¡Bienvenidos a un nuevo match!
Después de haberme cruzado con tantas personas en estas redes sociales de “amor 2.0”, ingresé un día, en el que estaba realmente aburrida, para entretenerme un rato. Obviamente entré totalmente descreída de encontrar siquiera algo cercano a un príncipe azul pero, una vez más, la red de la llama me sorprendió.
Él es Agustín, tiene 34 años, trabaja en Recursos Humanos de una empresa de moda y, para ser honestas, es taaaan lindo que genera desconfianza. Pero obviamente que ya no tenía nada que perder y le di like. Enseguida hicimos match y comenzamos a chatear. ¡Agus es un caballero total! Después de una hora de chat donde todo fluía, me pidió mi celular y me llamó. Él se define como un chapado a la antigua. Es de los que prefieren el face to face y el llamado teléfonico al eterno whatsappeo. Yo, obvio, estaba chocha con que así fuera. Después de todo, ¿dónde me iba a encontrar un tipo semejante, si yo soy de la era digital donde todo eso no corre más? Así que, a una hora del match, ahí estábamos, hablando por teléfono como dos adolescentes de otra época.
Apenas lo atendí me enamoré de su voz, súper masculino, de esas voces que te generan protección y hombría. Como la charla fluía tan bien y era un viernes a la noche, me propuso ir a tomar algo. Y sí, ¡claro que acepté! ¿Qué tan mal podía irme con alguien que tenía los valores de un caballero de los de antes?
Así que, un rato después, nos encontramos en un bar cerca de casa. Me fue a buscar hasta el auto y me abrió la puerta. Si, ¡RE-AL! No les miento, un hombre con todas las letras. Y no les voy a mentir, en mi interior algo me generaba desconfianza. Tanta amabilidad de un hombre salido de Tinder me generaba sospecha. Pero enseguida bloqueé mis pensamientos negativos e intenté relajarme y creer en el momento.
Llegamos al bar, nos pedimos unos tragos y nos pusimos a hablar. Agus arrancó con la temática “ex parejas”, lo cual me daba un poco de fiaca, pero decidí exponerme al juego y conocer su historia. Empezó su relato un poco tímido, sin muchas palabras ni mucho detalle. Lo único que sabía hasta el momento era que Julia, su ex, había sido su única relación estable, que habían convivido en secreto porque sus familias no estaban de acuerdo y que se separaron hace algunos meses porque no podían proyectar una vida juntos en público debido a las trabas de los demás. A medida que la historia avanzaba, más dudas me entraban. ¿La familia no estaba de acuerdo? ¿Por qué? De a poco fui preguntándole y sus respuestas no me cerraban. Avanzaba la noche y lo único que hacía Agus era seguir hablando de Julia, yo me había convertido automáticamente en su psicóloga, aconsejándolo y escuchándolo.
Enseguida caí en la cuenta que nada iba a pasar entre nosotros, que él no tenía el más mínimo interés en avanzar conmigo, sino que necesitaba con urgencia un oído y un hombro extraño donde llorar.
Una vez más, no podía creer que me estuviera pasando esto. Porque todo bien con él, pero mis intenciones no eran ser su psicóloga ni escuchar la historia de su ex. Yo tenía ganas de conocerlo y ver qué surgía entre nosotros. Así que, como ya estaba en una instancia perdida, sin vueltas le dije: “Todo bien, ¿pero me dijiste de salir para hablarme de tu ex o porque te gusté?”, si, lo sé, medio fuerte. Pero la verdad que el temita me estaba poniendo de mal humor y quería salir rápido de la situación.
Al principio se quedó mudo, hasta que me pidió perdón por haberme hablado tanto de Julio. “¿Julio?”, dije riéndome. “¿Te falló el inconsciente? Jaja”. Para mi sorpresa, la respuesta no fue la que esperaba… “No, no me falló nada. Perdón, te mentí. No es Julia mi ex, sino Julio”, me dijo así, de una. Automáticamente en ese momento me cerró toda la historia. La familia se oponía a esa relación porque eran súper católicos y no aceptaban su homosexualidad. Agus seguía totalmente enamorado de Julio y yo, una extraña, que desconocía la historia, era ideal para que él pudiera liberarse y hablar sin prejuicios de sus sentimientos.
Sí, ¡me quedé dura! No podía creer que el candidato ideal, lindo, bueno y caballero fuera gay.
Para seguir en la onda que veníamos, de sincericidio, le dije que lamentaba mucho que no le gustara porque hubiese sido sin dudarlo mi príncipe ideal, a lo que él contesto: “Perdón por haberte mentido, pero no todos los príncipes andan en busca de princesas”.
Si bien una vez más no logré llegar al altar, les aseguro que me gané un amigo para toda la vida, de esos que te entienden mejor que nadie.
Después de todo, ¡esta historia es sin lugar a dudas la mejor de mi vida de Amor 2.0 hasta el momento!
¿Alguna vez se enamoraron de alguien que le gustaba el otro sexo? Anímense a contarme sus historias en amor2.0@locally.com.ar
Hasta nuestro próximo match!
Delfi