Puerto Pirámides se encuentra en un entorno privilegiado, frente al mar y en un área natural protegida llamada Península Valdés, en la provincia del Chubut, Patagonia Argentina. Esta meseta surge del mar como una isla y se une al continente por una lengua de tierra de poco más de 12 kilómetros llamado istmo Ameghino. Fue reconocida en el año 1999 como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO por sus características geográficas y naturales. En la actualidad es conocida en todo el mundo por las ballenas francas que acuden a sus aguas entre los meses de junio y diciembre. Los dos golfos que forman la península, el Golfo Nuevo al sur y San José al norte, se convierten en el principal observatorio de ballenas francas australes de todo el mundo. La cercanía con la que se observan en el mar y desde tierra, convierten a Puerto Pirámides en un lugar único y especial.
“¡Ballena a la vista!”
En todas las costas del mundo este grito era una señal de alerta. Desde lo alto de las atalayas los cazadores de ballenas rastreaban el mar buscando sus presas. Las ballenas francas austral y glacial fueron las especies más cazadas de la historia. Con la comercialización de su carne y grasa se creó un mercado internacional que floreció hasta finales del siglo XIX. Barcos norteamericanos, británicos y holandeses fueron los principales cazadores de ballenas en el Atlántico Sur durante el siglo XVIII, ya que la escasez de ejemplares en el norte les hizo enfilar sus barcos balleneros hacia mares todavía por explotar. Ayudados por nuevos inventos como el arpón explosivo (1852) y el cañón (1868) aumentaron la efectividad de los balleneros llevando a ésta especie hasta casi su extinción. No fue hasta el año 1946 cuando se protegió definitivamente a la ballena franca austral y la glacial.
Hoy en día se sigue escuchando este grito de alerta en la bahía de Puerto Pirámides. Anuncia el comienzo de la época de ballenas, los meses en los que la ballena franca austral visita las aguas calmas y tranquilas que rodean Península Valdés. “¡Ballena a la vista!” gritan de nuevo los balleneros. Sin embargo, en estas palabras hay un significado diferente. Un nuevo espíritu lleno de vitalidad se ha iniciado en Puerto Pirámides y durante la temporada de ballenas se muestra al mundo. La conservación de los ecosistemas y fauna marina, representada en la ballena franca austral, se ha convertido en seña de identidad de este pequeño pueblo de la Patagonia. Todos sus habitantes festejan la llegada de la primera ballena. La espera ha terminado, comienza la época más atractiva y bella, y cientos de personas serán testigos de uno de los espectáculos más grandes que ofrece la naturaleza. Entre los meses de junio y diciembre se verán alrededor de 1000 ballenas en la reserva marina que rodea la península.
La especie franca glacial se distribuye en el océano atlántico norte a lo largo de las costas de Canadá, EE.UU. y Groenlandia. En la actualidad hay cerca de 500 ejemplares y se encuentran al borde de la extinción. Por otra parte, la especie franca austral puede verse en aguas del hemisferio sur y gracias a las medidas de protección y conservación que se han realizado en Argentina desde la década de los 70, se encuentra en recuperación. Otros lugares en los que se distribuye esta especie en el hemisferio sur son Brasil, Uruguay, Chile, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda, y las islas Tristán Da Cunha, Kerguelen y Crozet.
Durante estos meses, los pequeños mares que forman los golfos de la península se agitan con la actividad de las ballenas. La temporada se inicia con las hembras y machos que llegan para aparearse, después comienzan a verse ballenas subadultas, ejemplares de poco más de un año, y hembras que llegan para parir a sus crías. Durante los meses de junio y julio la actividad de los grupos de cópula se extiende por la bahía de Puerto Pirámides y la zona costera del Golfo Nuevo. Los saltos de las ballenas son continuos, se pueden ver desde la playa y lo alto de los acantilados y el espectáculo, gracias a las empresas de avistaje de Puerto Pirámides, puede convertirse en una experiencia única por su cercanía. Los grupos de cópula, formados por varios machos y una o dos hembras, agitan el mar con sus movimientos. Los machos intentan acomodarse junto a las hembras para cumplir con su ciclo natural mientras las hembras siguen su instinto y buscan el ejemplar más apto. Durante el mes de agosto y septiembre, comienzan a verse a las madres nadando junto a sus crías recién nacidas: los ballenatos. Con el paso de las semanas se aprecia con facilidad su rápido crecimiento. También aumenta su curiosidad lo que les lleva a acercarse a las embarcaciones de avistaje más de lo que se puede imaginar. A partir de octubre la actividad de las ballenas parece cambiar de ritmo, se ven pocos grupos de cópula, ejemplares solitarios que buscan la soledad alejándose unos de otros y las hembras centran toda su atención en sus crías. Los días se alargan poco a poco y las salidas al mar comienzan a envolverse en la calidez de la primavera. Algunos avistajes se hacen al atardecer, cuando el sol comienza a declinar y las ballenas están frente a la playa de Puerto Pirámides. El espectáculo es único, diferente, no hay otro lugar en todo el mundo dónde ver ballenas sea tan personal e íntimo.
Todos los habitantes de Puerto Pirámides acompañan al visitante para que esta experiencia se vuelva única. Hay hospedajes de todas las categorías: hoteles, cabañas y hostels; los restaurantes ofrecen mariscos, pastas, pescados, carnes, pizzas y los más variados vinos; y los servicios que se encuentran son de todo tipo: verdulerías, supermercados, cafeterías, información turística, cajero automático, estación de servicio. Todo tiene un encanto especial, una personalidad que se ha mantenido a lo largo de los años y convierten este pequeño pueblo de la Patagonia en un lugar único y familiar.
Es ideal para pasar unos días, acomodarse al ritmo de la naturaleza y descansar recorriendo sus playas, bardas y acantilados. Contemplar las ballenas, escuchar al anochecer su respiración desde la habitación del hotel, el estruendo de sus saltos y algunas noches, cuando el viento ha calmado, oírlas conversar de un extremo al otro de la bahía. También podemos subir a las bardas que rodean el pueblo y esperarlas con las primeras luces del amanecer. Mientras, nos dejamos mecer por la suavidad del viento y la brisa que ha esculpido el entorno durante cientos de años. Todo es único y especial, intenso y al mismo tiempo cercano. ¿Qué se puede contar de un lugar al que no hace falta añadir nada y dónde la naturaleza te abraza en el inicio de cada nuevo día? Todos los que viven en Puerto Pirámides son conscientes que están compartiendo una experiencia única: vivir junto a las ballenas. Por ese motivo el trato a los visitantes es discreto y familiar.
Al atardecer, cuando está acabando la jornada, las conversaciones giran en torno al avistaje del día. Es el momento de compartir el entusiasmo, disfrutar recordando los momentos únicos que se han vivido y la experiencia junto a las ballenas. Tanto en los bares como en los restaurantes, o en el hotel o las cabañas, todas las conversaciones se acompañan con gestos, risas y alegría. Algo une a los turistas, visitantes y extranjeros que han decidido pasar unos días en Puerto Pirámides durante la temporada de ballenas. El pueblo se convierte en una gran familia y los visitantes también son parte de ella.
Por Pato Carlos Bustos
Fotos de Claudio Nicolini, Jorge Barone y Ángel Vélez