¡Hola! ¡Bienvenidos a mi nuevo match!
Hace un tiempo, andando por estas nuevas redes se cruzó en mi camino Mateo, un chico de mi zona, a 5km de distancia para ser más exactos, que a primera vista parecía bastante normal. Pero como ya sabemos, SIEMPRE las primeras impresiones que tuve hasta el momento no fueron muy acertadas que digamos. Pero eso no me detuvo para darle like y conseguir mi nuevo match. Después de todo, siempre mantengo la esperanza de cruzarme a algún sapo válido para transformar en príncipe, ¿no?
La conversación arrancó de lo más normal, Mateo es ingeniero, tiene 34 años y vive solo. Pero lo mejor de todo, es que es muy divertido. Es de esos flacos con los que podés estar horas hablando y riéndote fuerte. No será el más lindo del mundo, pero les juro que su humor todo lo supera. Así que así empezamos, teniendo laaargas charlas por whatsapp compartiendo anécdotas con un toque de humor ácido, ese que tanto me gusta a mí. Pero llegó un punto que ya la charla cibernética se estaba haciendo demasiado larga y no concretábamos un encuentro. Fue entonces que le dije de hacer algo de una vez por todas, porque si no lo dejábamos ahí. Porque todo bien con la buena onda pero si no nos vamos a ver, mi “amistad ciberespacial” llega hasta un punto.
Fue ahí donde empezamos con las idas y vueltas, con los horarios y días raros y de más. Cuestión que decidí stalkearlo para ver qué me estaba ocultando. ¡Su perfil en Facebook era la nada misma! No había actividad, a lo que él atribuía que era porque no le daba bola, nada importante. Así fue que decidí creerle y restarle importancia al tema, después de todo, las redes sociales suelen ser más mentiras que verdades, ¿no?
Llegó el día de por fin conocernos cara a cara, después de semanas de idas y venidas, quedamos en encontrarnos un martes a la noche a comer algo. Si, ok, un martes no era el día más normal para una primera cita pero accedí, porque sino no íbamos a concretar más. Nos encontramos en un restaurant de San Isidro que no suele tener mucha actividad, y digo eso por no decir que es una muerte. Jamás te cruzás a nadie, son de esos lugares que no sabés cómo subsisten. Pero en fin, ahí fuimos. Llegué y cuando nos vimos pegamos la misma buena onda que por whatsapp. Todo iba genial, realmente genial. Mateo era un copado y me morí de risa toda la noche.
Llegó la hora de irnos. Agarramos nuestras cosas y perfilamos la caminata hacia la salida. Fue ahí cuando estábamos llegando a la puerta que el pibe se puso blanco, LITERAL, ¡no miento! Yo no entendía nada, el pibe no avanzaba, no lograba hacer un paso, hasta que miré y vi que una pareja venía directo hacia nosotros. “Sos de cuarta Felipe, ¿qué caraj* haces?”, fue el grito de la mujer de la pareja. Yo me quedé helada, “¿Felipe? ¿What? Él se llama Mateo querida, no sé qué estas flasheando”, pensaba en mi interior. Mi cara de desencajada le demostró a la flamante parejita que yo no tenía idea de qué estaba sucediendo.
Mientras el nabo de Mateo o Felipe, como quieran llamarlo, se quedaba mudo, la mujer se acercó enojada y sarcástica me dijo: “Está de novio con mi hermana hace 5 años, a punto de casarse, te cuento por si no lo sabías y te estaba pintando una historia de amor”.
Automáticamente lo miré, desencajada total y le dije: “Un gusto conocerte Mateo, digo Felipe. Me hubiese encantado salir de nuevo pero… 3 son multitud”. Y me retiré lo más natural posible, disimulando las ganas intensas que tenía de salir corriendo a contarles a mis amigas que nueeevamente el sapo no era más que otro bicho raro del jardín.
¿Alguna vez fueron la tercera en discordia?
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