Todo comenzó en el 2004, cuando Eduardo “Coco” Oderigo, abogado penalista y ex jugador del San Isidro Club, conoció el Penal 48 de San Martín. La realidad que vio le impacto tanto, que se comprometió a enseñar a jugar a los internos su deporte preferido: el rugby. Un deporte que transmite valores y genera compromiso. A fuerza de confianza y empuje fue generando cambios y sumando gente para dar de su tiempo en este penal.
“El director me llevo a recorrer los pabellones, había más de 12, con 30 presos en cada uno”, cuenta Oderigo. “En el pabellón 2 estaban los evangelistas y en el 12 los más violentos. Empezamos a entrenar todos los martes con los internos del pabellón 2. Poco a poco se fueron sumando de otros pabellones, especialmente del 12. Estaban ansiosos por la posibilidad de jugar un partido, así que formé un equipo de amigos para jugar dentro del penal”.
“Los cambios de actitud y la alegría no tardaron en llegar”, agrega Diego Lanusse, otro de los entrenadores, que fue observando como el hecho de pertenecer a un equipo fue transformando su entorno y mejorando la relación con sus familias.
Pabellón Propio
Un paso importante para “Coco” Oderigo era que los internos que jugaban al rugby tuvieran un pabellón propio. Algo impensado para el penal, mezclar desde evangelistas hasta internos de máxima seguridad, pero a fuerza de insistencia y de transmitir el espíritu de equipo y compañerismo que prima en el rugby, lo consiguió. El pabellón 8 era un hecho. Los desafíos se seguían sucediendo y el próximo fue llevarlos a jugar al rugby fuera del penal. Fue así como, bajo el nombre de Los Espartanos, le ganaron al equipo de la Policía Metropolitana y jugaron otro partido contra un equipo de fiscales, jueces y abogados, entre los que estuvo el fiscal José María Campagnoli, y otros invitados, como el ex capitán de Los Pumas, Agustín Pichot.
Oración conjunta
Después, Damián Donelly, amigo de “Coco” y también del ambiente del rugby, propuso para fortalecer los valores del equipo el rezo del rosario. Es así que todos los viernes por la mañana, un grupo de voluntarios, gente de la calle que pasa a visitarlos, les preparan un desayuno y rezan el rosario en el patio, alrededor de una larga mesa de medialunas, budines, gaseosas, mate y café. El viernes 4 de diciembre fue muy especial. Fueron a visitarlos varios jugadores del Newman, que jugarían contra ellos el próximo partido del 12 de diciembre. Entre ellos, el Puma, Julián Montoya, que se comprometió a ser parte de su equipo. Sentados en ronda e intercalados entre el grupo de los Espartanos, no hubo diferencias, sólo una gran comunión frente al rezo y las intenciones compartidas. Entre misterio y misterio no sólo se piden las intenciones, se hablan de los problemas, de la necesidad de unión con otros pabellones, de no créesela, de ser humildes, de la importancia de compartir y escuchar a los otros. Pero sobre todo, se los escucha alegres y agradecidos por ser parte del equipo de los Espartanos.
Una verdadera transformación
“Al rezo del rosario van ex presos para seguir rezando con sus compañeros y contarles como es la vida afuera”, expresa Federico Gallardo, otro de los voluntarios que comparte las oraciones con ellos. Para los que están adentro no hay nada más esperanzador que escucharlos decir: “se puede cambiar”, “se puede dejar de robar”, “se puede trabajar”.
Robo calificado; robo agravado por el uso de arma; toma de rehén y privación ilegítima de la libertad… son algunos de los delitos que cometieron los 34 presos del pabellón 8, que tienen entre 19 y 40 años de edad. En las 55 unidades penales de la provincia de Buenos Aires hay 33.000 internos. Según datos oficiales, el porcentaje de reincidencia de quienes recuperan la libertad supera el 65 por ciento. Sin embargo, hay 18 penales donde se juega al rugby, en donde el porcentaje de reincidencia delictiva entre quienes abrazaron este deporte es del 1 por ciento.
“El pabellón 8 se fue transformando y ellos también se fueron transformando”, sigue Diego Lanusse. “Aprendieron a jugar en equipo, a ser un equipo, a respetar sus diferencias, a respetar a la autoridad o al referí, a ponerse en el lugar del otro, a ser más compañeros. Paralelamente todos dieron una mano para que el lugar en donde están viviendo quedara más limpio y prolijo. Y como una cosa lleva a la otra, más gente se fue sumando a ayudar y no sólo a los entrenamientos de los martes, sino también, se armó truco los miércoles, yoga los jueves y, por supuesto, el infaltable rosario de todos los viernes”.
Se suman nuevos desafíos
El Papa Francisco, enterado de la gran transformación de este grupo de internos, les hace llegar un mensaje grabado alentándolos a luchar para no permanecer caídos: “En el arte de ascender, lo que importa no es caerse, sino no permanecer caídos (…) La vida es linda y la construimos con nuestras decisiones”.
Fue así que Coco pensó, ¿por qué no una gira a Roma para que los internos del pabellón que ya están libres conozcan al Papa y jueguen al rugby en algunas cárceles de Italia? “La idea era también difundir lo que hacemos y tratar que se replique en otros lados. Sumando esfuerzos y con una comisión de gira que regenteó el viaje pudimos hacer este sueño realidad”, explica Federico.
El viaje fue integrado por una comitiva muy particular: ex-presos, gente de la calle, el director del penal y un juez. Figuras antagónicas pero que convivían con mucha armonía. “La experiencia fue increíble”, afirma Federico. “Tanto que Jesús, un ex-preso, se acercó cuando volvimos a pedirle disculpas a un almacenero al que había robado y amenazado reiteradas veces”.
Los desafíos se siguen sucediendo y hay que trabajar para capacitarlos y acompañarlos para cuando se acaben sus condenas. Por eso, destacan el gran aporte de la Fundación Oficios y toda su capacitación en los talleres que brinda. Como también, los acuerdos que se están generando con distintas empresas para conseguirles empleos, con tutores y padrinos que los supervisan. El rugby les dio aire y otra mirada de sus familias, el rezo les dio esperanza, hoy apuestan a trabajar en equipo para salir adelante.
Por Pauline Walker