Pinturas que no callan

Pinturas que no callanUn encuentro con el artista Marcelo Pizzolo o con sus cuadros, resulta, por lo menos, un momento distinto en el día. Despierta, impacta, rompe, desbarata, ajusta o algún otro efecto colateral dependiendo del receptor. El pintor habla de un trabajo simbolista o figurativo, donde es raro encontrar paisajes ya que su interés radica principalmente en la figura humana: “El cuerpo es un lugar interesante para la reflexión artística: puede ser sensual, hermoso, político o espiritual. Nuestros cuerpos son herramientas de comunicación, expresión y conexión…»

Con 50 años, este vecino de Santa Bárbara, siempre cerrando y abriendo ciclos, presenta su obra que aunque personal, incluye de todo: “Mi trabajo está inspirado en las personas, en mi vida y en mis experiencias. Somos independientes, pero no estamos solos.” Si tiene que decir cuáles son sus influencias, piensa en Francisco Goya o René Magritte. Para referirse a sus comienzos en el oficio, regresa a los 37 años y al arte digital que define de modo propio: “consiste en hacer una imagen creada en 2 o 3 programas digitales y después intervenirla con acrílico”.

Marcelo empezó con un estudio de postproducción para cine y video: su tarea consistía en armar y editar cortos. Cuando empezó a trabajar imágenes fijas, le llamó la atención la posibilidad de crear una escena para transmitir algo distinto. 2006 y 2007 fueron años en los que se involucró de lleno con el arte digital. Con este formato, en el 2010 participó en una exposición de Agora Gallery en Chelsea, Nueva York. Lejos de Buenos Aires, esta muestra fue el primer contacto de su obra con el público, a la que llegó ante la inesperada respuesta (por lo menos para él) de que le aceptaran sus trabajos.

La experiencia funcionó como impulso para formarse e incursionar en nuevas áreas. Tomó clases en el Taller de Artes Plásticas de Juan Doffo con el fin de adentrarse en el mundo de la pintura con acrílico: “Necesitaba evolucionar en la forma de expresarme con un pincel, en materia. La sensación era más genuina, las obras tenían otro espíritu. El arte digital es más frío en ese sentido… entendí por fin lo que significaba pintar con pincel”. En el 2014 también le abrió las puertas a la carbonilla de la mano del maestro Marcelo Casás.

Un camino de ida
A partir del 2011 comienza su momento intenso de producción, “arranqué con todo: apareció mi obra cruda de pincel, materia y acrílico. Y no paré hasta el 2015 cuando también implementé la carbonilla.” En estos años llegó a producir más de 100 obras.
Con respecto al espacio, que no es un tema menor ya que el tamaño de sus obras es considerable y es uno de los elementos que acentúa el impacto, comenta: “me fui mudando de talleres, talleres chicos al principio. Después seguí en un galpón propio donde podía desplegar 20 obras de 2 metros por 2 metros, todas a la vez. Y después volví a un taller chico por cuestiones de ubicación y para poder seguir conviviendo con el arte y con la familia. El exceso de arte hace que te metas en un inframundo del que no podés salir… hay que regular.”

Como último eslabón en la cadena de técnicas que fue incorporando, por lo menos hasta el día de hoy, Marcelo cuenta de su participación en el taller de Fernando Quirós donde aprendió a pintar con óleo, “material que elijo porque tiene un brillo especial y la obra tiene una duración casi eterna… la textura le otorga una fuerza especial al cuadro y de algún modo, al ser más delicado, me está llevando a hacer piezas más chicas”.

Las miradas completan la obra con honestidad brutal, sobre el contenido de parte de sus cuadros, señala: “son bravos, no todos son para colgar en el living de tu casa, te movilizan. Algunos son sangrientos, ‘El guerrero interior’, ‘Una noche de tormenta’, o ‘El ángel inmortal’ que está enganchado en un árbol pero respira, pasó un mal momento, quedó golpeado pero no murió, busca. En general, hay búsquedas en los personajes y aunque se trate de emociones personales, cualquiera puede identificarse.” Sobre una de sus obras, comenta: “quién sabe lo que hay ahí adentro, la hice durante un año, subía al techo de mi casa a las 3 de la mañana… buscaba la oscuridad de la noche. Quería hacer una pintura a través de la intuición y no de la vista y se empezaron a generar imágenes sin querer hacerlo”.

Marcelo confiesa que la transparencia en la vida y en su obra le ha costado muchos problemas, “es como el juego de las máscaras. Mi cuadro ‘Sin disfraz’ muestra que los costos de ir sin disfraces son altos… las pinturas potencian verdades que generan incomodidad en las personas porque se ven reflejadas”. Seguidamente, recuerda el comentario de un amigo: “Son muy buenas las obras Marce, pero nunca colgaría una en mi casa”. Sobre lo positivo, expresa: “la gente dice que ve mis cuadros y tienen fuerza, una fuerza impresionante. Y sobre todo, un mensaje. Te guste o no te guste, tienen un mensaje.”

Dejarla volar…
Con el objetivo de compilar sus cuadros e ir cerrando ciclos, Marcelo editó dos libros. Uno en 2011 de su obra digital y otro en 2015 donde también incluyó su declaración como artista, citada al comienzo de la nota.
Como un proyecto futuro pero cercano cuenta acerca de una página web canadiense a través de la cual se hacen copias certificadas de los cuadros originales y se venden por todo el mundo. De una misma obra, se venden hasta 10 copias de alta calidad. “Lo bueno de esto es que se vende y no se entregan los originales y a la persona le sale más barato“, confiesa con humor. Y agrega: “la entrega de los originales al principio era un drama… después lo miré como un modo de expresar afecto a amigos íntimos, lo que fue muy liberador. Para la gente era un regalo único porque en el mundo de hoy nadie se toma todo ese trabajo para hacerle un regalo a alguien. Esta experiencia me ayudó a poder soltar mis obras, las últimas dos que vendí las entregue con facilidad.”

Si bien hace dos años que vive en la zona, en noviembre del año pasado abrió su obra a la comunidad local en el Seven Eleven de Santa Bárbara donde convocó a 30 artistas y expuso 4 obras suyas. Su última exposición fue en La Rural, con la Boutique de Arte Directo del Artista (BADA). La intención es participar también de esta propuesta en el 2017 y mandar su obra a concursos en New York, Miami, Londres y Dubái.
Por lo pronto, en su casa tiene 12 cuadros colgados ya que como artista disfruta de su obra simplemente por haber logrado plasmar lo que ocurre en su interior: “Hay muchos gritos en mi obra. A mí me gusta ver mis cuadros porque son un reflejo interno de momentos del camino de la vida, y eso puede resultar inspirador. A través del personaje puedo transmitir algo distinto y al final, siempre se trata de la búsqueda de la luz.”

Por Sofía Moras

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