El té puede servir para nutrirnos, para calentarnos en las épocas invernales o como excusa para compartir un momento con alguien querido, pero también lo podemos usar para aprender a conectarnos con nosotros mismos.
La ceremonia del té
Así como los japoneses sostienen este ritual donde todos los movimientos son en cámara lenta y cada paso está pautado y honrado antes de hervir el agua, servirla, elegir las hebras del té, esperar pacientemente que se prepare y empezar a degustarlo, nosotros, aquí en Occidente y con cualquier actividad podemos empezar a realizarla con esa misma conciencia: no apurados, anticipando los movimientos de cada músculo, decidiendo con qué velocidad me voy a mover y para donde… Preparando nuestro desayuno, lavándonos los dientes, duchándonos: cualquier actividad se puede realizar sacando el “piloto automático” que ponemos al despertarnos y hacerla conscientemente.
Saboreo del té
Así como la taza de esta rica infusión tomándola en cámara lenta nos vuelve más conscientes de su color rojo, o amarronado, o verde (según el caso), del humo que sube y se diluye en el ambiente, llevando su aroma consigo, de la dulzura del azúcar que le agregamos o el sabor más seco del té puro y la textura de un sorbo que podemos hacer que recorra toda nuestra boca hasta enfriarlo del todo y sentir al tragarlo como desciende por la garganta. Al estar más conscientes de nuestros movimientos también estamos más atentos a las características de lo que elegimos para nutrir nuestro cuerpo. Con cualquier alimento o bebida hagamos el ejercicio de reconocer y describir mentalmente a través de los 5 sentidos, las características de lo que ingerimos: el color, la forma el sabor, el olor, la textura y el sonido (si es que le encontramos).
La pausa son 5 minutos y La Virginia es el té
Así como rezaba esta publicidad tomarse una pausa de 5 minutos puede ser de gran ayuda. Cuando notamos que estamos trabados en el trabajo, cuando estamos poco motivados, cuando nos cuesta tomar decisiones, cuando no reconocemos bien que emoción estamos sintiendo pero nos sentimos incómodos, podemos sentarnos en un lugar cómodo, donde nadie pueda interrumpirnos y con las manos sobre las piernas para llevar toda nuestra atención a la respiración. No tratar de respirar más lento ni relajarse, solo prestar atención a la respiración tal como está sucediendo. Cuando un pensamiento nos distraiga, lo notamos y amablemente volvemos a llevar la atención a nuestro cuerpo y a la respiración que allí está aconteciendo.
Una vez más, el té es solo una excusa, pero no los 5 minutos, o los 10, o los que quieras tomarte. Lo importante es hacer esta pausa diaria para frenar la pelota, ver como nos sentimos, y seguir adelante con nuestro día de otra manera, más consciente.
Mi próximo té
Para poder seguir disfrutando de esto en el tiempo, se necesita mantener una agenda liviana, más en estos tiempos que tenemos tantos eventos y actividades extras y compromisos que cumplir. No tener todos los horarios ocupados nos permite encontrar momentos para practicar estos ejercicios de concentración en la respiración, de meditar ya sea sentados en la oficina, acostado en casa o en movimiento, transformando una actividad rutinaria en un ritual vivido con todos los sentidos, que nos recuerda que estamos vivos y todo el tiempo tenemos la capacidad de frenar y elegir reaccionar impulsivamente o buscar mejores opciones de relacionarnos con el mundo y con los otros.
Te invito a que practiques a diario estos simples ejercicios atencionales: pequeñas pausas y grandes tomas de conciencia.
Por Lic. Victoria Soler