El arte de desconectarse

En una cultura que valora la productividad, pareciera no ser bien considerado el tiempo de descanso o sólo en el caso en que éste sea para recargar energías y continuar produciendo.

El arte de desconectarseEn cierto modo eso es así. El descanso es necesario par poder continuar haciendo tareas sin agotarse y rendir bien. Pero el concepto del ocio es más abarcativo que un simple descanso. Se relaciona a una capacidad humana realmente importante. A la creatividad. En ocasiones resulta difícil desconectarse de la actividad y entregarse al ocio. Podríamos pensar al ocio como la fuerza creativa del ser humano. Es en esos estados que el individuo cuenta con el espacio necesario para que surja el acto creativo. Cuando se encuentra realizando actividades programadas difícilmente se despliegue un acto de creatividad. Estos suelen surgir en los momentos de meditación, contemplación o, simplemente, cuando no tenemos ocupada nuestra mente con obligaciones a cumplir.

Pero en una cultura que venera la productividad sobre otros valores, los tiempos de ocio cada vez son menores y peor vistos, o en lugar de ser libres también están programados con actividades recreativas que se asemejan a los ritmos de las tareas cotidianas. Pareciera que cuanto más tiempo se dediquen a trabajar, a hacer, los individuos son mejor considerados por su grupo de pares. Pero lo que no se considera en esta situación es que el tiempo de descanso, de ocio, el cese de la actividad, es no sólo necesario para poder continuar trabajando y haciendo, sino que inclusive mejora la calidad de lo que la persona puede dar en sus tareas diarias. Ese espacio libre de las obligaciones cotidianas que le damos al pensamiento nos brinda una distancia óptima para poder reflexionar y mejorar cualquier actividad que estemos realizando.
Ese distanciamiento no se logra fácilmente. Es una sensación que llega lentamente a lo largo de los días en que cesa la actividad y comienza el descanso. Inclusive cuando el tiempo libre produce aburrimiento por falta de tareas programadas.

Tanto el trabajo como el tiempo libre son importantes para el individuo. El trabajo le brinda al sujeto la posibilidad de desarrollar sus aptitudes, lo ayuda a superar su egocentrismo al reunirlo con otras personas en tareas comunes, y le permite producir bienes para lograr una existencia digna. Le permite tener proyectos, desafíos y la posibilidad de gratificarse al ir alcanzándolos. Claro está que el individuo es un ser complejo y no siempre busca alcanzar los mismos objetivos ni de la misma manera. Por otra parte, necesita de los momentos de descanso, de tiempo libre, de ocio, para lograr una vida saludable, gratificante, que le de espacio al crecimiento espiritual, y que no se ocupe sólo de la subsistencia física en este mundo, logrando un crecimiento emocional, afectivo, con espacio para la creatividad. Es condición para que ella surja que se disponga de un tipo de pensamiento libre, es decir, que no está asociado al pensamiento concreto necesario para realizar las actividades relacionadas a las distintas ocupaciones diarias.

En el proceso creativo lo que está en juego principalmente es la dinámica inconsciente de la persona. Tal vez sea esto lo que en ocasiones convierta en tarea difícil el entregarse al ocio, porque es una manera de crear un espacio libre para que el inconsciente aparezca. Cuando se está bajo las exigencias de las actividades programadas, como el trabajo, la casa, los hijos, el estudio, no resulta fácil que emerja el inconsciente, es decir, aquello que nos sorprenda de nosotros mismos y nos permita crear. Podríamos pensar que las agendas súper cargadas de actividades funcionan como defensas frente a la posibilidad de encontrarse con estados emocionales que no se logren comprender y de los cuales se quieran evadir. Como también un modo de no enfrentarse a sentimientos de vacío que suelen ocasionar angustia. Vacío característico de la existencia del ser humano cuyo encuentro no siempre se logra tolerar. Es, más que nada en estos casos, en quienes resulta más compleja la tarea de desconectar, soltar y entregarse a un tipo de descanso que, si se alcanza, tiene mucho para brindar.

Es importante lograr cierto equilibrio entre los tiempos dedicados al trabajo y al ocio. Quienes se exceden en las exigencias laborales y no respetan adecuadamente los tiempos de descanso, llevan una vida más automatizada, rígida, estresante, con consecuencias negativas sobre su salud física y psíquica. En cambio, quienes logren cierta paridad, logran soltar la actividad cuando es necesario, pueden disfrutar del tiempo libre, se encuentran con los tiempos necesarios para que surja la creatividad, lo que incide positivamente en todas sus tareas laborales. Esto produce un equilibrio que ayuda a alcanzar mayores niveles de gratificación y momentos de felicidad, que influyen positivamente en la salud, tanto física como psíquica. Además los momentos de ocio suelen asociarse a las actividades recreativas y sociales que también resultan saludables para el individuo.

En la antigüedad, los griegos distinguían las actividades entre tareas y ocupaciones desinteresadas. Estas últimas se refieren al ocio, que no era considerado un momento de descanso sino una parte esencial de la vida entendida como una actividad que tiene un fin en sí misma. Y se dividían las personas entre quienes se ocupaban de las tareas pesadas, trabajos y los que podían dedicarse al ocio, a la contemplación, que requiere también de esfuerzo. Esta distinción era entre esclavos y ciudadanos libres. Para ellos el ocio no era el tiempo libre o de descanso como lo consideramos hoy, sino una actividad necesaria para la construcción de ideas desde la contemplación.
En cambio para los romanos el tiempo libre era necesario para descansar y poder seguir trabajando. No coincidían con la valoración del ocio con un fin en sí mismo, sino en beneficio del trabajo.

Luego el trabajo comienza a ser cada vez más valorado como una virtud del ser humano y de a poco el ocio comienza a tener un significado negativo, como una pérdida de tiempo.
A lo largo de la historia el concepto de ocio ha ido cobrando distintas definiciones. En la actualidad se lo entiende como un tiempo libre de las actividades cotidianas laborales y con los avances tecnológicos cada vez se cuenta con más tiempo para descansar.
El ocio o tiempo libre hoy se refiere tanto a la situación de descansar de modo pasivo o a realizar actividades recreativas, sociales, deportivas, creativas, que se diferencian de las actividades diarias laborales, escolares o del hogar.

Si bien hoy importa mucho producir, y el tiempo libre puede ser no tan bien visto, se sabe que la calidad del descanso y de las actividades de ocio que el individuo realice son beneficiosas para la vida en general y es así que existe una gran variedad de opciones para realizar en el tiempo que podamos no dedicar a las obligaciones. Pero el exceso de actividades en el tiempo de descanso no permite un adecuado disfrute del ocio como espacio libre para el encuentro con uno mismo. Puede ser muy útil a la hora de la recreación, el esparcimiento y la vida social, pero también es necesario para lograr un equilibrio sano que queden espacios libres de todo tipo de actividad.

La valoración del tiempo libre que cada ser humano en particular logra nace del interjuego con los primeros vínculos, es decir desde los modelos del ambiente familiar. El ritmo de actividades que la sociedad nos impone hace que siempre estemos ocupados y apurados para poder rendir al máximo de nuestras posibilidades. Es habitual realizar dos o más cosas al mismo tiempo, y esto genera una sensación de gratificación pero es sólo aparente. Las madres multitasking son un ejemplo claro del modo en que el ritmo cultural nos impone vivir. La idea de base es poder aprovechar el tiempo al máximo pero, a la vez, se sienten recargadas y así es difícil tener espacios tranquilos para disfrutar. Ocurre algo similar cuando los hijos se aburren y los padres no saben que actividad ofrecerle para sacarlo del aburrimiento. Internet y los juegos de pantalla tienen ritmos más rápidos que la vida fuera de la conexión. Esta diferencia incide en que la vida les resulte menos atractiva y más frustrante ya que no cuenta con la respuesta inmediata de los juegos en red. Así se aburren rápidamente y esa sensación no es bien tolerada por lo cual continúan atados a la play u otros dispositivos. De este modo se huye del aburrimiento en lugar de darle el espacio que necesita para que podamos encontrarnos con nosotros mismos, obteniendo así una oportunidad de abrir creativamente nuestro campo consciente y generar recursos para la vida.

Por Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA mat: 31906)
*Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
licbonelli@gmail.com

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