Nota publicada originalmente Febrero 2014
Una noche de verano ideal, calma. El agua. Y la luna llena como protagonista. Fue la escenografía ideal para la Travesía Nocturna de Nordelta, que convocó a unas 50 personas que recorrieron el Lago Mayor en kayaks, tablas, optimist y veleros
El calor agobiante y el cielo despejado se habían mantenido estables a lo largo de todo el día, otorgando las condiciones perfectas para embarcarse en una aventura acuática. El viernes 17 de enero, a partir de las 18 horas se empezaron a congregar los participantes del evento, aunque recién a las 20 horas fue el momento de partir hacia la celebración de la luna llena que organizaron en el Lago Central Club Nordelta y Selailú Deportes Náuticos.
Las aguas permanecieron pacíficas a lo largo de todo el recorrido, lo cual permitía un reflejo perfecto tanto del atardecer como de las casas que se iban iluminando a medida que pasaban las horas. Sin embargo, esta tranquilidad no fue tan benevolente para quienes optaron por realizar la travesía a vela, ya que no corría ni una gota de viento que impulsara los barcos. Las familias fueron quiénes prefirieron los veleros, mientras que los chicos y adultos individuales, en su mayoría, surcaron el lago a remo.
“Esta fue mi primera travesía nocturna y me gustó la experiencia-dijo Nora, futura vecina de Nordelta-. En realidad fue mi segunda vez en el lago, porque sólo vine una vez a tomar una clase de kayak.” Nora estaba con sus dos compañeras de remo, Cecilia y Marilí. “Nosotras somos de Capital y el lago de Nordelta nos pareció lindísimo y tranquilo. Somos socias de un club y remamos en el río que en comparación, esto es una paz total, nada de lanchas colectivos –opinó Marilí-. Yo temía que con el kayak no pudiéramos manejar porque no teníamos idea de la dimensión pero estuvo muy bueno, recomendamos la experiencia”.
Además de los grupos de amigos, también hubo lugar para las familias. Como por ejemplo Néstor, vecino de Nordelta, que había participado de otras travesías pero ésta en particular le encantó porque vino acompañado de Francisco, su hijo. “Navego hace 4 o 5 años y lo que más me gusta es el kayak”-contó el padre.
El circuito comenzaba en el muelle del Club Nordelta hasta una boya iluminada colocada en el medio del Lago pasando el barrio La Isla. En el recorrido, se hicieron varias pausas donde los más chicos se tiraron al agua y jugaron entre los botes. Una particularidad de esta edición fue que la luna tardó en salir, aunque el atardecer encantó tanto a los navegantes que por momentos se olvidaron del gran lucero que les esperaba. Luego de un largo suspenso, anaranjada y enorme, la luna se dejó ver cuando las embarcaciones llegaron a la boya alrededor de las 21 horas. “Es verdad que la luna se hizo desear, cuando nos encontramos en la boya decíamos que alguien la había escondido –relató Niquette tras su tercera participación en la travesía-. Me gustó que todos levantamos los remos arriba y empezamos a aplaudir cuando salió la luna naranja tan deseada.”
En compañía de su esposo Martín, disfrutaron del recorrido en bote y demostraron su habilidad en el agua, que heredaron sus hijos Simón y Tomás, miembros del staff de Seilalú. “Estuvo bueno que los niños estuvieron cada uno en su embarcación, todos sin miedo y divirtiéndose –opinó Niquette-. Algunos remando acostados mirando el cielo, otros más estructurados y técnicos, pero cada embarcación armando su jueguito, cada uno con su estilo pero con la misma intención de ir, volver y seguir el circuito.” Tras la caída del sol, la luna y las luces neón de las flotas eran lo único que iluminaba el agua que permanecía inmutable. A cierta distancia, sólo se veía la danza de las lucecitas mientras cruzaban el lago nocturno. “Este año es la primera vez que hay luces en las embarcaciones, está buena la idea así podes ubicar a todos –agregó Niquette-. Debe ser lindo para las casas ver pasar las embarcaciones mientras nosotros vemos las casas iluminadas y su reflejo, es un espectáculo para los dos lados.”
Alrededor de las 10 de la noche, comenzó el retorno al Club Nordelta porque el cocktail esperaba, aunque la multiplicación de mosquitos también fue un factor importante en la decisión de volver. Igualmente, más de un tripulante quiso continuar admirando la luna y su surco luminoso en el lago, por lo que el gomón del Club tuvo que buscar a varios botes rebeldes. Una vez en tierra, todos se dirigieron al restaurant del Club donde aguardaba un cocktail y música a orillas del lago, donde los tripulantes compartieron historias hasta pasada la medianoche.
Por Lucía Colombo