La Fundación Más Humanidad tiene una antigüedad formal de un año, sin embargo ya en el 2011 comenzaba su gestión bajo el nombre “Pequeños pasos”. No son un grupo de gente improvisada, “ni tampoco corresponde improvisar” asegura Sabrina Maino (50) cuando introduce la importancia de contar con una metodología de trabajo específica. Son parte de la familia CONIN –Cooperativa para la Nutrición Infantil– fundada en 1993 por el Dr. Abel Albino. De ellos toman el modelo para lograr una misión por la que debiera luchar toda la humanidad: quebrar, de una vez por todas, la desnutrición infantil.
Sabrina es la presidenta de la fundación, también artista plástica, profesora de bellas artes especializada en escultura y madre de 5 hijos. La injusta combinación de pobreza y niñez la condujo a establecer prioridades distintas en su vida: “Arrancar con esto implicó, desde el primer momento, hacer a un lado otras cosas. Entrar en esta realidad hace que después no puedas dejar de verla, aunque no la consideres tu problema. Desnutrición es una mala palabra, da vergüenza, y solemos decir que es un problema del Estado. Sabemos que a las ONG les falta fuerza y recursos, pero lo positivo es trascender los obstáculos y encontrar la forma. Lo importante es crear conciencia sobre un problema real y particular en la Argentina que depende de todos. El capital humano tira para adelante un país, un capital humano dañado lo hunde. Entonces, no me importa de quién es el problema. Hagamos algo.”
Más Humanidad asume la responsabilidad sobre tres centros donde se atienden en total 130 personas. Dos de ellos están en el partido de Tigre, en la zona de Rincón de Milberg. El otro está ubicado en Lima, partido de Zárate. Trabajar con la población de estos lugares fue una decisión de Sabrina ya que, al ser vecina de San Isidro, le resultaban accesibles los traslados. Durante 5 años se encargó de forjar un equipo, “trabajar individualmente es más fácil; armar un grupo de personas que coordinen sus saberes y actividades en conjunto es el desafío más grande.”
Las tareas que se efectúan en los centros son, en primer lugar, de educación y promoción humana: “El primer agente de cambio es la madre, o la abuela, o quien esté a cargo del niño desnutrido. Mediante distintos aspectos educativos se transforma a la persona para que pueda organizar su vida.” En segundo lugar, se trabaja con la asistencia de profesionales necesarios para sacar a los niños adelante: “Las madres asisten a los programas de educación, llevan a sus hijos a control y van poniendo en orden su situación. Luego se les otorga un bolsón con alimentos acorde a las proteínas necesarias que necesite cada chico o grupo familiar.” En tercer lugar, el centro se ocupa de la investigación: “recopila datos y registra cada caso en el que interviene. De este modo es más fácil replicar y abrir más centros.”
Luego de explicar cuestiones técnicas y de organización, Sabrina subraya: “El problema social que lleva a la desnutrición es muy complejo. Una de las consecuencias de la desnutrición es la violencia. Si no tenés la ayuda de alguien, no podés salir. Las madres de los chicos malnutridos han nacido ellas con los derechos vulnerados, ellas son malnutridas. El 100% de mis familias no tienen vivienda digna, entonces estamos hablando de un problema de justicia que se contradice con la constitución. Por otro lado, el daño cerebral se ve en el aprendizaje, en la falta de capacidad en el razonamiento, en la memoria. Nosotros tenemos 3 casos concretos de chicos que están en séptimo grado y no saben leer. Si alimentás mal, no tenés el sustrato necesario para educar. Factor cadena.”
Con respecto a la financiación de los centros, Sabrina comenta que comenzó con ferias de arte, vendiendo obras que le regalaban amigos artistas. Los alimentos normalmente se consiguen por donación. Pero a su vez, la fundación deben asumir (entre otros) los gastos de los honorarios de los profesionales, si bien muchos de ellos trabajan de forma voluntaria. En el último tiempo CONIN Mendoza realizó una campaña con la colaboración de Maru Botana que consiste en donar $120 mensuales. Gracias a esta campaña, Más Humanidad cuenta con 50 personas que ayudan con el financiamiento.
Al margen de la cuestión económica, Sabrina asegura que se necesitan personas que quieran ayudar de modo responsable. Por un lado, profesionales voluntarios siempre serán bienvenidos. Al día de hoy, 70 profesionales trabajan en los centros sin cobrar sus honorarios. A su vez, se dictan talleres para enseñar oficios: confección de ropa, tejido, cocina, jardinería. Y también resulta fundamental la ayuda en las guarderías para que las madres puedan asistir a los programas de educación. “Para todo esto se necesitan manos comprometidas”, afirma.
Finalizando la entrevista, a Sabrina se le dibuja una imagen en la cabeza: “Una vez que instalamos uno de los centros en Rincón, fue muy sorprendente cómo fueron ordenándose las cosas alrededor. Es visible el impacto. Me acuerdo entonces de lo que dice Abel Albino, parafraseando a la Madre Teresa, ‘el fruto del servicio es la paz‘. Estas tareas te ayudan a poner las cosas en perspectiva, tus problemas ya no te desbordan, ves la vida de otra forma.”
Por Sofía moras
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