San Francisco está situada a orillas del Océano Pacífico, en la bahía que lleva el mismo nombre, y custodiada por el imponente puente Golden Gate, el cual es importante visitar en más de una ocasión, si es posible, ya que la mayoría de las veces está cubierto de una densa niebla (especialmente durante la primavera y el verano). Los días diáfanos no son muy habituales, pero las postales del Golden Gate asomando entre las nubes son también un espectáculo imperdible. Si bien es el hito arquitectónico representativo de San Francisco, no es el puente más grande; el Bay Bridge tiene ese título y es interesante cruzarlo, sobre todo de noche, ya que está todo iluminado y se puede ver la silueta de la ciudad desde allí.
Para los amantes de los deportes, el AT&T Stadium ofrece la oportunidad de presenciar un juego de baseball (hay que tener en cuenta la época del año, ya que la temporada regular corre de abril a fines de septiembre, y la post temporada arranca en octubre). El equipo local son los Giants, y como les fue bastante bien en las últimas temporadas, no es fácil conseguir entradas.
Para los que prefieren descubrir la ciudad, es muy fácil manejarse en transporte público, tanto en los micros convencionales como los característicos tranvías, pero lo ideal, sobre todo si no se dispone de mucho tiempo, es tomar los micros turísticos estilo hop on-hop off (uno sube y baja las veces que quiere en paradas específicas). Son micros que nos llevan por toda la ciudad con audio en varios idiomas con información de cada zona que visita. Súper convenientes y prácticos. En uno de estos micros se pueden recorrer los puntos más importantes de la ciudad: Chinatown, una de las más grandes fuera de Asia y la más antigua dentro de Norteamérica; el centro financiero; y el Japan Tea Garden, un jardín japonés muy bonito, donde además de disfrutar de los jardines uno puede deleitarse en la casa de té que ofrece diferentes bebidas y confituras japonesas.
Cruzando el Golden Gate se puede visitar el pintoresco pueblo de Sausalito. Lugar muy turístico, donde vale la pena bajar a caminar por sus callecitas repletas de casas de arte, negocios y variados lugares para comer. Desde restaurantes especializados en mariscos, hasta locales para comprar sándwiches y llevarlos a la orilla de la costanera.
Volviendo a cruzar el puente, sobre la mano izquierda, nos recibe la imponente presencia del Palacio de Fine Arts (Bellas Artes) construido en 1915 para la exposición Panamá-Pacifico, para albergar las obras de arte de dicha muestra. Hoy en día es una atracción turística muy popular, tanto para dar un paseo y disfrutar de las aves de la laguna, para organizar un picnic en sus extensos jardines o simplemente para fotografiar. Es una postal muy común en películas que se filman en San Francisco, y lugar predilecto para fotos de bodas.
El Pier 39, es un muelle turístico plagado de restaurantes, y de zonas de entretenimiento: museos, exposiciones y hasta artistas callejeros. Vale la pena también poder recorrerlo a diferentes horas del día porque las actividades van variando a lo largo del día.
San Francisco ofrece museos para todos los gustos: nuestro favorito fue sin duda la muestra Disney- Dalí que se ofrecía en el museo particular de la familia Disney. También se encuentra el Museo de Cera de Madame Tussauds, muy divertido porque es interactivo: al lado de cada figura de cera, uno encuentra utilería que puede usar para fotografiarse con su ídolo favorito.
Luego de nuestra estancia en San Francisco, decidimos alquilar un auto (mucha gente opta por casillas rodantes, conocidas como RVs) debido a que toda la costa está muy bien preparada para recibir a estos viajeros, con campings o estacionamientos específicos para este tipo de vehículos y tomar la ruta escénica que nos llevará hasta Los Ángeles. A estas ciudades sólo las separan alrededor de 600 kilómetros, pero si se cuenta con tiempo vale la pena hacerlo en dos o tres días, ya que el camino ofrece innumerables opciones. Todo el camino es a la vera del mar, entre acantilados, playas y pueblos, lo cual obliga cada tanto a bajarse a tomar fotos.
A las afueras de San Francisco se encuentra el Parque Muir Woods, un bosque de sequoias gigantes considerado un monumento nacional. Es imponente, uno se siente muy diminuto al lado de estos árboles gigantes y añosos.
Nuestra primera parada fue Monterey. Comer en uno de los hoteles o restaurantes al borde del mar es un plan formidable, sobre todo si entre los otros comensales contamos a las gaviotas listas para atacar la mesa ante el menor descuido.
Una opción es hacer noche en Salinas y partir hacia Solvang al día siguiente. Esta ciudad merece un par de horas de caminata, o incluso quedarse ahí por un día o dos. Es un pueblo danés, con la arquitectura propia de ese país. Por lo que de repente uno se encuentra caminando entre molinos o cafeterías sacadas de libros de cuentos. Hay paseos en carros a caballos, negocios con ropa y artículos daneses, y restaurantes con comidas típicas.
Luego de hacer noche cerca de Solvang, al otro día llegamos a Santa Bárbara, lugar de playas muy características de películas, y favoritas de jóvenes y deportistas. Las recorrimos, y en pocas horas más estábamos en nuestro destino final: Anaheim, en el parque de Disney, pero eso ya es otra historia…
Por Laura Soiza