Franco Duarte tiene 20 años, es sordomudo y vive en Las Tunas con sus abuelos. La compañía de la Fundación Nordelta fue un gran apoyo a lo largo de su crecimiento. Llego allí a los doce años y desde ese entonces se encarga de comunicar algo que no precisa de palabras o señas: el afecto. Luciana Silvestri, vecina de Talar del Lago, es una de las voluntarias que trabaja en la situación de Franco y así lo expresa: “Todo el equipo de la Fundación lo adora. Es parte de nuestro día a día”. Basta con pasar un rato con él para recibir un cálido abrazo, saber que es hincha de Boca y reírse de alguna de sus improvisaciones.
Las limitaciones económicas ligadas al difícil acceso a la salud así como a la escasa escolarización, dificultaron su proceso de estimulación. El camino se tornó más complicado aún ante la muerte de sus padres. Franco perdió a su mamá cuando tenía dieciséis años y a su padre el año pasado. La contención desde la Fundación fue muy importante en esos momentos, sin embargo la tarea fue compleja ya que eran varios los asuntos por resolver.
El Centro de Capacitación Educativa Las Tunas o “La Casita” como le dicen quienes la frecuentan, abre las puertas para niños y adultos brindando talleres y actividades desde el año 2007. Franco ingresó puntualmente en el área de Salud, al “Programa de Acompañamiento para el Niño con Discapacidad y su Familia”. El primer paso fue lograr que mantuviera la escolarización. Así fue que un grupo de voluntarias de Nordelta comenzó por solucionar el traslado hasta Tigre. Luego de mucho esfuerzo, hoy Franco sabe tomarse el colectivo y llegar solo a la escuela.
Ante la pérdida de su padre, se acudió a sus abuelos Martín y Angélica, que aunque temerosos de tal responsabilidad, dispusieron de su hogar para recibir a sus nietos. Desde ese momento, Franco y su hermano menor Martín, viven con ellos a seis cuadras de la Fundación. Gracias a varias donaciones, se logró acondicionar la casa. Al comienzo la situación fue complicada porque el estado de ánimo de Franco cambiaba constantemente. A su vez ni él ni su familia estaban adentrados en el lenguaje de señas, por lo que resultaba difícil entenderse ante determinadas situaciones. De todas formas, hoy el vínculo mejoró notablemente y así lo cuenta el abuelo: “Franco es muy cariñoso y es muy dado con nosotros. Le doy unos pesos y trae plantitas para todos. Dibuja siempre a la familia, hace cartitas y se acuerda de todos los cumpleaños. Memoriza muchísimo”.
El fútbol para Franco es una válvula de escape. Cuenta Luciana que “él se vincula con la gente a través del fútbol, aunque ninguno de nosotros sabe el lenguaje de señas, él se las ingenia para que nosotros entendamos”. Su profesor, Andrés Pérez, le supo transmitir la pasión por el deporte, enseñándole tanto las reglas del arbitraje como también algunas infaltables para la vida. Se estableció un vínculo fuerte entre ellos. Franco lo ve a Andrés como un referente y Andrés lo ve a Franco como un futuro árbitro de fútbol. A través del deporte, el silbato y las tarjetas se entienden, pero los une mucho más que eso. Franco actualmente es el referí de la escuela de fútbol de La Casita. Su abuela cuenta que se enoja mucho cuando pierde su equipo o la Selección Argentina, “anota todos los resultados en tablas que se arma”. Su pasión por el fútbol se refleja en su entusiasmo al describir, a su manera, la felicidad que sintió cuando conoció la cancha de Boca.
Acompañado por los abuelos y por la Fundación, luego de mucha perseverancia y de una actitud siempre resiliente, logró conformar su rutina diaria. Concurre a una escuela laboral y todas las semanas visita La Casa de las Tunas. Cuentan que estaba yendo a un taller de panadería pero que no era lo que más le gustaba. Más lo entretienen los torneos de fútbol. Franco tiene muchos amigos, “es saludero” como dice su abuelo. Se adueña de corazones gracias a su carisma, cariño y respeto hacia el otro. Lo ayuda también su psicóloga pero aún necesita profundizar el aprendizaje de su lenguaje de señas, de a poco logra incorporar varias y enseñárselas a sus familiares. Mientras, lleva a todas partes su cuaderno para presentarse escribiendo su nombre y su fecha de cumpleaños. Nunca se olvida de preguntar la del otro.
Sofía Moras