la salud, es importante desentrañar las causas inconscientes que se encuentran en la base de este fenómeno, para poder no sólo comprenderlo sino para encontrar los caminos que permitan resolver este conflicto.
Estaríamos de acuerdo si pensaramos que la cooperación entre pares es más loable que la competencia, sin embargo observamos cotidianamente cómo en estos vínculos emergen aspectos inconscientes, como el narcisismo y las ansiedades paranoides, que frente al temor a lo desconocido, a lo nuevo, a lo otro distinto de uno mismo, obturan la posibilidad de relacionarse en un vínculo de cooperación, y el otro es atacado desde la fantasía inconsciente de ser destruido por ese otro. Y de este modo es que participan los espectadores “necesarios”, que partiendo de las mismas fantasías no defienden al acosado en el intento de no convertirse en próximas víctimas. Y son “necesarios” ya que su observación recarga el éxito del acosador.
Algunos estudios demuestran que los hostigadores han sido hostigados previamente en su entorno familiar, y que el resultado ha sido que traducen la violencia que han recibido y la actúan sobre los demás. Así el victimario, en una elaboración fallida, repite activamente lo que vivió pasivamente, sin lograr transformar nada, quedando atrapado en una identificación con el agresor. Es por ello que para comprender el “bullying” es necesario leer lo que sucede en los comportamientos de toda la sociedad y en los distintos tipos de violencia que existen, de los cuales los niños son víctimas, y por lo tanto, posibles futuros victimarios. Y la violencia existe de muchas formas. No sólo es la evidente, las agresiones, los insultos, el maltrato físico, verbal y emocional, también es violencia el destrato, la indiferencia, la desigualdad y la exclusión. Por este motivo es que nos encontramos en una época en la cual los episodios de violencia son cada vez más comunes y variados, en todos los ámbitos de la sociedad.
El cyberbullying genera en el agresor una audiencia infinitamente mayor a la que puede obtener en un grupo reducido, por ejemplo, en la escuela. Así crece la sensación de poder que obtiene gracias al acoso. Del mismo modo crece el sufrimiento de quien es hostigado ya que queda expuesto a un número incalculable de personas que hacen de espectadores. Este tipo de acoso se refiere al que se realiza a través de las redes sociales, que se da de un modo repetitivo y a lo largo de un tiempo determinado. Presenta otra característica que lo hace aún más difícil de lo que ya es el bullying, y es que la víctima no puede esconderse ni huir de la situación que queda plasmada en las redes, en mensajes y/o fotos que hacen mucho daño. Y sucede en ocasiones que quienes son hostigados mediante cyberbullying, son “presas” de adultos perversos que hacen “grooming” eligiendo adolescentes vulnerados. Se conoce como “grooming” a una práctica de abuso de mayores hacia menores en las redes sociales. En el cyberbullying como en el grooming, la identidad del agresor puede ser encubierta bajo seudónimos, lo que le da ventajas sobre la víctima.
Para comprender estos sucesos hay que pensar en que es necesario dominar ciertas pulsiones de agresión y destrucción que se despiertan a partir de la creación de los vínculos sociales, y que en la medida en que éstas puedan controlarse tendremos sociedades que funcionen más sanamente, y en cuanto ésto no se logre observaremos sociedades más violentas, con mayor cantidad de episodios como el bullying entre jóvenes. Como dice Freud, de éste resultado depende el destino de la especie humana, del la posibilidad de que la cultura logre dominar la perturbación de la convivencia que proviene de la pulsión de agresión y autoaniquilamiento propias del individuo.
Es imposible erradicar la agresión del individuo ya que es constitutiva del ser humano. Lo que sí podemos hacer es derivarla en acciones que no tengan fines destructivos. Esto lo posibilita el arte en todas sus formas, los deportes que habilitan la competencia no destructiva, entre otras posibilidades sublimatorias.
Además es necesario el compromiso con esta problemática desde los adultos, padres y educadores, para que observen e intervengan en las situaciones de violencia entre los jóvenes. No ser indiferentes, estar atentos a todo cambio de actitud de los adolescentes que puedan ser indicio de estar atravesando una situación de hostigamiento. Como verlos muy deprimidos, encerrados, con menor cantidad de contacto social.
Entre los jóvenes, entender el sufrimiento y sus graves consecuencias en quienes son violentados, así pueden tener un rol menos pasivo, de espectadores, y pueden intervenir frenando las situaciones violentas.
Desde las víctimas, saber que esta problemática no es personal, sino que todos están involucrados y no tener miedo de denunciar lo que sucede al grupo, padres, docentes. Y comprender que quienes hostigan seguramente son violentados en otros ámbitos de sus vidas y por ello transfieren ese padecimiento al maltrato a otros. De este modo pierde poder la agresión, por ser comprendida, y al hacerlo el resultado de los ataques deja de tener el sentido buscado por el hostigador.
“13 Reasons Why” es un serie que muestra lo lamentable que en casos extremos puede ser el bullying y el cyberbullying ya que trata sobre el suicidio de una estudiante tras ser maltratada por esta modalidad de violencia. La historia relata las razones del dramático desenlace por medio de grabaciones que explican uno a uno los motivos que la llevaron a tomar esa decisión. Y entre ellos aparece el maltrato, la exposición en las redes, la falta de empatía de sus amistades, la falta de compromiso e indiferencia de las autoridades escolares y la dificultad de sus padres de ver lo que estaba sucediendo con su hija.
Es, como el resto de la violencia de la sociedad, necesario observar, comprender y actuar en consecuencia sobre esta problemática tan lamentable.
Por Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA mat.: 31906)
*Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
Para sugerir temas: licbonelli@gmail.com