El dato técnico para el viajero poco previsor debe ir primero: Hungría no maneja su economía con euros, la moneda es el florín húngaro y al momento de este viaje la cotización rondaba los 312 florines por cada euro. Los subtes pueden abonarse con tarjeta de crédito como en la mayoría de los países europeos, pero si se llega cansado, de noche y sin tener en cuenta ese detalle de la moneda, pagar más de 700 florines por dos pasajes puede resultar un baldazo de agua fría. Conociendo la conversión, el impacto ya no es tanto y se desprende una gran conclusión, en especial para los habitués de los shoppings: Budapest es un buen lugar para comprar ropa, valijas y tecnología a precios bajos. Si las liquidaciones en Europa tienen descuentos reales y muy marcados respecto a los precios tradicionales, la diferencia de ir de compras en Budapest se nota aún más. El centro comercial West End queda justo al lado de la estación de trenes Nyugati, tiene buenos precios, ofertas, amplio patio de comidas y conexión wi-fi gratuita.
Incluso salir a cenar o degustar platos típicos no encuentra en la economía ajustada de algunos turistas impedimento alguno. El recomendado: Kisharang Etkedze sobre Október 6, a pocas cuadras de la Basílica de San Esteban y de la estatua del policía bonachón al que todo el mundo le frota la barriga y los bigotes en busca de buena suerte. Raciones abundantes, comida con alta dosis de tradición, páprika como especia principal, precios razonables y buena atención. El desafío es no tentarse y querer volver al día siguiente. Si el idioma llega a ser un problema, el menú lo soluciona todo: los platos están acompañados por su descripción en varias lenguas y con una foto que es exactamente igual a lo que luego se recibirá en la mesa. El dato: el pan se cobra aparte y por rodaja. El local es pequeño, las mesas son pocas y suele llenarse. Dependiendo la época del año abre hasta las 20 o 22 horas, pero las raciones de comida son limitadas y sobre el cierre puede que no encuentre disponible todos los platos de la carta.
Oktogon, el centro de la ciudad
Népliget es la terminal de micros donde empresas de bajo costo como FlixBus suelen tener sus paradas, de allí al centro son pocas paradas de metro. Los puntos de interés de la ciudad, sobre todo si la visita será de pocos días o algunas horas, están relativamente cerca unos de otros: la mejor opción es caminar y dejar el transporte público para el arribo y la partida. Los bares se multiplican sobre la concurrida Teréz, y si decide darse una vuelta por alguno de ellos sepa que el precio de los tragos puede prestar a confusión: se cobra de manera diferenciada la parte alcohólica de la otra, por lo cual debe sumar al valor del Campari el del jugo de naranja, por citar sólo un ejemplo.
La Avenida Andrássy es una de las arterias principales de la ciudad y la que se puede tomar de referencia a la hora de recorrerla a pie. Cerca de la intersección con la plaza y estación de subte Oktogon, en el número 60 se encuentra la Casa del Terror, el museo dedicado al holocausto y a los ciudadanos asesinados durante el nazismo, con el monumento a la cortina de hierro frente a su acceso principal. Algunas cuadras más adelante y con la Plaza de los Héroes como pórtico de entrada, están los jardines del lago Városligeti-tó. Sin importar edad y gustos, todos pueden encontrar algo que hacer en este enorme predio: el museo Kunsthalle y el Museo de Bellas Artes frente a la Millenniumi emlékmű; alquilar botes a remo o pedal para recorrer la laguna; auto regalarse un descanso de cuerpo y mente en Baños Széchenyi (las piletas privadas tiene combos que comienzan en los 50 euros e incluyen uso de vestuario, frutas, agua y bata) o recorrer el castillo Vajdahunyad. Este último ofrece una alternativa de caminata al aire libre, la chance de subir a la torre por sólo un euro para tener una vista panorámica de este pulmón verde, o pasar por la pequeña iglesia Jáki kápolna y la perturbadora estatua Anónima hasta llegar a la plaza Ötvenhatosok y a la instalación conocida como Rueda del Tiempo, inaugurada en 2004 y con una notoria falta de mantenimiento en estos últimos años.
Arte, música y deporte
Margaret Island, al norte de la ciudad, es una isla que tiene unos 500 metros en su parte más ancha y más de dos kilómetros y medio de largo. Envuelta por el Danubio, es EL lugar de esparcimiento y deporte de Budapest. Además de sus hermosos arreglos florales, posee un auditorio al aire libre, el parque acuático Palatinus, la piscina deportiva Alfred Hajós, una pista de atletismo y canchas de tenis. Todo eso sin contar los stands, puestos gastronómicos y la fuente de aguas danzantes que con el caer de la tarde de llena de colores al ritmo de Coldplay, Beyoncé o The Beatles. A la isla sólo se puede acceder en colectivo, bici o a pie, y desde su acceso sobre el puente Margarita se tienen vistas magníficas del río, del Parlamento, de la Ciudadela situada a lo lejos en uno de los puntos más altos de la ciudad y del Puente de las Cadenas, sobre todo si decide contemplarlo durante el crepúsculo.
Cruzando este último puente se llega hasta el Museum of Hungarian Applied Folk Art y al imperdible Buda Castle, sede de la Biblioteca Nacional de Hungría y del Museo de Historia de Budapest, con la estatua del Príncipe Eugenio de Saboya dando la bienvenida. Las muestras temporales van desde Picasso hasta Modigliani y si subió por las rampas y escaleras –sin tomar el funicular, bastante caro por cierto- se merece un premio: el chocolate caliente en variante blanco y los paninis de salami, pesto y (por supuesto) algo de páprika son dos imbatibles del café de la galería de arte que funciona dentro del castillo.
Por Damián Serviddio
Fotos de Marcos Mutuverría
