Los helechos se encuentran, junto con los musgos y las hepáticas, entre las plantas terrestres más primitivas, pues no tienen flores ni semillas y dependen del agua para poder reproducirse. Más antiguos que los dinosaurios, hay registros fósiles de hace 425 millones de años, cuando formaron verdaderos bosques con ejemplares de más de 25 metros de altura. Estos helechos gigantes se han extinguido, en la actualidad sólo persisten helechos arborescentes (semejantes a palmeras) en selvas tropicales y templadas de Sudamérica, Sur de África y Oceanía.
En nuestro país, la región con mayor número de especies es el NOA (Salta, Jujuy y Tucumán) con alrededor de 200 especies, seguidas del NEA (Corrientes y Misiones), la región de los bosques andino-patagónicos (de Neuquén a Tierra del Fuego) y la región central (Córdoba, San Luis y La Pampa). “Los helechos necesitan de ambientes húmedos para crecer, por eso los encontramos en selvas, bosques, pantanos, orillas de ríos y montañas y sierras”, explica Andrea Millenaar, paisajista del estudio Garten Land.
Según la especialista, estas plantas (pertenecientes al grupo de las pteridofitas, que se reproducen mediante esporas y necesitan de la presencia del agua para completar su ciclo biológico), son notables por: sus hojas (frondes); su tallo subterráneo (rizomatoso); su reproducción particular y sus numerosos géneros y especies. Los helechos más cultivados para uso ornamental son: Adiantum; Asplenium; Nephrolepis y Platycerium. Nuestro país posee una gran diversidad en este grupo, se hallan representados por 91 géneros de pteridofitas. Los géneros más diversificados son: Asplenium (40 especies), Thelypteris (35 especies), Blechum (21 especies), Cheilanthes (21 especies) y Adiantum (15 especies).
La multiplicación de los helechos
“No es algo muy sencillo”, afirma Andrea, “ya que no producen semillas sino esporas, que se encuentra en el envés de las hojas (frondes). Una vez que alcanzan el momento de la reproducción en algunas frondes se generan los cuerpos reproductores denominados soros, donde están los receptáculos de esporas, llamados esporangios. La forma de situarse los soros en las frondes suele ser una característica específica y el conocimiento del estado de madurez de los esporangios es de gran ayuda para su reproducción. Acto seguido, se recogen las esporas de los esporangios con una bolsa de papel y se dejan secar un par de semanas. Se siembran en un compost especial para semillas y se tapa la maceta con un vidrio o plástico. Se los ubica a la sombra y se espera que las plantas germinen. Una vez que tienen un tamaño suficiente se traspasan a macetas individuales”.
También, otras especies se pueden multiplicar por: 1) división de mata, como los géneros Nephrolepis y Adiantum; 2) por Estolones, como Nephrolepis que emiten largos y finos estolones con yemas terminales las que al tomar contacto con el suelo generan hijuelos (estas deben ser separadas con pan de tierra y colocadas en macetas) y, por último, 3) cultivo in vitro, pero es un método que no está al alcance del aficionado, ya que requiere instalaciones especiales.
Por Pauline Walker