Un saber no sabido
Por Lic Constanza Bonelli
“Un saber no sabido” es el saber del inconsciente. Es un saber sobre el cual no tiene acceso la consciencia. Podemos pensarlo como una metáfora cuyo sentido está detrás o por debajo de lo que se dice, aquello a lo que alude pero no se pone en palabras. Una metáfora asociada a la experiencia del malestar psíquico, al síntoma.
La característica del inconsciente, que se manifiesta a través de los síntomas, de los sueños, de los actos fallidos, de los lapsus, de los olvidos… es la insistencia. El inconsciente insiste por salir a la luz, pero por tratarse de contenidos inaceptables para la consciencia, quedan ocultos. Insisten para encontrar una descarga, una salida, una realización.
Pero la consciencia, encargada de mediar entre el mundo interno (fantasías y deseos) y el mundo externo (la realidad), pone frenos a la descarga de muchos contenidos inconscientes incompatibles con la realidad. Esto es el resultado de un adecuado desarrollo psíquico que logra un equilibrio saludable.
Sin embargo, cuando ciertos contenidos se tornan más intensos, pujan con más fuerza por salir a la conciencia, dando lugar a mayor cantidad de manifestaciones del inconsciente. Una de esas vías es el síntoma, que lo entendemos como una formación de compromiso. En el síntoma se crea una situación que permite la descarga de eso inconsciente pero de un modo deformado para sortear las resistencias que la conciencia utiliza para no dejarlo salir a la luz.
Descifrar el síntoma es la tarea principal del análisis… hacer consciente lo inconsciente, nombrar lo que la metáfora dice sin decir. Habilitar la posibilidad de que el sujeto se implique en su decir, en su malestar, en su síntoma. Es intentar descubrir qué lugar ocupa en el sujeto su padecer, eso de lo que se queja, el síntoma.
Ese enigma, lo no sabido, no puede ser revelado por el analista a su paciente. Primero porque no lo sabe, no podría saber la verdad inconsciente del paciente. Segundo, porque se descubre transitando el trabajo analítico, y se presentará como “novedad” (nueva pero no tan nueva) que permitirá un cambio sustancial en la vida del paciente. La tarea del analista es la de habilitar ese camino de descubrir ese saber oculto, no de ofrecerle un saber propio al paciente que no podría más que resultarle totalmente ajeno. Esa verdad no es sabida ni por el paciente ni por el analista, se trata de una dimensión que saldrá a la luz como resultado del trabajo entre ambos.
Este conocimiento de sí del paciente no es suficiente para que su malestar disminuya o desaparezca, es necesario ir más allá del descubrimiento de ese saber oculto. Claro está que el descubrimiento genera turbulencias en la vida emocional del sujeto, pero implicarse en el síntoma tiene que ir de la mano de una modificación en la posición subjetiva de quien padece, dicho más fácil, de correrse del lugar en el que se estaba, porque se estaba sufriendo.
Esta operación por momentos compleja, requiere de trabajo, de persistencia, de un deseo personal y profundo de cambio, de la posibilidad de hacerse responsable del propio deseo, de implicarse como protagonista de nuestras vidas en una revisión de lo construído desde la infancia. De abandonar lugares conocidos poco gratificantes y salir a buscar, a descubrir, aquello que nos define hoy. Claro, para ello es necesario resolver lo previo para que el nuevo encuentro con uno mismo sea menos o nada sintomático.
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Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
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