El otro

EL OTRO

Por Lic. Constanza Bonelli

El individuo puede ser pensado como un sujeto múltiple, determinado por el cuerpo, por lo pulsional, por el vínculo con el otro y con lo social. La subjetividad se construye sobre el sentimiento de pertenencia al vínculo y sobre la diferencia del otro, que hace a la identidad del yo. Se trata de entender al sujeto pensando en la ajenidad y en la semejanza.

El otroEl ser humano se construye como sujeto en el interjuego de mecanismos psíquicos como la identificación, que se da desde los primeros años de la infancia. Es el “deseo de ser como tú” que nace en el vínculo con los padres, o también en la imposición “debes ser como yo” que resulta de la misma relación primaria. Este tipo de identificaciones también se da en los vínculos de pareja de la vida adulta, en ambos casos, en la infancia y en la adultez, estas relaciones dejan marcas inconscientes que son parte de nuestro psiquismo.

El “desear ser como” y el “deber ser” de las identificaciones recién mencionadas, conllevan una marca sociocultural, por lo cual de este modo el sujeto se convierte en sujeto social.

Observamos así tres mundos, el interno, el de los otros y el social, todos articulados en el sujeto, que es producido en esa articulación.

Pese a las identificaciones en los vínculos, existe algo del otro, de su presencia, que no se puede incorporar, que permanecerá ajeno, inherente al otro, no asimilable, no transformable en algo propio. Es lo que muestra su presencia y la diferencia. En las relaciones son dos transitando el mismo proceso, es decir, el otro se identificará con uno y también le resultará inaccesible una parte de mí. Las identificaciones serán mutuas al igual que la ajenidad. En cierto tipo de vínculo esa imposibilidad de apropiarse del otro puede ser sentida como una herida narcisista.

Esa parte que por presencia del otro resulta inasimilable, es lo que protege al otro de convertirse en mero objeto para la satisfacción pulsional del sujeto. El desconocimiento de esa ajenidad por resultar intolerable la diferencia, es lo que caracteriza al funcionamiento psicótico en las relaciones. Funcionan así los vínculos que anulan al otro al convertirlo en objeto de satisfacción narcisista.

Cuando no se tolera la diferencia, el sujeto se impone recurriendo a un exceso de imposición de su presencia en el otro para anular la ajenidad y tornarlo semejante. Sin embargo el vínculo con el otro implica una novedad, y este encuentro será significativo si modifica a ambos.

En estas identificaciones mutuas cabe preguntarse dónde está el sujeto y dónde está el otro. Si la incorporación del otro es por identificaciones más allá de su ajenidad, el sujeto puede ver al otro desde su yo, desde su persona, perdiendo de esta manera cierta objetividad en la percepción del otro. Lo mismo le sucederá al otro con el sujeto. Todo lo que no está determinado por el yo es un otro, todo lo que excede al sujeto es su otredad, sin embargo los otros son para el sujeto lo que son siempre para él, para su yo, desde la perspectiva personal. El sujeto sólo puede concebir la presencia del otro desde categorizaciones previas incluso al encuentro. Entonces cabe preguntarse si es posible acceder al otro en su otredad, despojándonos de lo que somos.

Cuando incorporamos al otro siempre hay una pérdida de su especificidad. En el vínculo siempre hay alguien que integra al otro expandiendo su yo y un otro integrado que va perdiendo su singularidad, como en una especie de relación de fuerzas que tiene como resultado una incorporación desigual. En este tipo de vínculos uno fagocita al otro, disolviéndolo en la incorporación, intentando transformarlo en un semejante sin diferencias. Sin embargo el otro existe y aparece, exige ser visto y esto significa una amenaza para el sujeto.

Para su propia seguridad el sujeto construye sentido adaptando lo distinto a sus propios parámetros buscando estabilidad, pero el otro se presenta y desestabiliza.

Todos somos iguales y diferentes a la vez. Somo iguales frente a ciertas categorizaciones como por ejemplo ser seres humanos, pero a la vez somos seres singulares distintos a todos los demás. El modo en el que cada vínculo acepte lo singular y lo diferente dará lugar a relaciones singulares en las que ambos serán parte y resultado de esa relación. Se trata de una dialéctica permanente en la que todos somos un poco otros, y las identidades se construirán como resultado de esa interacción.

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