Si bien es claro que un tiempo de descanso suena más que saludable, es frecuente encontrar personas a las que les cuesta disfrutar del tiempo libre, sea este un feriado, un fin de semana o unas vacaciones. En algunos casos ocurre que luego de un período laboral intenso llega el momento del descanso y en lugar de disfrutarlo lo padecen. Sea por desilusión, aburrimiento o por un sentimiento de vacío existencial que los hace cuestionarse por el sentido mismo de la vida, situaciones que se manifiestan todas ellas en una inconformidad en las actividades que se realizan en ese tiempo libre.
Para intentar entender qué puede suceder en estos casos podemos pensar distintas situaciones que afectan la capacidad de descansar. A lo largo de la historia un gran número de filósofos, psicoanalistas y escritores han tratado el tema. Las dificultades para disfrutar adecuadamente del ocio pueden deberse a distintos problemas. Podemos ver una “idealización del tiempo libre”, así como situaciones que tienen que ver con el aburrimiento, hasta encontrarnos con escenas que pongan de manifiesto sentimientos de “vacío existencial”.
Si pensamos en la “idealización del tiempo libre”, nos encontramos con personas que teniendo jornadas laborales casi sin momentos de esparcimiento, idealizan el momento del descanso esperando que el mismo brinde más cosas que las que realmente tiene para dar. Se crea la ilusión de obtener en este corto período de tiempo toda la gratificación que no se obtuvo durante el momento laboral. Así es fácil caer en la desilusión: teniendo expectativas tan altas difícilmente se obtenga un adecuado disfrute del ocio.
Puede ser el caso también de personas que se encuentren aburridas. El aburrimiento ha sido tema de análisis desde hace muchísimo tiempo. En una época se lo asociaba a la alta sociedad. Era un síntoma que tenía relación con el tenerlo todo y no encontrar motivación para la actividad. Hoy en día podemos encontrar síntomas de aburrimiento en distintas clases sociales. En la mayoría de los casos el aburrido no sabe lo que quiere, ni se anima a preguntarse sobre su deseo. Siente que nada lo entretiene, carece de una meta y por lo tanto no hay actividad que le despierte interés. Durante la jornada laboral en donde las actividades tienen una meta específica y una organización bien estructurada, no hay conflicto. Este aparece justamente cuando se dispone del tiempo sin estructuras ni metas. Aquí surge en el aburrido esta sensación apática de desinterés, en donde nada lo sorprende ni lo entusiasma. Esta situación puede ser leve o convertirse con el tiempo en una “neurosis del aburrimiento” generando una especie de aburrimiento crónico que da lugar a un tipo de vida cercana a la depresión.
Es importante tener en cuenta que el ocio puede ser un momento muy productivo pero pensado en términos de encontrarse con el deseo, no en los términos en que comúnmente entendemos la productividad. Justamente ese es uno de los problemas actuales para disfrutar del ocio, que éste sea un tiempo que no produzca “bienes” como el tiempo laboral y por lo tanto no está bien aceptado por la sociedad. En lugar de ser venerado como un momento importante en el cual nos encontramos con nosotros mismos, permitiéndonos el encuentro con la posibilidad creativa de la que dispongamos, se lo descalifica por no producir “bienes” en términos de consumo.
Otra situación que puede estar poniéndose de manifiesto en esta “neurosis del tiempo libre” es la que está relacionada a sentimientos de vacío existencial. Estos sentimientos existen en todo ser humano y se refieren a los cuestionamientos que cada uno se hace sobre la razón de su existencia. Durante jornadas laborales altamente cargadas de actividad difícilmente exista el espacio necesario para cuestionarse sobre la vida misma. Sin embargo, al frenar, al dejar de estar ocupados con acciones programadas, es probable que surjan ciertos planteos sobre la vida que no siempre son bien tolerados. Acostumbrados a un ritmo híper acelerado y cumpliendo siempre con obligaciones difícilmente surjan preguntas profundas sobre el verdadero sentido de la vida. Pero a veces sucede, casi sin buscarlo ni desearlo, que un espacio de tiempo sin actividad previamente programada nos hace cuestionar. Y es allí donde podemos encontrarnos con angustia y por ello con la dificultad de transitar adecuadamente el tiempo libre.
Esto es común a distintos tipos de vida, diferentes edades y situaciones familiares. No está relacionado a lo que se tiene, material o afectivamente hablando. Surge más allá de cada particularidad porque se refiere a la vida misma y a una característica fundamental que nos diferencia de los animales y es, justamente, nuestra capacidad para problematizar nuestra existencia, es decir, cuestionarnos por el sentido de nuestras vidas. Y se manifiesta generalmente por no estar conforme con nada de lo que se tenga, sea mucho o poco, sea material o afectivo. Frente a carencias obvias, la angustia se ve justificada. Sin embargo, aparece en igual medida cuando se tiene mucho que cuando se tiene poco. Por eso es que esta problemática está más allá de lo que cada uno tenga. Puede sorprender más la angustia cuando se tiene mucho, pero es igualmente entendible si uno lo piensa en profundidad y se da cuenta que esto no está relacionado a lo que al ser humano lo rodea sino que se encuentra en lo profundo de cada ser.
La intolerancia de la angustia que genera a veces esta pregunta sobre el sentido puede llevar a ciertas personas a realizar conductas inadecuadas que intentan, sin lograrlo, el llenado de dicho vacío. Me refiero a conductas evasivas que responden casi siempre a compulsiones que nada tienen de positivo, como las adicciones en general, sea el consumo de alcohol, de drogas, el juego, conductas criminales o el exceso de trabajo, entre otras. Todas ellas aparecen como intentos inadecuados de llenar el vacío.
Pero podemos ver también una respuesta adecuada a esta pregunta sobre el sentido de la vida. Son todas esas personas que no entran en conflicto ni con la pregunta sobre el sentido mismo de la vida ni con el tiempo libre que les habilita la pregunta. Cuestionarse sobre el fin, sobre el propósito mismo de nuestra existencia, no sólo es algo inevitable sino que es algo positivo que nos pone en marcha hacia una búsqueda creativa de la respuesta, que en cada caso es particular a la historia y a las elecciones que cada individuo realice.
Por Lic. en Psicología Constanza Bonelli
*Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina