ARQUITECTURA Y PSICOANÁLISIS
El individuo y la obra artística – Por Lic. Constanza Bonelli
Una obra de arte se construye a partir de una idea consciente pero pone de manifiesto a su vez fantasías inconscientes del artista, que por medio de esta expresión no sólo libera su inconsciente sino que permite que le suceda algo similar al espectador. De allí la inexplicable reacción emocional frente a las obras de arte. Podemos entender una parte de lo que nos emociona, pero existe siempre algo inefable, es decir, algo que no podemos describir con palabras, en el proceso emotivo que la obra despierta. Se trata de un interjuego de inconscientes, el del artista y el de los espectadores.
Se compara el “hecho artístico” con lo que podemos llamar “el arte de interpretar”, ya que el analista en su interpretación utiliza una parte consciente, que es lo que piensa sobre lo que el paciente está hablando, y en la construcción de su interpretación participa también su propio inconsciente, creando un interjuego inconsciente entre ambos, paciente y analista, que forma parte de esa construcción (interpretaciòn) que le transmite al paciente.
La actividad artística es el resultado de un proceso psíquico que recibe el nombre de sublimación. Este es un mecanismo que permite que ciertas pulsiones sexuales inconciliables con algún sector del psiquismo, modifiquen su meta y se transformen en un hecho cultural. Además de la obra artística, la actividad científica y otras manifestaciones culturales son sublimaciones que toman su fuerza de la energía sexual pero que al cambiar su meta, al transformarse, se convierten en hechos que enaltecen nuestra cultura. Esta fuerza también proviene de impulsos agresivos que desvían su fin hacia un lugar aceptable culturalmente.
La tarea intelectual desvía la pulsión hacia un destino aceptable y la convierte en cultura. La obra artística realiza la misma acción pero además permite la expresión de ese deseo inconsciente inaceptable y logra de este modo ese plus que nos emociona cuando somos espectadores.
De esta manera el artista transforma saludablemente una situación psíquica que podría haberse convertido en neurosis si el conflicto psíquico persistía. Es por ello que se dice que el arte salva de la locura pero que ambos, el loco y el artista, comparten ciertos aspectos emocionales y mentales.
Se necesita de una sensibilidad especial para el arte, principalmente para hacerlo aunque también para disfrutarlo. Esa sensibilidad agudizada también la encontramos en las personas más neuróticas o con trastornos mentales más graves. El artista logra dominar la intensidad de sus pulsiones mediante el recurso de la sublimación creando su obra, mientras que el “loco” queda atormentado por el conflicto psíquico que le ocasionan sus deseos contradictorios.
La creación del artista es un elemento intermedio entre la realidad frustradora de deseos y la imaginación que los colma (la locura), cuyo resultado de placer estético es alcanzado por las equivalencias entre los deseos reprimidos del creador y del espectador. El placer que habilita la contemplación de la obra remite a la posibilidad de conectarse con la gratificación de deseos inconscientes que no encuentra descarga en la realidad y que en lugar de ser desestimados, reprimidos, encuentran gratificación en ese sector intermedio entre realidad e imaginación que sólo alcanza el artista con su obra.
El acto analítico y la arquitectura son hechos puramente subjetivos. Son creaciones, novedades en el vacío preexistente. No sólo somos aquello que decimos ser, sino también (o sobretodo) eso que no decimos, que nos surge sin querer, como el acto fallido, el olvido o el lapsus que hablan por nosotros y que se relacionan con esa falta que nos caracteriza, ese vacío que nos compone, el mismo en el que surge la obra artística y la creación del arquitecto.
La arquitectura es una construcción que muestra lo que “es” pero también lo que “no es”. Podemos hablar de las paredes que son, tanto como del espacio vacío que crean entre ellas. Como un juego de ausencias y presencias similar al que caracteriza al funcionamiento psíquico del hombre y sus vínculos. La música también está hecha en una combinación de presencias y ausencias, sonidos y silencios.
Arquitectura y psicoanálisis pueden relacionarse en tanto modo de entender el funcionamiento psíquico del sujeto comparado con la obra artística, ésto de “lo que hay” y “lo que falta”, que hace que tanto la obra como el sujeto sean eso que se ve pero también eso que no y que los caracteriza. También pueden mostrarse como equivalentes el arte de crear la obra de arquitectura con la construcción de la interpretación, ya que ambas son resultado no sólo de ideas conscientes, sino también de un trabajo inconsciente y compartido.
El proceso creativo
Tanto en el diseño como en las construcciones que el analista le brinda al paciente, se atraviesan una serie de etapas que hacen al proceso creativo. Así también en la creación de toda obra de arte, en la escritura, en la música y la construcción de teorías científicas.
Hay un punto de partida que en cada caso será particular. Una idea, la historia de un paciente, una fantasía. Este primer momento es de recolección de información. En el análisis no se trata de una tarea personal del analista como en el caso del artista, sino que será un trabajo que realizarán conjuntamente con el paciente. El arquitecto también en muchas ocasiones hará su diseño de la mano de su cliente, considerando lo que éste le solicite, mientras le brinda lo que dependa de su creatividad y sus conocimientos.
En el caso del arquitecto, luego de la idea desarrollará un proyecto que compartirá con su cliente a modo de bocetos, escuchando empáticamente y plasmando el pedido que éste le solicite. Es una manera de construir de a dos, similar a las interpretaciones que van surgiendo en el proceso analítico y que el analista va compartiendo con su paciente a modo de “bocetos” que pueden abrir nuevas preguntas al paciente acerca de su vida.
El resultado final de ambos procesos, arquitectura y psicoanálisis, no se comportan de modo tan similar. Uno, la construcción de arquitectura, será una obra final que resultará de la combinación de la creatividad del profesional teniendo en cuenta los deseos de su cliente. En cambio la construcción que el analista le ofrece al paciente será el punto inicial para un proceso elaborativo que podrá llevar al paciente a nuevas preguntas sobre su vida y a una nueva manera de entender su historia.
En el análisis se trabaja desde la “asociación libre” del paciente, que significa que diga todo lo que venga a su mente sin censurarse, y el analista escuchará desde lo que se denomina “atención flotante” que se refiere a la misma situación de no escuchar censurando o dirigiendo la atención hacia alguna vía sobre otra. En cambio el arquitecto pedirá a su cliente que le manifieste su deseo, hará una lluvia de ideas entre la información que recolecta y sus nuevas propuestas, y así irá construyendo su proyecto, su obra.
El trabajo analítico aspira a que el paciente abandone las represiones que realizó en los primeros años de su vida para construir un psiquismo más maduro, con herramientas más desarrolladas, propias de la edad adulta y mediadas por el trabajo del análisis. Busca mejorar el modo en que el paciente logró dominar sus pulsiones, y que si llega al análisis es porque algo de esa construcción falló y es vivenciado con angustia. Será seguramente el motivo de consulta o las preguntas a las que arribe a lo largo de trabajo en análisis. El artista tiene una capacidad especial, un don, por el cual puede transformar sus pulsiones, dominarlas, en la construcción de su obra. Eso no lo salvará siempre de un posible sufrimiento psíquico, aunque lo ayudará en gran medida.
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Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
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