Cuidar el mínimo detalle parece ser innato en Stella de la Regina. Nos recibe en su lindísima casa de Los Castores, Nordelta, rodeada de luz natural y con un rico desayuno de jugos y frutas cortadas, creando un clima que habla ya de su persona. Impacta ver cuánta energía sale de su ser, una bella mujer que ya pasó los 65 años, su personalidad es grande, pero su físico no llega al metro sesenta. Pequeña, impecable, sonriente y llena de amor por lo que hace, Stella nos cuenta la historia de su emprendimiento de moda hecha en telar.
Al ingresar a su vivienda, a la izquierda cuelga un cuadro que como no podía ser de otra forma muestra una de sus obras, llena de colores y texturas, e inspirada en uno de los trabajos que realizó para Fendi, la marca Italiana. Stella es médico de profesión, pero con la familia fue dejando de ejercer. Hace unos años, con los chicos ya grandes, retomó el tejido en telar que había aprendido cuando tenía cuatro años. Con su empuje y dedicación, la producción de ponchos, bufandas, sweaters y todo fue creciendo cada vez más. Al principio fueron regalados a cada miembro de la familia, hasta que su hermana optó por llevar un bolso con sus tejidos al colegio donde trabajaba, y así comenzó el siguiente paso de Stella de la Regina como marca, se improvisaron unas etiquetas y a vender. Hoy en redes sociales y a través del círculo de amigos y conocidos, Stella empuja su empresa y está en permanente reconversión.
“Me inspiran los lugares mágicos, siendo mi preferido Positano, ciudad vertical que trato de representar con las tiras de telas entremezcladas en la trama, que son una de las características distintivas de mi trabajo. No tengo un disparador específico para crear. Pueden ser situaciones, objetos, elementos de la naturaleza, una obra de arte… Es un instante mágico en donde interactúa la atracción entre la idea y lo que se puede lograr llevándolo a la trama”, cuenta Stella.
Gracias a la posibilidad de viajar que tiene, en el 2012 se animó a solicitar una entrevista con Fendi para mostrar su trabajo, así mientras su marido compraba algo en el local, ella hablaba con Angello, el vendedor, y le solicitó una entrevista para mostrar sus diseños (¿quién dice que no hay que atreverse a soñar?). Angello le dio los datos de contacto de las oficinas de Fendi. Stella enseguida recordó las experiencias cuando llamaba a diseñadores argentinos, salvo Laurencio Adot que la recibió y pudo ver su trabajo, la mayoría eran muy frustrantes pues al decir que hacía trabajos en telar, la descartaban sin siquiera mirar las muestras y explicándole que ellos se dedicaban a la alta costura. Así, al llegar a Buenos Aires, Stella logró hablar con la responsable de buscar nuevas propuestas para la marca: Martina Corradi.
A partir de aquel momento se sucedieron cuestiones mágicas donde Stella pudo adentrarse en el mundo de la alta costura y en octubre de ese año tuvo su primera entrevista. Martina enseguida vió en Stella una mujer apasionada y la desafió a hacer “algo que la máquina no pudiera hacer”. Cabe aclarar que en Fendi, sí de costura o tejido se habla, todo se puede hacer, ya que cuentan con talleres de primerísima línea.
Con el desafío en la valija, Stella volvió a Buenos Aires y comenzó a pensar cómo responder a lo que le había propuesta Fendi. Así nacieron sus creaciones en donde en los ponchos se intercalan cortes de tela hechos a mano creando diversos juegos y texturas. “A partir de eso tuvimos un trato y un ida y vuelta que a mi me enriqueció, me enseñó, aprendí mucho, sobre todo cómo trabajan la inspiración. Trabajan con 3 temporadas de anticipo, se inspiran en artistas contemporáneos, en libros. Hubo un año que estaban trabajando en la obra del muralista ingles Ian Davemport, quien pinta con jeringas donde la pintura se desliza por las paredes y genera charcos en el piso que respetan el margen de los colores”, cuenta. Así Stella volvió con la misión de extrapolar esa técnica en el telar y hoy una de las piezas que hizo es aquella que está colgada en la entrada de su casa.
Su espacio de trabajo es lo que en una casa cualquiera sería las dependencias de servicio, un espacio austero, humilde, pero con enormes placares que guardan sus creaciones desbordantes de colores, variedad de puntos. Tanto para el día como para la noche, sus piezas dan un toque único a quien decida llevarlas. Son esas prendas que hay que probarse, ver por separado y saber valorar el trabajo y el esfuerzo que cada una lleva impregnado. Estolas para llevar sobre un vestido de fiesta, ponchos o sweaters para combinar con un jean, o simples pero únicas bufandas para abrigo.
Hoy en una nueva etapa y a punto de lanzar su negocio on-line, Stella sigue innovando y disfrutando de lo que hace, consciente de que esto debe ser un negocio y funcionar como tal, apuesta una vez más al crecimiento y nada parece detenerla. ¿Quién dijo que hay edad para emprender? Stella desafía paradigmas y pone sus ojos en llevar el telar que es tan nuestro a triunfar en el mundo.
Por Mercedes Cordeyro