La historia de dos niños de Las Tunas
Durante la última entrega de la Maratón Nordelta, hubo una historia que conmovió mucho a los competidores. Sus protagonistas son dos pequeños vecinos de Las Tunas, Jorge Bazán, de nueve años, y Gustavo Montes de ocho. Son chicos, si, pero con sueños enormes: ambos están en silla de ruedas y realizaron el esfuerzo de sumarse a la carrera por su propia causa. ¿Su deseo? Jugar al fútbol aunque no puedan caminar.
Gracias a la Fundación Nordelta (ambos forman parte del Programa de Acompañamiento al Niño con Discapacidad), el Banco de Equipamiento y Andares, ese deseo no es un imposible. Jorge y Gustavo están yendo desde hace tiempo a entrenar a Power Chair Football en General Pacheco, una fundación que trabaja para la integración en el deporte de las personas con capacidades diferentes, dándoles la posibilidad de vivir sensaciones que muchos jamás habían experimentado y dándoles la confianza suficiente para poder formar parte de un equipo de entrenamiento y, por qué no, una selección.
Pero si de soñar se trata, el objetivo se vería completamente alcanzado con la compra de las sillas de ruedas motorizadas -que tienen un valor de cuatro mil dólares cada una-, causa que fue visibilizada en la edición 2015 de la tradición maratón nordelteña.
“Eran tantas las ganas de esos chicos de tener la posibilidad de hacer un deporte como cualquier otro chiquito de su edad, y tanta la fuerza de esas madres por querer cumplirles sus sueños, que están yendo dos veces por semana a entrenarse, súper comprometidos”, aseguraron desde la Fundación Nordelta a Gallaretas. Francisco “Pancho” Galeazzi, hijo de Marité Costantini, es quien se puso esta campaña al hombro y organizó ahora una rifa para recaudar los fondos necesarios para la compra de las sillas. “Fui a un entrenamiento de Power Chair a ver a mi amigo Pepe Mayer que juega al fútbol ahí y me encontré con Gusty y Jorgito. Los conocía por el Programa de Discapacidad de la fundación que coordina mi mamá en Las Tunas. Verlos ahí jugando, que me contaran su sueño, me motivó a apoyarlos a cumplirlo. Ellos quieren y necesitan tener su silla ya que por ahora se están turnando con una prestada. El entusiasmo de ellos me contagio. Me encanta el fútbol y me pareció buenísimo que jugarlo no sea un impedimento para ellos. Los escuchas gritar un gol y saludarse chocando las sillas y no podes no emocionarte”, asegura Pancho.
Como decíamos anteriormente, es una cadena de diversas entidades colaborando las que llegaron a este presente de los niños. Por un lado, la fundación Power Chair realiza entrenamientos en la UTN de Pacheco los martes a las 18 horas, organización que hace poco más de dos años llegó al país como el sueño de una mamá, Lorena Lardizabal. “Ellos apoyan a Gustavo y Jorge prestándoles la silla, les enseñan, hay entrenadores, selecciones en varios puntos del país, torneos. No sólo implica el deporte en sí mismo, sino el intercambio de un juego en equipo y contra otros equipos nacionales e internacionales. La unión y el compartir entre ellos, jugadores y familias, es muy emocionante, la posibilidad de competir, de conocer otros chicos que juegan, son todas experiencias muy superadoras”, detalla Pancho. “De hecho enseguida Power Chair y Vivi Oneto se sumaron al sueño vendiendo rifas, buscando camisetas, los jugadores más grandes también venden rifas. Nos sentimos parte de esta gran familia. Los más grandes fueron al mundial, conocieron equipos que juegan hace 25 años con sillas espectaculares que sólo se preocuparon por apoyar a los argentinos. Por ejemplo, hay una regla que no permite hacer más de una cantidad de goles, ¿se imaginan eso en el fútbol? Es una enseñanza de vida”.
Por otro lado está el PAD de la Fundación Nordelta. Pero, ¿en qué consiste? En el PAD se trata de que cada niño mejore su calidad de vida en forma integral, accediendo a la salud, la educación, el equipamiento y la recreación adecuada. Hay musicoterapia, salidas culturales y recreativas, y se acompaña a las familias en sus propias iniciativas como, por ejemplo, la de Jorge y Gustavo.
Se puede colaborar de muchas maneras. Se están vendiendo rifas a través del grupo de facebook “Una mano para un amigo” y también se reciben donaciones, incluso se puede buscar el proyecto en Ideame y hacer el aporte desde allí mismo. Hay que tener presente que las sillas deben comprarse en Estados Unidos y no son para nada económicas. Además de vecinos y amigos de la fundación, mucha gente se sumó a este proyecto, entre otros, los planteles de Boca, River, Tigre, Racing y Los Pumas.
Por Damián Serviddio