La creatividad es una potencialidad en todo ser humano. Si bien vemos en algunos un desarrollo más significativo de esta capacidad, como en los artistas, cualquier ser humano tiene la posibilidad de desarrollar esta habilidad.
El fenómeno de la creatividad ha sido muy estudiado a lo largo de los años. Es una característica que dice mucho acerca del individuo creativo. Me interesa analizar si esta capacidad posibilita un camino alternativo a la enfermedad psíquica, teniendo en cuenta que lo que impulsa el acto creativo no son otros que los deseos inconscientes del sujeto, junto a la voluntad de crear. El análisis de las obras de artistas muy reconocidos ha permitido comprender la vida de dichos artistas y ha servido para el aporte de conceptualizaciones importantes al psicoanálisis. Como es el ejemplo de Leonardo Da Vinci, entre otros.
¿Hacer arte nos salva de caer en la patología psíquica? ¿Cuáles son las condiciones que permiten al individuo convertirse en un ser creativo? ¿El efecto de emoción frente a la obra de arte que se despierta en todos los sujetos aunque no sean artistas, por qué se da? ¿Podríamos pensar que la creatividad se encuentra en distintos lugares más allá del acto artístico? ¿La interpretación analítica es creativa? ¿El modo de vivir que cada ser elige podría considerarse creativo? Intentar encontrar respuestas a estas cuestiones nos permitirá, seguramente, tener una idea más abarcativa sobre el concepto de creatividad.
Sin dudas, es condición para que un sujeto sea creativo que disponga de un tipo de pensamiento libre, es decir, vinculado a la asociación libre, alejado del pensamiento concreto o rígido que necesitará para ciertas acciones, pero no para crear. En el proceso creador se despliega la dinámica inconsciente del sujeto.
Para comprender este mecanismo es necesario mencionar algunos conceptos básicos del psicoanálisis que definen el funcionamiento psíquico. El individuo confecciona su psiquismo en el interjuego que realiza entre las distintas mociones pulsionales con las cuales nace y debe lidiar. Estas fuerzas son llamadas pulsiones de vida y de muerte. Las pulsiones de vida son aquellas que lo llevan al encuentro con situaciones de la realidad que son necesarias para satisfacer sus necesidades, como -por ejemplo- alimentarse. Esta experiencia dejará la marca de una satisfacción, que luego querrá repetir no sólo para alimentarse sino además para disfrutar del acto de la alimentación. Ya no satisface solamente el hambre, luego de la primera experiencia, sino que agrega la búsqueda del encuentro con el pecho de la madre que despertó el placer sentido por y en la boca del bebé y por ello busca también el encuentro de la satisfacción del deseo de disfrutar el acto de la alimentación. Por ello se entiende que las pulsiones sexuales se desprenden de las pulsiones de vida llamadas de autoconservación, que son estas que nos llevan por el camino hacia el encuentro con aquellas situaciones de la realidad que nos permiten subsistir. Alimentarse primero sacia el hambre pero despierta el placer de una zona del cuerpo, la boca, y es allí donde nace la pulsión sexual, sentida en el órgano de la boca. Luego serán otras las zonas que despertarán placer por su descubrimiento en distintas etapas. Por otro lado están las pulsiones de muerte. Son aquellas que tienden a la repetición constante y a la búsqueda de un estado anterior a la vida, es decir, al alejamiento de todo aquello que permite el despliegue de la vida y de lo nuevo. Nos llevan a la muerte misma, o tienden a ella, como una búsqueda de un estado previo a existir, en el intento de reducir al mínimo la alteración que significa vivir. Estas pulsiones de vida y de muerte son universales y conforman la base del psiquismo de todo ser humano. El interjuego que cada ser logre entre ellas confeccionará el particular psiquismo de cada sujeto. Sin olvidarnos que cada ser deberá, además, confeccionar su psiquismo en relación con el mundo exterior, es decir, el ambiente en el cual se encuentre. La energía necesaria para el proceso creador se desprende de la fuerza de las pulsiones de vida, más específicamente de las pulsiones sexuales, justamente porque de allí proviene la posibilidad de la confección de lo nuevo, que si bien siempre parte de algo ya existente, la característica de la creatividad es el encuentro de lo novedoso. Justamente lo contrario a la intención de la pulsión de muerte que persigue incansablemente la repetición de lo anterior. Podríamos decir de las pulsiones de vida que son plásticas y adaptativas, son movimientos en búsqueda de lo original, a diferencia de las de muerte que son rígidas y repetitivas.
Con la explicación anterior comprendemos de dónde proviene la fuerza que nos impulsa a vivir, que es la misma que nos impulsa a crear. De hecho vivir es un modo personal de elegir el camino de cada vida, por lo tanto vivir es un modo de crear. El impulso repetitivo de la pulsión de muerte es el que se encuentra presente en los actos que el ser humano repite en la patología. Un incremento de estas fuerzas negativas llevan al individuo a situaciones de riesgo por acercarlo a la muerte. Esta pulsión de muerte la encontramos en las patologías psíquicas y en las enfermedades. Así como también en todo acto del sujeto que lo acerque a la muerte misma. Podríamos poner el ejemplo de las adicciones como actos repetitivos que acercan al individuo a permanentes situaciones de riesgo. Sin embargo cabe aclarar que salvo en la patología, ambos tipos de pulsiones, de vida y de muerte, se encuentran mezclados, de modo tal que las fuerzas que llevarían a la muerte están frenadas por las fuerzas que nos impulsan a vivir. Sólo la desmezcla pulsional provoca actos de riesgo por dejar el camino libre a la pulsión de muerte, a la autodestrucción.
Volviendo a la creatividad, es necesario explicar otro concepto psicoanalítico. Uno de los destinos posibles de la pulsión es la sublimación. Este es el mecanismo que facilita el acto creativo. Por definición una pulsión sublimada es aquella que desvía su propósito inicial, sexual, hacia una meta desexualizada, aceptable no sólo por el individuo sino por la sociedad. Es decir se transforma en un acto cultural. En el transcurso de la vida del ser humano pueden desencadenarse deseos que no sean aceptados por la totalidad del individuo. Es decir, pueden surgir deseos desde un aspecto del sujeto pero que por razones culturales no sean posibles de satisfacer. Aquí el individuo podrá salir de este problema, de este enfrentamiento psíquico interno, mediante la sublimación. Aquí cabe la pregunta sobre si la creatividad posibilita un camino saludable para una posible enfermedad. Y esto quiere decir que si en lugar de sublimar el individuo quedara atrapado en esta contradicción sobre un deseo que no es aceptado en su totalidad, podría desencadenarse una patología psíquica. Sin embargo, la sublimación, el acto creativo, posibilita un camino saludable en la resolución de este conflicto psíquico. Y podemos decir también, y es por ello la emoción compartida del espectador de la obra artística, que el creador no sólo sublima un conflicto personal, sino que permite al espectador vivenciar frente a la obra, el camino de la sublimación, y por lo tanto, la gratificación de dicha solución. En la enfermedad, el individuo encuentra en la formación del síntoma que desarrolle, la solución al conflicto psíquico. En cambio, en el proceso creativo, es la obra artística una solución, por permitir la descarga de la fuerza pulsional que provocó el conflicto, de un modo totalmente aceptable por la cultura y la sociedad.
Un modo habitual de satisfacción pulsional del individuo es el fantasear. El artista se diferencia del individuo que no lo es por presentar la capacidad no sólo de fantasear, sino de poder transformar dichas fantasías en obras artísticas. Aquí podemos establecer ciertas diferencias entre el neurótico, que puede fantasear, pero que recurre al síntoma como solución al enfrentamiento de pulsiones contradictorias, al psicótico, que en lugar de fantasear confecciona su propia realidad dándole carácter de certeza a lo que vivencia en lugar de tomarlo como fantasía, y al artista, que puede jugar con las fantasías, transformarlas en obras para compartir con los demás, pero que no pierde relación con la realidad.
Es habitual la comparación entre el artista y el loco, ya que ambos reflejan ciertas características particulares que los diferencia del resto de las personas. Pero no podemos olvidar que la relación que el creador mantiene con la realidad es justamente lo que lo diferencia del psicótico. Podemos decir que el artista logra resolver un conflicto psíquico de un modo aceptable para la sociedad mientras que el psicótico tiene que cortar el lazo con la realidad para sostener la certeza de la solución que encontró a su conflicto.
Para que se desarrolle la cualidad de creatividad es necesario un tipo de pensamiento libre, es decir, que el pensamiento rígido retire su observación sobre las ideas que surjan, dando lugar a un tipo de pensamiento imaginativo. Así resulta en la interpretación analítica, que partiendo de la asociación libre del paciente y mediante una escucha flotante, es decir, sin dirigir el pensamiento hacia ningún lugar en especial, se crea entre el paciente y el analista, el encuentro necesario para el surgimiento de la interpretación, que será verbalizada por el analista y tomada por el paciente, pero posibilitada y creada en esa relación particular generada entre ambos.
Por Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA)
*Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
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