El poder y la autoestima

ABADI-WEBUn equipo, como corresponde a un grupo de personas, exige para su funcionamiento y eficacia de ciertas condiciones y exigencias. Pero también, casi como premisa, debemos saber que por el hecho mismo de ser un conjunto de sujetos está expuesto a diversos tipos de conflictos, tensiones y ambivalencias. Agreguemos, y es fundamental, que se trata de un equipo de fútbol, que involucra intereses económicos enormes.

La pasión del hincha no transita básicamente por los canales de la razón, la lógica y la sensatez sino que, por el contrario, ponen en juego emociones desbordadas y lealtades que se aproximan al fanatismo. Esto se pone de manifiesto sobre todo en las situaciones críticas.

Un ídolo futbolístico es un personaje singular. Recorre los afectos de muchísima gente que deposita en él ilusiones, deseos infantiles omnipotentes y amores incondicionales; lo que implica una gratificación a la autoestima pero también una carga y una presión importantes. Se convierte en dueño de un lugar de poder y su carisma y talento le proporcionan un liderazgo significativo. Es y se siente el más importante.

Un equipo de futbol necesita armonía. Es decir que sus distintos protagonistas deben articularse equilibradamente para que la distribución de roles que tiene lugar sirva de motor y no de obstáculo. Por eso, más allá de las ambiciones y los poderes personales, debe haber una adaptación que reconozca los derechos y los límites de cada uno y que permita preservar y cuidar ese tesoro que es el conjunto de todos ellos. Entonces son necesarios el dialogo, la autocritica, el respeto a la opinión del otro y lazos sólidos que permitan tolerar inevitables frustraciones que algunas veces acontecen.

Hay momentos en que las alianzas se mezclan con camarillas y la adaptación se confunde con sometimiento. Son situaciones delicadas donde el conflicto traba la marcha. El paisaje se desdibuja y varios se piensan los propietarios de la verdad. Los acuerdos y pactos, tanto manifiestos como latentes, se transforman en una lucha por el todo o nada. Cada una de las partes enfrentadas siente herida su autoestima, desafiada su autoridad y liderazgo, traicionada su expectativa.

Si no aparecen mediadores útiles para esclarecer lo que ocurre el malestar se potencia y ya no queda espacio para todos. El poder dejó de ser un factor útil que moviliza progresivamente para devenir un trastorno. La posibilidad de reparar a través del esclarecimiento se aleja y sólo se trata de ganar o perder. Cada movimiento o decisión se hará en función de eso.

Son medidas estratégicas de distinto color y dolor. A diferencia de lo que ocurría con los gladiadores en el circo romano, aquí el público no se divierte sino que sufre y se ve forzado a un duelo que se resiste a soportar. Se siente descuidado. A cada adversario le tocará una cuota de victoria y de derrota pero seguramente todos los involucrados padecen las consecuencias de la contienda.

La vivencia de perdida se profundiza. ¿Podrán la palabra, la razón y el afecto curar las heridas y llenar los vacios? No está en manos del destino sino de los actores de la obra. No perdamos la esperanza.

Dr. José Eduardo Abadi

Medico-Psiquiatra-Psicoanalista

jeabadi@gmail.com

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