Paula Estrada es vecina de Nordelta desde hace unos 14 años, podría decirse que una de las pioneras a la hora de mudarse a la ciudad pueblo por entonces, cuando mucho de lo que hoy es una realidad todavía era una promesa en el masterplan. Paula se define como “thinking partner”, coach ejecutivo y ontológico profesional certificada, hace además entrenamientos para speakers y oradores de las exitosísimas charlas TEDx. Pero también, Paula es una luchadora, una de las tantas mujeres que logró hacerle frente al cáncer y ganar la pulseada. ¿Pero qué hace de la historia de esta vecina una que se recorta por sobre algunas otras? Que logró crear un avance para que el cáncer no le quite a la persona uno de los ingredientes para no perder las fuerzas durante el tratamiento: su autoestima. Ella inventó un casco de frío que puede armarse de manera sencilla, casera y económica y que permite que los pacientes no pierdan el cabello durante el proceso de la quimioterapia.
Primero, lo probó en ella misma: tuvo cáncer con metástasis y apenas perdió un poco de su cabellera. “Hacía apenas un mes había conocido un compañero de ruta. Fue en el año 2009 y estaba muy feliz con mi vida, mi trabajo, mis amigos y mi hija, regresaba de esquiar en grupo y lo habíamos pasado genial. Algo en mí, en lo más profundo no estaba bien, pero no tenía motivos para sentirme así”, recuerda. “Fui a mi ginecólogo para comentarle y me hizo una serie de estudios de rutina, análisis de sangre, mamografía, radiografía de tórax y todo estaba bien. La que sentía una angustia extraña era yo. Seguí insistiendo y me hizo más estudios, resonancia con contraste, ecografía mamaria y nada. Me dijo que me quedara tranquila porque todo estaba perfecto. Yo seguía con una angustia nada común en mí, que soy una persona sumamente positiva y alegre. Y busqué un médico que me hiciera otro tipo de estudios. Le llevé mis resultados y él me dijo que primero me iba a escuchar y después miraría los estudios ya que en los años de profesión que tenía más del 70% de las mujeres descubrieron ellas solas sus enfermedades. Le dije que no me sentía feliz y no tenía motivos para no estarlo, estaba en un excelente momento de mi vida. Miró todo y estaba perfecto, ningún estudio de imágenes daba que tenía algo malo. Pero como cuando yo le hablaba me tocaba el pecho, me propuso arrancar por una biopsia de mamas. A los 20 días el resultado fue un cáncer muy avanzado en la mama derecha. Y ahí comenzó todo. Mastectomía radical derecha con metástasis, 18 sesiones de quimioterapia y 60 sesiones de rayos. Mi mayor miedo no era la enfermedad ni la operación, era que yo había decidido continuar con mi vida normal de trabajo y aparte no quería que mi hija que era chiquita me viese pelada, esa es una imagen de enfermedad que no estaba dispuesta a mostrar. Ahí tomé el toro por las astas y le dije a mi oncólogo: ‘Gonzalo, ¡yo pelada no me quedo!’Él me dijo que era imposible porque por el estado avanzado de mi cáncer tenía que darme con todo lo más fuerte. Lo desafíe a que me deje ver que podía hacer”.
Así comienza este relato de Paula con un presente asombroso. Desde ese simple “yo no me quiero quedar pelada” a este invento. Hoy, ya son más de 300 las personas que lo utilizan y que, por sobre todo, pasan el dato y recomiendan este “casco de frío” que se puede confeccionar con los conocidos geles azules que utilizamos para golpes o contracturas. Ahora, ¿cómo fue que se lo ocurrió la idea de que el frío podía ayudar a no perder el pelo? “Empecé a investigar por internet si había forma de que la quimio no haga caer el cabello y en Holanda había un estudio que decía que si se congelaba el folículo del pelo, la medicación (que va por vena) no lo llegaba a tocar y por lo tanto no se caía. Mi amigo Claudio me dijo que él había escuchado eso y quería probarlo con su mamá. Ahí dije, ¡voy por todo!”, le cuenta a Locally. “Empecé a probar de qué forma podía tener la cabeza congelada. Bolsa de hielo, se derretía. Gorra de baño con hielo, se derretía. Hasta que probé con los geles azules que sirven para cuando uno se golpea. Me armé un casco con la forma de mi cabeza, bien apretado y teniendo en cuenta tener bien cubiertas todas las partes: crecimiento de la frente, patillas, nuca y coronilla. Me mojé la cabeza y me coloqué el casco. Tomé el tiempo que me duraba congelado, aproximadamente 40 minutos, y calculé cuantos cascos necesitaba para las dos horas que duraba el pasaje de la quimio y usarlo 50 minutos luego de que la quimio termine ya que el medicamente queda dando vueltas por el cuerpo. Me armé los cascos, los congelé y los metí en una heladera de camping llena de hielo y ahí fuimos a la aventura. Primera quimio con el casco: me miraban todos, parecía la hormiga atómica. Siempre arriba me ponía unos lindísimos pañuelos para tapar los geles, hasta me veía linda, y así fueron las 18 quimios”, recuerda.
Mantener la cabeza en frío
El casco se arma con tres geles grandes y dos pequeños que se unen con cinta de embalar, teniendo en cuenta que no puede quedar ningún espacio sin gel, ya que sino no se enfriará esa zona. Los tres grandes en paralelo uno encima de otro y los dos chiquitos uno a cada lado, en el centro continuando la horizontal. Luego se coloca sobre la cabeza y se va dando forma redonda pegándolo con cinta transparente gruesa. Una vez hecho esto, va a quedar un casco redondo del tamaño de tu cabeza, ahí lo metes al frezeer y se confeccionan los otros. Es importante saber cuánto va a durar el pasaje de la medicación para poder calcular la cantidad de cascos para llevar (ese dato se lo puede consultar al oncólogo ya que todos los protocolos son diferentes). También, se puede probar con congelar bien la boca chupando helados de agua o hielo, ya que la boca suele llagarse. “Nadie podía creer que había pasado 18 quimioterapias con pelo y sin llagas en la boca”, asegura Paula, quien actualmente asiste a quienes están pasando por ese proceso que ella ya vivió. “Yo ayudo a alguien a construir su casco, les doy información y contención, y lo comprometo a que cuando se ponga bien asista a dos personas más. Por la solidaridad y el amor que le pone cada una le llamamos ahijadas, ya que nos hacemos cargo de ayudarla hasta que terminen el tratamiento. En muchos hospitales y sanatorios tenemos freezers donados por pacientes para que puedan colocar los cascos y se mantengan bien fríos hasta el momento de que te pasen la medicación. Los oncólogos lo avalan a fuerza de comprobar que al vernos sanas todo fluye con más naturalidad. Y hasta los recomiendan”.
Un dato clave: es necesario usar los cascos desde la primera quimio. “Si te dijeran que tienen dos drogas de quimio, y que con una quedás pelada y con la otra no, ¿cuál elegirías? Yo elijo la que me permite seguir con pelo. Esa opción no está en nuestra quimioterapia y el casco me la dio y me permitió transitar este proceso mucho mejor, viéndome a mi misma en el espejo todo ese tiempo”, resume María Lujan Bessio, una de la ahijadas de Paula.
Pasar el dato y cruzar fronteras
Existe una fan page de Facebook que se encuentra como “Quimio con pelo – Paula Estrada” donde se reciben consultas de todo el país y también de países limítrofes que ya están usando el casco azul. Tienen a su vez un grupo de whatsapp en el que se comparten experiencias y consultas entre quienes están transitando la quimio y, sobre todo, hay contención y acompañamiento ya que es un momento de mucha vulnerabilidad para el paciente. “El humor es muy importante en esta etapa, divertirse con el casco, cada una se lo tunea a su manera”, detalla Paula. “Gracias a mi enfermedad y el casco, comencé a acompañar a pacientes oncológicos, me recibí de Coach Ejecutivo y Ontológico y divido mi vida entre lo corporativo y devolverle a la vida lo bien que yo pude transitar mi enfermedad asistiendo a personas solo desde el amor, sin pedir nada a cambio. Mi profesión era hasta ese entonces diseñadora gráfica y de modas, y si bien ya no me dedico a eso porque la enfermedad me dio la oportunidad de reinventarme, igual utilizo todas mis herramientas al servicio de las personas”.
– La utilización del casco ya recorre el mundo, ¿es el mismo sistema en otros países?
-Ya en Estados Unidos y algunos países de Europa desarrollaron cascos que se enchufan, pero los alquilan carísimos a los pacientes, también hay otros que pesan mucho y no dan tan buen resultado como este método casero y económico.
Nos reunimos con la fábrica de geles Body Care, y nos regaló muchas cajas de geles que estamos dándole a las personas que no pueden acceder a esto y nos están desarrollando el casco en una sola pieza, esto va a facilitar mucho todo. Ellos se comprometieron a donar los que sean necesarios y ponerlos a precios accesibles. Yo estoy haciendo un folleto que vendrá con los geles para que todos sepan cómo usarlo y con algunos tips para transitar mejor la enfermedad.
-¿Lograste patentar el invento?
-Muchas veces me dijeron que lo patente, pero no está en mí hacer ningún tipo de negocio con esto, sólo ofrezco mi tiempo y amor para el que lo necesite, gracias a Dios tengo mucho trabajo como coach ejecutivo y puedo dedicarle varias horas de mi día a acompañar y asistir a quien me necesite. Me hace muy feliz saber que pongo un granito de alegría y esperanza a los pacientes oncológicos. Me propuse hacer la diferencia en cada persona que se cruce en mi vida.
El casco frío está aprobado por la FDA (Food and Drug Administration: Agencia de Alimentos y Medicamentos o Agencia de Drogas y Alimentos) que es la agencia del gobierno de los Estados Unidos responsable de la regulación.
-¿Qué se siente saber que se logró algo que puede ayudar a la autoestima del paciente en un momento tan duro del tratamiento?
-Automáticamente pensé: no puedo guardarme esto solo para mí. Quiero que todos tengan la posibilidad de mejorar su pasaje por esta enfermedad. Verse con pelo es no ser mirado con compasión ni lastima, es poder hacer una vida más normal y sobre todo sentir que le ganás una a todo esto, como dice una de mis «ahijadas», Diana.Yo me siento feliz, agradecida a esta enfermedad que me mostró lo fuerte y creativa que soy y que me conecta día a día con personas maravillosas que están en este tránsito que se pasa mucho más amigablemente cuando te ves bien.
Tanto mujeres como hombres se sienten mucho más poderosos para acompañar la enfermedad cuando no te ves deteriorado físicamente, es algo mágico y maravilloso. Y te da fuerzas para seguir sintiendo que no todo es tan tremendo como lo era antes la palabra cáncer.
Por Damián Serviddio
No se aconseja la utilización del casco en pacientes con linfomas, melanoma, leucemia y tumores en la cabeza. Para el resto de los cánceres, está aceptado.