Marité Costantini es de una simpleza envidiable, doble mérito porque una cosa es nacer en la simpleza y otra muy distinta es, teniéndolo todo, elegir la simpleza. En la casita de Las Tunas, donde funciona y se desarrolla la mayor tarea de la Fundación Nordelta, se mueve como pez en el agua. Conoce cada detalle, vivió cada etapa de lo que fue y es la ONG. Es una de las pocas personas que está desde incluso antes de sus orígenes y se nota que su gran placer es trabajar en el campo, codo a codo con cada problemática a atacar.
Para quienes no la conocen Marité está casada y es madre de 5 hijos. Hace 16 años inició de la mano de su padre, el empresario Eduardo Costantini, el camino que derivó en la Fundación Nordelta. “Inicialmente nos acercamos a los vecinos del barrio Las Tunas para detectar necesidades, para quitarles los miedos de lo que estaba pasando en las tierras vecinas. Poco a poco nos acercamos a la red que funciona en el barrio y fuimos debatiendo y detectando lo que más necesitaban. El primer proyecto fue el pozo de agua. A medida que avanzamos en la tarea solidaria vimos que era necesario transformarnos en una ONG. La idea inicial era que fuera una organización comunitaria, no empresaria”, recuerda Marité, quien es profesora de ciegos y siempre tuvo mucha vocación social. “Me acuerdo en el colegio, en los retiros, y yo siempre a las monjas les preguntaba si estaba bien tener plata, ¿qué pasa con los pobres? Un día el cura me contestó: está bien si uno da trabajo y ayuda”.
Durante estos 16 años mucha gente ha venido a vivir a la zona de Nordelta y Nuevo Delta. Para muchos de ellos la Fundación Nordelta puede ser sólo un ítem en las expensas, o un nombre que resuena acompasado de la fuerza que la marca Nordelta ha adquirido en estos años. Pero para Marité es parte de su vida, es un hijo más que nació cuando estaba embarazada de su hijo Benjamín. Se nota que tiene el corazón al servicio de la gente y eso lo ha contagiado a sus hijos: “Pancho, por ejemplo, viene muchas veces a acompañarme”.
-¿Qué te da de positivo el apellido Costantini?
-De positivo me da poder acceder a más cosas para la fundación. A la hora de pedir fondos, presentar proyectos, gente que está relacionada con Nordelta y conoce a papá, te apoya.
-¿Y de negativo?
-De negativo uno siempre primero tiene que probarse a uno misma y demostrar que sos buena en lo hacés y que no es por el apellido. Y también me piden un montón de cosas. Lo que rescato es que la gente de Las Tunas jamás me pidieron un favor por tener el apellido Costantini, ni un préstamo ni nada. Eso me hace sentir reconocida, porque me ven que estoy, que coordino, que trabajo y me valoran por eso.
-¿Cómo manejas la parte del trabajo de la fundación en relación a la comunidad de Nordelta y Nuevo Delta?
-Yo no soy vecina de Nordelta, sigo viviendo en San Isidro. Hay muchos voluntarios por suerte en toda la zona. Antes me costaba entender todo el trabajo que hay que hacer para contagiar a la gente el espíritu solidario, el compromiso. Ahora a mis 50 años entiendo que hay gente que se puede comprometer, otra que se compromete con otras causas y otras que ni les interesa leer nada sobre la fundación. En lo que hace a comunicación es lo que más me gusta, contar en la noche solidaria o en los medios las historias de la gente que logró superarse, tener nuevos sueños, progresar. Por eso me gusta que vengan acá a Las Tunas, y me cuesta mucho que vengan. Me parece importante que vivencien lo que se hace. La frase de este año, ‘No es lo mismo sin vos’, es clave. Porque está buenísimo que Eduardo Costantini y Nordelta que tienen la posibilidad ayuden, pero con una sola persona no basta, no vamos a cambiar la Argentina ni la sociedad. Son nuestros vecinos y cada uno desde su lugar puede ayudar en algo: tiempo, fondos, manos. Hay que tratar de evitar la queja y el no hacer nada.
-¿Cómo manejan el trabajo articulado para que no se pisen las tareas siendo que hay tantas ONG?
-Las ONG luchan todas por los mismos recursos, no quieren compartir datos, les cuesta trabajar en red. Yo, tal vez porque no lo necesité, siempre compartí espacios y datos y de aquí se fueron derivando muchas ONG: a mi me gustaría que potenciemos y no que se parta en distintas organizaciones. Muchas ONGs que hay hoy en la zona son derivaciones de cosas que empezaron acá. Es complicado, porque si te volves enorme como Cáritas es difícil de manejarlo, pero si sos muy chico es difícil salir adelante. Nosotros ya hemos trabajado y trabajamos articuladamente con, por ejemplo, Vivienda Digna y con otras organizaciones.
-¿Por qué hay tantos cambios en el equipo de gerenciamiento de la fundación?
-Creo que es una ONG difícil, donde hay que lograr que quienes la dirijan tengan el espíritu solidario, la pasión del trabajo social y saber manejarse dentro de la sociedad de vecinos de Nordelta. Resulta difícil que una sola persona reúna todos esos requisitos. Además, el Consejo en su momento también ha rotado y la zona creció mucho. Tratamos de acompañar y escuchar las necesidades y por eso, por ejemplo, frente al planteo de los vecinos del Golf que detectaron que tenían otro barrio vecino (El Lucero) al que podían ayudar, ampliamos nuestra misión y ahora trabajamos también en dicho barrio. Esto es buenísimo pero nos cuesta mucho articular para que todo funcione. Porque realmente se trabaja en muchos aspectos a la vez: salud, educación, vivienda…
-¿Cómo te sentís con tanto contraste cuando ayudas, y después volves a tu vida cotidiana?
-La verdad es que no me frustra, ni me pongo mal. Al contrario, me llena de fuerza y vuelvo pensando en qué podemos hacer, cómo, hago llamados. Intento encauzar ayuda. Me frustra más lo institucional, la gestión ejecutiva, pero lo otro no. Igual aprendo. Este año hice un curso sobre gestión de proyectos sociales y aplico lo que aprendo.
-¿Qué te gustaría trasmitir a los vecinos de los barrios cerrados que pueden ayudar?
-Lo que me preocupa es que el vecino piense que la fundación no necesita ayuda, puede ser porque ven que mi familia está muy involucrada. Y la verdad es que sí necesitamos de mucha ayuda. Además hay mucho trabajo. Son muchos programas y se hace mucho.
Por eso este año me preocupé de abrir más la información, y armamos una reunión para organizar, por ejemplo, la noche solidaria, que supieran los números, cuánto teníamos que recaudar, qué necesitamos de los voluntarios. Por más que hayamos profesionalizado algunas cosas, no quita que necesitamos el acompañamiento de los voluntarios. Con tanto crecimiento hoy más que nunca necesitamos a los voluntarios de todos los barrios. Al principio la gente se puede acercar porque si, pero cuando ven el detalle de lo que se hace, cuánta gente participa de los talleres, se quedan y/o continúan ayudando. La fundación se formó justamente para darle transparencia al proceso, cuando nos daban una donación, poder dar un recibo. Más allá de las fantasias que surjan en torno a los motivos. Yo estuve ahí y fue por eso que armamos la ONG. Somos super abiertos.
–¿Qué se viene ahora en la fundación?
-Ahora estamos por suerte a punto de tener nuestra sede definitiva en Nordelta, así estamos más cerca de los vecinos. Va a estar atrás de la casa de música, y Canta El Gallo. Así los vecinos de Nuevo Delta nos tienen cerca. Va a haber un lugar para las voluntarias y va a ser un lugar de encuentro. Lo que quiero es que sigamos creciendo como equipo, que nos focalicemos en lo importante para lo que fue creada la fundación que es mejorar la calidad de vida de nuestros vecinos con ellos, no asistiendo, sino generando proyectos que les den oportunidades.
Por Mercedes Cordeyro
Fotos de Francisco Galeazzi