Los últimos atentados que ocurrieron en Manchester y Londres volvieron a sembrar la desolación, el desconcierto ante lo inexplicable, la impotencia frente al sufrimiento de tantas vidas sacrificadas, así como la necesidad de preservar la decisión de proteger los valores esenciales, la democracia y el derecho innegociable a vivir en un proyecto que subraye la gran conquista del hombre que debe ser la paz, el registro respetuoso del semejante y el ejercicio exigente de la justicia.
Es en ese paisaje donde se aloja la verdad y la seguridad, desterrando de este modo una angustia que sería arrasadora. Acontecimientos de esta magnitud tan trágica necesita, y la gente lo reclama, una lectura profunda y autocrítica para promover nuevas estrategias que hagan posible enfrentar el fanatismo salvaje que ya sabemos no sólo desconoce al que piensa o siente distinto, o sea la otro, sino que lo extermina. Porque el fanático tiene abolida la alteridad dentro de su propia subjetividad.
Es un trabajo de duelo arduo y difícil, y que habrá que elaborar. La pregunta insiste: ¿cómo reparar lo inadmisible? ¿Cómo acentuar lo preventivo y los mecanismos de alerta, y la acción veloz de las fuerzas de la ley? Es esta última, en mayúsculas, la que en su efectividad aleja la tentación de la venganza cercana a lo que definimos hoy como violencia mimética. porque esta última, que tiene que ver con la primera reacción emocional que despierta ser víctima de una agresión feroz, nos termina alienando en la medida que nos expropia de lo valioso de nuestro ser.
El odio a todo lo que desafía la pretensión narcisista de lo absoluto, provoca un encierro en una versión delirante de la vida que impide crear, crecer y finalmente amar.
Situaciones destructivas como ésta despierta un sentimiento de soledad de desconfianza y amenaza en el alma de cada uno, generando una tensión persecutoria angustiosa y se hace imprescindible trabajar en aquello que refuerce la gran conquista humana: la convivencia.
Dr. José Eduardo Abadi
Medico-Psiquiatra-Psicoanalista
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