Hola, ¡bienvenidos a un nuevo match de mi vida sentimental 2.0!
Esto sucedió muchooo tiempo atrás, cuando recién comenzaba a incursionar en este mundillo de amor cibernético. En ese momento, usar Tinder era tema tabú, no se hablaba muy abiertamente de si eras user o no, y si te cruzabas a algún conocido en la red te daba vergüenza que lo comentara. Justamente por todo esto, me pasó lo que me pasó. ¡Error de principiante!
Fede fue mi primer match y me acuerdo como si hubiera sido ayer. Como ya les conté, yo venía de una etapa donde todos los sapos que besaba no lograban convertirse en príncipes. Pero, sobre todo, acababa de cortar una relación donde todo el post fue un tanto dramático, “un tanto” por no decir del todo dramático. Escenas de llanto en boliches, fuertes stalkeos, reproches a los gritos, mails interminables con planteos y demás situaciones, que viéndolas hoy a la distancia, creo que no tengo nada que envidiarles a las telenovelas de media tarde de Thalía.
Con todo este panorama, pueden imaginarse mi necesidad, mi intensa necesidad, de ingresar al mundo 2.0. Un lugar, en mi cabeza, donde estábamos todos en la misma, buscando una relación seria… Si, ya sé, ¡pido perdón! Pero juro que en ese momento de mi vida la lucidez no era mi mejor aliada.
En fin, armé mi perfil y me lancé al book virtual en busca de mi príncipe azul. En lo posible, esos que no se destiñen en el primer lavado. Después de una hora intensa de poner la cruz a todo lo que el Señor Tinder me ofrecía, apareció Fede. Un tipo normal, ni un caño ni un bagre, normal. La falta de selfies en su “book”, las fotos no pensadas y la falta de amigos en común llamaron mi atención. Y así fue que apenas le di like, ¡se concretó mi primer match!
En seguida nos pusimos hablar y todo fluyó con naturalidad. Fede era un flaco común. Había terminado una relación hacía bastante y ya tenía ganas de volver a encontrar alguien con quien pasar un buen rato y ver qué onda. ¿Ven? ¡La gente en Tinder si buscaba lo mismo que yo! Fue así como decidimos concretar nuestra primer salida.
Quedamos para un jueves. Lo que no me di cuenta era que era el día de comida semanal con mis amigas y no podía faltar. Como todavía no quería blanquear que estaba metida en estas redes sociales, porque ninguna del grupo estaba en esa sintonía y no quería ser la pionera, fui a la comida y acusé dolor de cabeza para irme temprano. Al rato me encontré con Fede en un bar. Pegamos re buena onda, nos quedamos hasta re tarde charlando y decidimos que esta era sólo nuestra primera cita de varias que vendrían. Lo vi todos los días siguientes durante dos semanas enteras. Cine, almuerzos, cenas, Netflix, café, helados, todo con él era un planazo.
Ya para la tercera semana, yo me sentía segura y confiada con él. Así que esperé al famoso jueves para contarles a mis amigas que mi telenovela mexicana había llegado a su fin y que el melodrama se había retirado de mi vida. Era momento al fin de blanquearles que estaba saliendo con alguien que había conocido por TINDER. Cuando al final estábamos todas en la mesa, excitada grité que tenía algo que contarles: “¡Estoy saliendo con un pibe que me copa y es muy lo más!”. Todas empezaron a pedir detalles así que les conté el paso a paso. En eso, Cata, excitada como yo, blanquea que ella también tiene HOY una primera cita con alguien de Tinder. Imagínense la emoción y excitación de todas, cuando era algo totalmente nuevo en el equipo.
En seguida el grupo nos pidió foto de los pibes a Cata y a mí para ponerles rostro a estos dos candidatos. Al toque agarramos nuestros celulares y mostramos felices la foto. Para sorpresa de todas, no eran dos fotos diferentes sino que se trataba del mismo pibe. “Mi match es tu match”, grité sorprendida.
De más está contarles que no sólo no llegué al altar con él, sino que gracias a ese error de principiante, ahora SIEMPRE chequeamos nuestros matchs antes de avanzar.
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