Viajar es conocer, recorrer, probar sabores, descubrir colores. Pero también es estar, disfrutar del descanso, de la hospitalidad. Por eso elegir dónde alojarse es clave. Un hotel boutique, una casona con estilo, un lugar histórico agregan valor al destino que se visita. Una pequeña recorrida por Salta y Jujuy, un destino privilegiado para esta época del año, haciendo hincapié en dónde parar puede ser lo que haga diferencia estas vacaciones de invierno.
La ciudad de Salta tiene un encanto particular, con aires coloniales. La vida contemporánea ha hecho mella en sus calles, pero aún se respiran los siglos pasados en los umbrales, las portadas de sus edificios más antiguos. La plaza 9 de julio es el centro de la capital, y el destino central de los turistas. Allí se encuentran dos de los puntos de máximo interés: la Catedral y el Museo de Arqueología de Alta Montaña. En la primera, las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro impactan por la energía que despliegan, la fe que generan. En el museo, las momias congeladas de los niños que fueran sacrificados a los dioses en la época de los incas transportan con fuerza a otra época.
A 50 metros de la plaza 9 de Julio está el hotel Balcón de la Plaza. Es una casona colonial construida en el año 1896, declarada Patrimonio Histórico y Cultura de la Provincia de Salta, reconstruida con buen gusto y buscando el mayor confort. Cuenta con sólo 10 habitaciones, bien equipadas y con detalles que reflejan la cultura del lugar. La atención es muy personalizada, teniendo en cuenta su categoría de hotel boutique. E incluyen actividades distintas para el bienestar, como clases de yoga, feldenkrais (una disciplina que busca refinar la movilidad) y masajes.
Desde Salta el viaje a Purmamarca, en la Quebrada de Humahuaca, es directo, a través de una autopista que luego se sube la montaña y llega a este pueblo pequeño, bello, pleno de personalidad. En Purmamarca es famoso el Cerro de los siete colores, al que la mayoría de los turistas fotografía sin entrar a la población, que así mantiene su ritmo tranquilo, pausado. Buenos restaurantes, hotelería de alta gama son la característica del lugar. Y allí se destaca un clásico, el hotel El manantial del Silencio.
El Manantial fue construido en el año 2000, en un estricto estilo neo-colonial español, respetando la arquitectura de la zona y con materiales autóctonos (paredes de adobe y cañas huecas en los techos). Fue diseñado por el arquitecto Mariano Sepúlveda, quien en 1985 recibió la Cruz de Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica por su trabajo con el estilo colonial español. Y decorado con mucho gusto con objetos pertenecientes a familias históricas del Norte. Respeta el estilo de un casco de finca, y las antigüedades le dan carácter, sin perder calidez. El restaurante es digno de destacar. De la mano del chef Sergio Latorre, se puede descubrir una cocina que explora en los sabores y los productos regionales, sin dejar de lado el altísimo cuidado de los productos y la refinada presentación. Papas andinas, quinoa, carne de llama, se mezclan en platos dignos de sofisticados restós de Palermo Hollywood.
El otro destino privilegiado de la región es Cachi, un antiguo pueblo colonial, una estampa detenida en el tiempo, con sus calles angostas de piedra, casas de estilo construidas totalmente con los materiales de la región, la madera de cardón, el adobe, sus pisos rústicos. Mantiene intactas sus costumbres ancestrales, heredadas de los primeros habitantes, los tejidos en telar, la fabricación de cerámicas, las comidas regionales etc. A dos kilómetros de allí se encuentra La Merced del Alto, una casona de estilo colonial, ubicada al pie del Nevado de Cachi, en medio de un pintoresco valle rodeado de cerros, ríos y arroyos. Dominando desde lo alto, sus vistas invitan a explorar los Valles Calchaquíes o simplemente disfrutar de la tranquilidad y el silencio del lugar. La gastronomía es también aquí un punto importante. Citemos sólo tres de los platos principales que en estos días ofrece su chef: Capeletis rellenos de charqui en masa de maíz morado con suave crema de maíz y habas; Trucha de la zona sobre vegetales blanqueados y salteados en oliva con timbal de quinoa o Solomillo de cerdo marinado acompañado con puré de calabaza, quinoa perfumada con cítricos y ratatoille en salsa de arrope.
A poco más de 170 kilómetros de Cachi, otro punto distinguido de la zona: Cafayate, con sus paisajes andinos y bodegas de fama internacional. Es la cuna del mejor torrontés, pero también los malbec se han adaptado magníficamente a esta tierra alta, rocosa. Patios de Cafayate es allí un destino 5 estrellas: un antiguo caserón de la finca de la familia Etchart reconvertido en un hotel de viñedos y campo, con 32 habitaciones y suites con vistas a los viñedos y montañas. Cabalgatas, caminatas, recorridas de los talleres de los artesanos locales son la agenda del turismo del lugar. Pero, por sobre todo, la degustación de los vinos y los restaurantes de las bodegas. El hotel es parte de El Esteco, uno de los establecimientos más tradicionales de la zona, y los platos están creados como para acompañar la selección de vinos que producen.
Buen gusto, sabores refinados, aires coloniales, paisajes de colores mágicos. El norte argentino, en una versión sofisticada.